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Con su original esplendor, la virgen María y San José retornaron a San Francisco Javier de Baborigame. Foto: Julio Martínez Bronimann, CNCPC.

• Las tallas del siglo XVIII fueron intervenidas en la CNCPC, la cual gestionó un recurso financiero a través de la Embajada de Suiza

• Representan a la Virgen María y a san José, a las advocaciones marianas de la Concepción y la Asunción, y a san Ignacio de Loyola

Boletín 563

 

Hace unos meses, con las siguientes palabras, el padre Gabriel Parga Terrazas agradecía la autorización de recursos humanos y financieros, para intervenir cinco esculturas devocionales de Baborigame, en Chihuahua: “La comunidad de esta parroquia de la Virgen de Guadalupe merece tener unas imágenes que les motiven a seguir confiando en la belleza de un dios que no está atrapado en el templo ni en las imágenes, pero sí en el amor protector de los creyentes”.

 

En su carta, dirigida a la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y a la Embajada de Suiza en México, el párroco comentaba que los tepehuanes del norte u ódami “tienen un vínculo interesante con las imágenes, pues personalizan la relación con los santos, les hablan en su lengua en voz alta, teniendo la seguridad de que son escuchados”.

 

Mediante la gestión de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del INAH ante la citada representación diplomática, se obtuvo la subvención de la Oficina Federal de Cultura del gobierno suizo, por 12,290 francos, equivalentes a más de 280,000 pesos, para restaurar cinco esculturas que, en 300 años, nunca habían salido de esa comunidad de la Sierra de Chihuahua.

 

La subdirectora de Laboratorios de Conservación, de la CNCPC, Cristina Noguera Reyes, hace hincapié en la excelente manufactura de esas tallas, las cuales llegaron al Laboratorio de Conservación de Escultura Policromada, en mayo de 2024, y representan a la Virgen María y a san José, a las advocaciones marianas de la Concepción y la Asunción, además de a san Ignacio de Loyola.

 

El bulto del santo fundador de la Compañía de Jesús es una posible pista del origen de este conjunto escultórico, ya que Baborigame fue fundado por el jesuita Tomás de Guadalajara, el 3 de agosto de 1708, como una misión para evangelizar a los tepehuanes, previa licencia del entonces capitán general de la Nueva Vizcaya, Juan Fernández de Córdoba.

 

“Como muchas de las esculturas que se encuentran en las antiguas misiones del norte, estas piezas son de excelente manufactura y, posiblemente, proceden de la Ciudad de México, otrora capital de la Nueva España. Son de formato mediano (entre 50 y 75 centímetros de altura, en promedio), salvo el san Ignacio, que mide 1.30 metros de alto, y debieron llevarlas a lomo de mula por aquellos caminos dificultosos.

 

“A la CNCPC llegaron en mal estado de conservación, presentaban deterioros a causa del paso del tiempo y del uso: hollín por la exposición al humo de veladoras, desgaste en manos y pies por el roce de feligreses al santiguarse, pérdida de capa pictórica y faltantes en las partes ensambladas, como ojos y manos. A pesar de ello, afortunadamente, no tenían intervenciones”, indica Noguera Reyes.

 

Con su original esplendor, las tallas de la Virgen María y san José retornaron hace poco a San Francisco Javier de Baborigame, ubicado en las sinuosidades del Triángulo Dorado, región que se extiende entre Sinaloa, Durango y Chihuahua, de cuyo centro político lo separan 10 horas de camino.

 

Este mes en curso serán devueltas las vírgenes de la Asunción y de la Concepción, además de una escultura del Niño Jesús, la cual elabora el colaborador de la CNCPC, Christian Alberto Chávez González, siguiendo la instrucción del párroco del lugar: “que tenga los ojos, el cabello y la piel morena de los niños de Baborigame”. De esta manera, se completará el conjunto de la Sagrada Familia.

 

Por el momento, en el Laboratorio de Conservación de Escultura Policromada ultiman el proceso de conservación-restauración de las vírgenes de la Asunción y de la Concepción, con la restitución de algunos faltantes, principalmente manos y dedos, y la reintegración cromática de sus entelados, los cuales simulan vestidos y mantos con fulgurantes motivos florales y celestes.

 

Previos análisis, como la toma de muestras y radiografías, aparte del registro fotográfico y la elaboración de sus fichas como bienes muebles de valor histórico, las restauradoras Julissa Romo Hernández, Liliana Alcántar Carreola y Yamel Mares Sotelo, limpiaron estas piezas utilizando un solvente probado, y recuperaron la base de preparación perdida.

 

Explican que el tronco, las extremidades y las cabezas de las esculturas son piezas ensambladas de cedro, y las figuras fueron recubiertas con telas encoladas para dar volumen y textura a las vestimentas. Sobre éstas se aplicaba una base de preparación a base de cola y carbonato de calcio y, posteriormente, policromía al óleo que, en estos casos, cuenta con hojas de oro y plata con corladuras, manufactura que pudo recuperarse en su totalidad.

 

De no haberse intervenido, concluye la restauradora Cristina Noguera Reyes, las obras, de las que queda pendiente el bulto de san Ignacio de Loyola, “corrían el riesgo de que el deterioro se magnificara y se perdieran para siempre. Por ello, las líneas de acción tenían la finalidad de devolverles su estabilidad estructural y sus valores históricos y estéticos, para que las generaciones presentes y futuras de Baborigame sigan venerándolas”.

 

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