*** La cuetlaxóchitl, en náhuatl, era consumida cruda o cocida para aumentar la leche de las mujeres nodrizas
*** Una investigación sobre el tema se presenta en el número más reciente del suplemento cultural del Centro INAH Morelos
Considerada como riqueza biocultural en México, la planta de Nochebuena (Euphorbia pulcherrima) pasó de ser un saber local a incorporarse en el sistema de conocimiento global. La Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), dedica el número 1061 de El Tlacuache, suplemento Cultural del Centro INAH Morelos, a los orígenes, preservación y comercialización de dicha especie.
La investigación, realizada por el biólogo Eduardo Corona Martínez, propone un acercamiento profundo entorno a esta flor, no solo como símbolo de Navidad y época decembrina, sino a la manera en que, al igual que el maíz, el jitomate o el chile, fue trasladada de México a otras partes del planeta, y hoy es cultivada bajo un clima distinto.
El artículo La planta de Nochebuena y sus muchas historias por desempolvar inicia con un esbozo sobre el manejo que tuvieron los grupos mesoamericanos de la cuetlaxóchitl, llamada así en lengua náhuatl, en el centro y sur de México.
El investigador del Centro INAH Morelos cita la referencia dada por fray Bernardino de Sahagún en la Historia General de las cosas de la Nueva España, donde menciona que la Nochebuena era dañina para las mujeres; sin embargo, la contrasta con el dato ofrecido por Francisco Hernández en Historia Natural de la Nueva España, quien refirió que las hojas se consumían porque otorgaban beneficios galactógenos (capacidad de incrementar la producción de leche materna).
De acuerdo con este segundo argumento, las mujeres nodrizas las comían crudas o cocidas, a modo de hortaliza, para aumentar la leche en periodo de lactancia. Esta práctica no solo estaba dirigida a las indígenas que amamantaban sino también a las ancianas.
En su texto, el investigador del INAH manifiesta que fue en el siglo XVIII, durante la segunda expedición botánica a la Nueva España, dirigida por el botánico español Martín Sessé y Lacasta, con apoyo de José Mariano Mociño, cuando inició la colecta científica de la planta y se llevó a Europa. Los datos sugieren que fueron obtenidas en el poblado de Xochitlán, situado en el actual municipio de Yecapixtla, en Morelos.
Aquellos ejemplares de nochebuenas son preservados en el Jardín Botánico de Madrid y en el Museo de Historia Natural de Londres, registradas bajo el nombre científico Euphorbia fastuosa, denominación otorgada por los citados naturalistas, y son consideradas como las más antiguas colectadas de esa especie.
En otro de sus textos, Corona Martínez alude que, para 1803, el naturalista y explorador prusiano Alexander von Humboldt hizo una recolección de ellas durante su trayecto de llegada entre Acapulco y la capital novohispana; esas plantas fueron enviadas al Museo Botánico de Berlín, mismas que fueron descritas en forma científica por los botánicos Johann Friedrich Klotzsch y Carl Ludwig Willdenow.
La publicación finaliza con un análisis comercial de la flor de Nochebuena, y aclara que la mayor industrialización se desarrolló hacia la década de 1960, en California, Estados Unidos, por Paul Ecke Jr., quien descubrió un método para hacer más eficaz su reproducción.
Actualmente, la producción mundial se calcula en 500 millones de plantas, con un mercado que incluye países de Europa y Asia. En nuestro país, al año se comercializan aproximadamente 20 millones, y los cinco estados con mayor exportación son Morelos, Michoacán, Ciudad de México, Puebla y Jalisco.