• Historiadores hicieron un llamado a revalorizar la raíz afro en la entidad, con la cual actualmente se identifican más de 40 mil personas
• Se abordaron casos de los archivos inquisitoriales, en los que consta que por el color de piel muchos esclavos o afrodescendientes eran sospechosos de hechicería
Desde finales del siglo XVI e inicios del XVII, cuando jesuitas y colonos españoles comenzaron a asentarse en el territorio de Sonora, mujeres y hombres afrodescendientes les acompañaron, no obstante, su historia ha sido negada por una concepción racista y clasista del poblamiento del septentrión mexicano.
Así se comentó en el XIX Coloquio de Africanías, realizado en el marco de la 34 Feria Internacional del Libro de Antropología e Historia (FILAH), en el que se analizó el rol de la negritud en Sonora y Cuba, entidad y país invitados del encuentro editorial, organizado por la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
“Nos hemos quedado con la idea de que los afrodescendientes solo estuvieron y están en las costas de Veracruz y Guerrero, lo que ocasiona que el norte del país quede casi desdibujado, a pesar de que los archivos muestren lo contrario”, refirió la historiadora de la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía del Instituto Politécnico Nacional, Elisa Coronel Higuera, al indicar que, según los censos del gobierno federal, de las más de 2 millones 900 mil personas que viven en Sonora, aproximadamente, 40 mil se identifican como afrodescendientes.
Los estudios sobre la raíz negra de Sonora, dijo, son un campo académico incipiente, basado en publicaciones que datan de inicios del siglo XXI, cuyas investigaciones se realizan en los archivos parroquiales de casamientos, bautizos y defunciones, o bien, a partir de documentos de tipo inquisitorial.
En estos últimos, detalló Coronel Higuera, pueden encontrarse historias como la de Juana “la Polanca”, una mulata del Real de Minas de San Juan Bautista, quien a finales del siglo XVII fue acusada de hechicería y llamada a testificar ante el Tribunal del Santo Oficio de la capital de la Nueva España.
“Los archivos denotan los prejuicios que se tenían hacia las personas negras o morenas, ya que se les llamaba a interrogatorios solamente por su color de piel”, relató la investigadora al citar también el caso de Fabián Jarango, acusado por el sacerdote Pedro Bueno de tener “tratos con el malo”.
Lo cierto, agregó, en sintonía con la exposición del cronista del municipio de Álamos, Juan Carlos Holguín Balderrama, es que los negros, ya fueran esclavos o libertos, vivieron en Sonora como arrieros, vaqueros, curanderos, milicianos, pregoneros, barreteros en minas o dedicándose al servicio doméstico, entre otros oficios.
Incluso, muchos hombres negros que eran esclavos se casaron con indígenas libres para que sus descendientes no nacieran con su misma carga; situación que fue distinta para las mujeres, ya que cuando una esclava concebía un hijo, este heredaba su condición, según la legislación virreinal.
Sobre el caso de Álamos, Holguín Balderrama hizo un recuento de la presencia afro en diversas épocas, en el que citó que, entre 1685 y 1699, solamente 2% de los bautizados eran descendientes negros o mulatos; en tanto, hacia el siglo XVIII la cifra había crecido a 20%.
Hoy día, comentó, los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía refieren que, de los 24 mil habitantes de esta demarcación, 623 se reconocen como afrosonorenses.
Tras hacer un llamado a rescatar y dignificar esta herencia de la composición multicultural y étnica de México y de Sonora, el historiador evocó la costumbre que existía en época novohispana para que los esclavos adoptaran el apellido de sus amos.
“En Álamos, desafortunadamente, existe aún una tendencia a solo resaltar el origen blanco del pueblo y con ello a sus fundadores hispanos: los Campoy, Aragón, Esquer y Gastélum. En una ocasión que di una charla sobre este tema, mencioné que muchos de quienes hoy llevan esos apellidos, quizá, descienden de alguna persona negra. Y sucedió que, al final de la conferencia, algunas personas me preguntaron ‘cómo podían comprobar si descendían de los esclavos o de las familias fundadoras’… Seguramente se les movió un poco el piso de su orgullo familiar”, finalizó.
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