• En el Seminario Permanente de Etnografía de esa entidad se dijo que no solo se afectaron templos, sino emociones y la religiosidad comunitaria
• La mirada antropológica presentó una aproximación del sentir de las localidades tlaxcaltecas que sufrieron mayor afecta-ción
A seis años de los sismos registrados en septiembre de 2017, la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y del Centro INAH Tlaxcala, transmitió el Seminario Permanente de Etnografía de esa entidad, con el tema “El impacto sociocultural de los sismos de 2017 en Tlaxcala”.
Con la participación de los investigadores del Centro INAH Tlaxcala, Milton Gabriel Hernández García y Claudia Guadalupe Hernández García, mediante la mirada antropológica se dio una aproximación del sentir de las comunidades tlaxcaltecas que sufrieron mayor afectación en sus actividades cotidianas y específicamente en sus espacios de reunión social, como son sus iglesias.
Compartieron con el público los resultados del proyecto “El patrimonio cultural dañado por los sismos de septiembre de 2017 en Tlaxcala. Percepciones, significados y respuestas comunitarias frente a la adversidad”, enfocado en la identificación de diferentes perspectivas y percepciones socioculturales de la población en torno a los bienes culturales dañados por estos fenómenos naturales, en particular en los inmuebles patrimoniales.
Hernández García recordó que además de los efectos negativos en el campo, por la falta de insumos y la economía en general, la población se vio afectada emocionalmente con los colapsos parciales de sus templos y/o cierres de los mismos por representar riesgos.
Tras analizar y documentar el efecto de los sismos en la vida de un amplio grupo de pobladores, se registró la capacidad organizativa y de respuesta colectiva, pues, acotó, se aplicaron acciones inmediatas para proteger su patrimonio personal, y nunca dejaron de lado el comunitario, es decir, a sus iglesias, siempre de la mano de las instancias públicas.
Dado que el campo de estudio de la antropología de los desastres se ha ido consolidando en los últimos años, se toman en cuenta aspectos históricos, culturales, económicos, simbólicos, de género, entre otros, en relación con los movimientos telúricos, apuntó el investigador.
“Los grupos sociales se ven alterados en su convivencia, en su desarrollo en todos sentidos, pues si hay pobreza, tratándose de zonas alejadas a la capital, se remarca al limitarse el transporte, la distribución de alimentos, insumos del campo y el trabajo en sí. A ello, se suma la desigualdad, la degradación ambiental y las relaciones de género”, expuso.
Sin embargo, agregó Hernández García, se desarrollaron mecanismos sociales para soportar la tragedia. “En la comunidad de San Francisco Tepeyanco, por mencionar un ejemplo, se encomendaron a la protección de san Roque, venerado a partir del sismo del 16 de agosto de 1912”.
El registro más impactante, consideró, fue el de algunos encabezados de la prensa local que resaltaban la pérdida de la fe, el alejamiento del turismo y la crisis económica en ciertos sectores sociales, como resultado de la suspensión de celebraciones religiosas por el cierre de templos.
En su intervención, la historiadora Claudia Hernández indicó que el evento sísmico obligó a las comunidades a reorganizarse y retomar, en la medida de lo posible, sus actividades primarias, entre ellas las religiosas. Se mostró su capacidad de resiliencia y los feligreses buscaron opciones para celebrar misas, con apoyo de los párrocos, en casas parroquiales, canchas deportivas y salones de fiestas; sin embargo, la falta de contacto con las imágenes y los retablos ha generado la disminución de la gente en estas ceremonias.
Con respecto a las campanas, cuya función es variada e indispensable en la comunicación comunitaria, refirió que “desde que se dejaron de escuchar, aunque se recurrió a los altavoces y las redes sociales para transmitir misas, no es lo mismo; sin campanas no hay religión”. Aspecto que constató con los registros de sus encuestas.
Entre las afectaciones se cuentan las emociones y la espiritualidad de la feligresía, que van de la mano con las celebraciones y actividades como la instalación de ferias, “hay quienes se muestran intranquilos pensando que los templos puedan derrumbarse ante otro episodio sísmico”, señaló.
Por último, la ponente apuntó que informar a las comunidades, como lo ha hecho el director del Centro INAH Tlaxcala, José Vicente de la Rosa Herrera y su equipo, acudiendo hasta los recintos y localidades para enterarlas de los avances y planes de restauración, así como de las obras ya concluidas, les da seguridad y confianza de que pronto retomarán su vida, con sus rituales religiosos que son parte de su cotidianidad.
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