In Memoriam

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In Memoriam

 

El vikingo de múltiples tradiciones

In memoriam

 

Leif Korsbaek contó una vez que, alargando una sobremesa de domingo otoñal en el jardín de la Embajada de México en Buenos Aires, un joven Borges narró con fruición a su anfitrión Alfonso Reyes una saga nórdica protagonizada por un vikingo que, seducido por las crónicas que hablaban de formaciones socioculturales articuladas por sistemas de responsabilidades cívico-religiosas reproducidos al otro lado del océano, decide abandonar Borgarfjörður y, barca mediante, emprender viaje hasta alcanzar tierras sembradas de centros ceremoniales, palacios de gobiernos y extensas plazas de mercado. Allí, con soltura el vikingo aprende sus lenguas y se integra a sus sociedades colaborando en instituciones formativas. Años después, se matrimonia y se instala en un valle interconectado por canales de agua dulce para dedicarse a producir y donar saber en cantidades desmesuradas.

 

Es entonces cuando su cuerpo comienza a hincharse gracias a una luz de saber que va creciendo sin tregua desde su interior. Llega un momento donde su cuerpo no logra procesar tanto saber, ni siquiera multiplicando su donación. Es entonces cuando el aumento de la luz provoca que su cuerpo estalle llegando a su fin. Lo instantáneamente siguiente fue la ceguera perpleja de la comunidad que lo rodeaba. Lo posterior fue que la misma comunidad tuviera la posibilidad de cultivar toda esa luz generada por el vikingo:

 

-“Creo que la saga ejemplifica el destino sacrificial, excepcional no menos que irrenunciable, de la persona de saber hacia su sociedad”, parece que habría concluido Borges.

 

-“Ignoro otros intereses suyos”, parece que intercedió Reyes, “pero comparto absolutamente su creencia”.

 

No desconcierta suponer que la vida de Leif reencarna y prolonga la saga. En algún momento de su juventud es imantado por los estudios sobre los sistemas de cargo en comunidades mesoamericanas de México. Lo primero que hace es peregrinar por las bibliotecas danesas en busca de fuentes, empero, agotadas las mismas, evalúa que su inquietud le demanda otra estrategia: la etnográfica. Para ello, viaja a México con el fin de registrar los tipos de organización social de algunas comunidades indígenas de Chiapas, Michoacán y Estado de México.

 

Luego de más de una década de ejercer la docencia en diferentes instituciones universitarias del país, clava bandera, junto a Marcela Barrios, en la Ciudad de México y se incorpora a la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) como profesor-investigador, por cerca de treinta años. Durante este tiempo se dedica a construir espacios de generación e intercambio de reflexión y análisis sobre el funcionamiento y las instituciones de las poblaciones indígenas, fundamentalmente, de las comunidades otomí, mazahua y mestiza del Estado de México, donde realizó trabajo de campo por cerca de dos décadas, particularmente, en el municipio de Acambay.

    

La obsesión antropológica de Leif fue la antropología británica, universo académico que recorrió hasta transformarse en uno de los especialistas y divulgadores más significativo de Latinoamérica y, probablemente, uno de los más reconocidos a nivel mundial. Ejemplo de ello ha sido su revisión y divulgación de la obra de Bronislaw Malinowski, incluyendo la traducción al español de artículos escasamente conocidos en México, contenidos en el libro El joven Malinowski. Tarea semejante efectuó con Anáhuac, obra bisoña de Edward Tylor sobre su viaje a Veracruz, Puebla y Xochimilco.

 

Leif reconstruyó quirúrgicamente y publicó en docenas de artículos, la protohistoria de la práctica etnográfica británica visibilizando nombres y trayectorias intelectuales marginadas o excepcionales en la historiografía hegemónica. Esto incluye una reconstrucción biográfica y bibliográfica de la vanguardia femenina en esta protohistoria de la etnografía británica, la cual cabe interpretarse como una suerte de ajusticiamiento disciplinario con perspectiva de género.

