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En 30 años, el Proyecto La Ventilla ha revelado la evolución de Teotihuacan, de inicio a fin. Foto: Mauricio Marat. INAH.

*** Los investigadores Sergio Gómez Chávez y Julie Gazzola realizaron un balance de la iniciativa de investigación, dirigida por Rubén Cabrera

*** De este espacio se ha obtenido información clave para comprender los inicios, el auge, el ocaso y la reocupación de la gran urbe mesoamericana

 

Boletín 466

 

Lo que sería un salvamento arqueológico de unas semanas, se convirtió en el proyecto de mayor duración en la historia de las exploraciones en la Zona Arqueológica de Teotihuacan. De forma casi ininterrumpida, por 30 años, el arqueólogo Rubén Cabrera Castro y su equipo han extraído del barrio La Ventilla, información clave para comprender los inicios, el auge, el ocaso y reocupación de la gran urbe mesoamericana.

 

Un balance de esas tres décadas de trabajo fue ofrecido por dos de los colaboradores de esa iniciativa de investigación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Sergio Gómez Chávez y Julie Gazzola, en el Simposio Proyecto Teotihuacan, 60 años (1962-2022), que se realiza en el Museo Nacional de Antropología y se transmite por el canal INAH TV.

 

Ambos arqueólogos explicaron que las excavaciones sistemáticas en La Ventilla han permitido conocer con certeza la evolución de este lugar. Un espacio con áreas agrícolas durante los primeros siglos de nuestra era, las cuales fueron clausuradas hacia la fase Miccaotli (150-225 d.C.) por el crecimiento de la mancha urbana, dando lugar a una serie de unidades arquitectónicas, entre los que se encuentran el Templo de Barrio, además de los conjuntos de los Glifos y de los Artesanos –con una elite dedicada a la producción lapidaria–, y uno residencial.

 

Se ha sugerido que La Ventilla es el ejemplo más ilustrativo de un barrio teotihuacano, y su complejidad ha contribuido a reformular tesis, por ejemplo, en lo referente a la cantidad de personas que podían habitarlos.

 

Gómez Chávez narró que, en su visita a La Ventilla, el doctor René Millon se mostró sorprendido y manifestó que los cálculos poblacionales realizados por el Teotihuacan Mapping Project, dirigido por él en los años 60 e inicios de los 70, se habían quedado cortos, pues se habían basado en la distribución de los barrios de Tetitla, Atetelco, Zacuala y Yayahuala. En su momento, pensó que debieron albergar entre 60 y 100 personas, pero debieron ser muchas más.

 

Asimismo, en La Ventilla se tienen registrados, hasta 2021, 461 entierros, 350 de ellos (65% infantiles y 35% adultos) ubicados en el conjunto habitacional, 12 en el de los Glifos y 1 en el Templo del Barrio, siendo uno de los que más información han aportado en materia de antropología física a los estudios teotihuacanos, pero es claro que no se trata de la población total del barrio, cuyos restos deben hallarse en otros puntos.

 

El investigador adscrito a la ZAT destacó uno de hallazgos más trascendentes acaecidos en los últimos años en la antigua ciudad, el del Patio de los Glifos –en el conjunto del mismo nombre–, en cuya superficie se distribuyen 36 glifos pintados y seis más en los muros contiguos, organizados a partir de una retícula, a manera de códice, fechados alrededor de 350-400 d.C.

 

Se trata, “del testimonio más fehaciente de la existencia de un sistema de escritura en Teotihuacan, y que el lingüista Timothy King, de la Universidad de Stanford, y yo, proponemos debió ser similar al sistema Mixteca-Puebla. Asimismo, bajo el riesgo de la crítica, planteamos que la lengua dominante en la ciudad era una forma del proto-nahua pochuteco”, expuso Gómez Chávez.

 

Anotó que el profesor Rubén Cabrera ha propuesto que el Patio de los Glifos debió ser un lugar para la enseñanza; sin embargo, él y otros colegas consideran que dicho espacio debió usarse como sala de consejo, y cada glifo marcaba el sitio para el representante de algún lugar o provincia bajo el control teotihuacano, es decir, fungían a manera de topónimos y títulos.

           

Refirió que otros testimonios hallados en La Ventilla fue la construcción de muros y casetas de vigilancia para restringir el acceso a las calles, reflejo de “un conflicto fuerte en las últimas fases de Teotihuacan, alrededor de 650 d.C., el cual llevó a sus pobladores a buscar soluciones para la inseguridad que estaban enfrentando”, y que, posiblemente, condujo al abandono súbito del lugar.

 

De esta manera, cuando grupos coyotlatelcos reocuparon La Ventilla en el periodo Epiclásico, esta se hallaba en ruinas. Al respecto, dijo, “las evidencias son pobres y se encuentran sobre el derrumbe de los edificios, con lo cual se corrobora su arribo tiempo después del abandono de la ciudad”.

 

El investigador concluyó que arqueólogos, antropólogos físicos, restauradores, arqueoastrónomos, biólogos y arquitectos, desde diversos enfoques y posturas teóricas, han logrado conformar un acervo documental y gráfico considerable, el cual se ha vertido en dos volúmenes que se encuentran en prensa y, en breve, serán presentados bajo el título: Estudios de un barrio de la antigua ciudad de Teotihuacan. Memorias del Proyecto La Ventilla.

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