A la exploradora sin límites del cuarto oscuro, le será entregado el galardón en el 24 Encuentro Nacional de Fototecas
El tema de la memoria y su construcción, donde el objeto es símbolo, es la constante en sus creaciones
El estudio de la fotógrafa y artista visual Patricia Lagarde (Ciudad de México, 1961) es un cuarto de maravillas, donde habita la melancolía del coleccionista: sobre la duela, cojines y alfombras persas, frente a muros, libreros donde la historia y los secretos del Titanic se intercalan con globos lunares; el arte del jardín japonés y de los interiores marroquíes asaltan la mirada flanqueados por el busto miniatura de un sabio, un rinoceronte y un barco.
Dentro de esas paredes, Lagarde ha construido universos exóticos, ensoñaciones de los territorios, mares y cielos que anduvieron, navegaron y surcaron seres humanos, llamados por el saber y la aventura. La exploradora sin límites del cuarto oscuro recibirá, este 24 de agosto de 2023, la Medalla al Mérito Fotográfico 2023, por parte de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Previo a recibir este galardón junto a su colega Rogelio Cuéllar, en la apertura del 24 Encuentro Nacional de Fototecas, que organiza el Sistema Nacional de Fototecas, en Pachuca, Hidalgo, la creadora reflexiona sobre la curiosidad excesiva que le ha acompañado desde niña cuando, al abrir un libro móvil del siglo XIX, la tridimensionalidad apareció ante sus ojos.
“Pronto me di cuenta que la imagen era más real que la cosa misma. Me gustó más ver la imagen en representación, que en directo. Por otro lado, mi abuelo era fotógrafo aficionado y tomaba muchas imágenes en los viajes que hacía por la República, por motivos de trabajo; de manera que la cámara era un objeto natural en casa”.
Quizás, ese interés por todo, pero particularmente el arte editorial, la llevó a cursar comunicación, diseño y fotografía en la Universidad Iberoamericana y en la Escuela Activa de Fotografía, encontrando su verdadero sitio en el cuarto oscuro, donde podía someter la dimensión épica del tiempo a una experiencia íntima.
“Me atrajo la idea de inventar mundos interiores y dialogar con esas cosas, herramientas, artefactos, que sentía me hablaban. Nunca sé bien a dónde voy. Eso es lo apasionante de ser artista, porque vives en un mundo que se va construyendo y te sorprende.
“Inicié la construcción de estas pequeñas arquitecturas cuando quise reproducir un sueño, en el cual estaba dentro de una habitación, en el desierto. Pensando en la manera, me di cuenta que podía reproducirlo a través de un teatrino y de la luz, poniendo en juego esas figuras oníricas: un avión, una palmera, un ventilador, una silla y un hombre caminando por la calle. A esa imagen la titulé Desde la ventana”, rememora.
Ha encontrado sus inspiraciones en las descripciones y reflexiones filosóficas de Antoine de Saint-Exupéry, condenado a la soledad del desierto norafricano; lo mismo que en los libros del marinero francés Pierre Loti y, en general, “todas estas locuras que se emprendían a finales del siglo XIX para conocer aquello que no había sido visto”.
Recrear esos escenarios, que lindan lo verosímil y lo falso, requiere alquimia. Patricia Lagarde señala que siempre ha buscado las técnicas que potencien las atmósferas que desea transmitir, “accidentes” que permiten antiguas técnicas como el Van Dyke, la cianotipia, el platino/paladio o el colodión húmedo, “porque a mí me interesa más velar, que mostrar. En la fotografía lo importante es lo que no se ve”.
A modo de ejemplo, expone una imagen que realizó basada en La invención de Morel, de Alfonso Bioy Casares: “me inspiré en personajes, en este caso los hermanos Wright, los saqué de su fotografía y los llevé al desierto del Sahara, donde saludan a un zepelín que cruza el cielo. Es un escenario imposible. Un tránsito en el tiempo totalmente construido.
“Primero, elaboré la maqueta donde vuela el dirigible, y después su impronta mediante colodión húmedo. De esa imagen, ya digitalizada, surgió otra de gran formato, la cual intervine con serigrafía. Una sola imagen puede implicar varios procesos, y creo que esta me representa perfectamente, porque años después reparé en una fotografía mía, donde aparezco a los cuatro años con un álbum de estampas en mano y volteando a ver un zepelín”.
Patricia Lagarde es una aventurera que también parte de sus propios trayectos. Aquello que colecta en el exterior, lo lleva al estudio para elaborar verdaderas bitácoras de viaje que pueden narrar un alunizaje, como su trabajo Teoría de los cielos, o el naufragio de botellas mensajeras en los confines oceánicos, caso de Voyager III.
Sus propuestas pueden derivar en dioramas, verdaderas puestas en escena que detonan la imaginación, o en proyectos editoriales como La isla Bermeja, por la que obtuvo el primer lugar del Concurso Internacional de Libros de Artista “Masquelibros”, inspirándose en una ínsula mexicana, “un error cartográfico que permaneció desde el siglo XVI hasta el XX. La isla nunca existió, pero sigue apareciendo en Google Maps”, comenta.
Actualmente, la artista está embarcada en un proyecto sobre las distintas versiones del origen del mundo, a partir de las reflexiones de astrónomos, filósofos, artistas, poetas…, y desde la gramática de la fotografía, “una gramática que permite escribir nuestra relación con el mundo, con la otredad. En mi trabajo, el ser humano está en los objetos, porque estos nos describen. Somos las cosas que construimos, ahí estamos”, finaliza.