 

Su minuciosa elaboración de las biografías de los integrantes de las dos expediciones al Estrecho de Torres, ideadas por Tylor y comandadas por Alfred Haddon, es alumbradora. Por cierto, aunque Leif se definía como un estudioso de la antropología clásica -solía decir que no aceptaba leer textos de menos de 100 años de antigüedad-, sus inquietudes sobre propuestas contemporáneas junto a la recepción de propuestas actuales relativizaban, y mucho, su autodefinición. Quizá, por ello, su vocación interdisciplinaria lo llevó a abrir el camino de la antropología jurídica en México, participando activamente en la creación e impartición de diplomados y cursos, definiendo conceptos, problemáticas y perspectivas teóricas.

    

 

En esta tonalidad refrescante cabe entender sus colaboraciones y comunicaciones con autores como Adam Kuper, Peter Skalník, Marcin Kozlowski, John Gledhill y Witold Jacorzynski, las cuales le permitieron revitalizar y redimensionar la antropología británica, a fin de incorporarla y ensayarla en la comprensión de la vida cotidiana y ritual de las poblaciones indígenas de México y, cabe recordar, de Perú y Cuba, donde Leif había estado como etnógrafo y conferencista.

    

Desde luego, este recorrido por la antropología británica lo condujo a detenerse en diferentes episodios, destacando las fuentes de la antropología política cuya obra seminal, African Political Systems, también fue traducida por Leif en colaboración con sus estudiantes. Si bien con este episodio asume que las nociones de conflicto, rebelión, revolución, ley o norma rodeaban el concepto de estructura social, empero, la experiencia etnográfica le demanda a Leif ocupar el análisis de la situación social, el método del caso extendido y el modelo del drama social.

 

De hecho, llega a la conclusión de que las comunidades de Acambay cabían considerarlas como partes integrantes de una amplia sociedad plural articulada por el Estado. En todo este viraje es cardinal el estudio de la obra de Max Gluckman y Leif, subrayemos, ha sido el más activo promotor de ella en México y de la corriente por aquél fundada: La Escuela de Manchester.

 

    

En Acambay, Leif adoptó y adaptó la Casa de la Cultura como centro de formación e intercambio docente-estudiantil de las descripciones de la vida sociocultural de las poblaciones otomíes. Asambleas, fiestas, modos de producción, sistemas de creencias y formas de organización política, entre otros, constituyeron fenómenos culturales analizados y comprendidos por docenas de estudiantes con el fin de elaborar sus tesis de grado y posgrado.

    

En todo este viaje Leif aglutinó cientos de estudiantes, colegas y afectos que gravitábamos a su alrededor absorbiendo sus opiniones. Si hay algo que abundantemente generaba Leif, era conocimiento. A veces en forma de libros, citas y fuentes, otras por medio de chistes, anécdotas y recuerdos. En el mundo mezquino de fin de siglo e inicio de otro, supo eludir, resistir o desistir las presiones y tentaciones de la competencia, el individualismo y el prestigio que dominaron todos los campos laborales, siendo los académicos los más afectados en la formación docente y la investigación social. Leif se destacaba por invitar constantemente a sus tesistas a colaborar con artículos en dossiers de revistas y en libros coordinados por él.

    

Su generosidad, subrayamos, tanto de conocimiento como de bienes y disponibilidad de tiempo, desborda toda descripción. A propósito, tres días antes de abandonar la vida, Leif preparaba la clase de su curso sobre la Escuela de Manchester, que ofrecía los miércoles en el Posgrado de Antropología Social de la ENAH, de hecho, no había pasado un mes de que fuera comentador de un dossier en dicha institución, donde departió ingenio y humor con agilidad de crupier.

 

Probablemente, en estos momentos Leif ande deambulando entre bibliotecas de arena o aprendiendo lenguas extrañas o, quizá, acompañando a una ronda campesina como lo hiciera en Perú, o respaldando alguna autoridad mujer indígena como hizo en Acambay. O, tal vez, esté impartiendo clases y conferencias en salones, auditorios, cantinas o en su nuevo hogar, seguramente, “el hogar del pueblo”, fungiendo como eterna usina de producción y donación de saber. Por ello sobresalía Leif: por su imagen de sabio inapetente que absorbe exclusivamente para repartir. Ergo, si queremos prolongar su labor nos queda, como en la saga, cultivar para donar toda su obra y todos sus valores prendidos a un corazón entregado al trabajo, a la rebeldía, a la libertad y a la ironía; ahí también estaba anclada la antropología de Leif.

 

Camilo Sempio

Martín Ronquillo

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