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Detalle del cuerpo del átlatl en donde se observa la forma del gancho y la acanaladura para fijar de mejor manera los dardos. Foto: Jesús E. Medina V.

• Se trata de un átlatl (lanzadardos) y dos dardos, testimonio de las sociedades de cazadores-recolectores, con presencia en la región desde 7,000 a.C.

• Los arqueólogos Carlos Viramontes, Jesús Medina y Claudia Jiménez darán detalles en el Museo del Templo Mayor, el 27 de enero de 2024

Boletín 37

 

En una reducida galería de la Cueva del Tesoro, en Cadereyta de Montes, Querétaro, la Secretaría de Cultura federal, a través de un equipo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), recuperó uno de los pocos conjuntos de herramientas de caza, de época prehispánica, descubiertos hasta el momento en México. Se trata de un átlatl (lanza) y dos dardos de madera, utilizados en el primer siglo de nuestra era.

 

El hallazgo fue registrado por integrantes de la Asociación de Espeleólogos de Querétaro: Carolina Camacho, Paulo Campos, Héctor Fuentes y Jorge Ramos quienes, al explorar la cueva, localizada en la comunidad de Rancho Quemado, detectaron los objetos y avisaron al Centro INAH Querétaro, para su salvaguarda, conservación e investigación.

 

En abril de 2023, los arqueólogos Carlos Viramontes Anzures, Jesús Eduardo Medina Villalobos y Ricardo Leonel Cruz Jiménez ascendieron una intrincada cañada, bajo la supervisión de los miembros de dicha asociación y la guía del espeleólogo luso Paulo Campos.

 

La cavidad se localiza a 200 metros de altura respecto al fondo de la cañada y, una vez en su entrada, se internaron 200 metros, por un estrecho pasadizo, hasta llegar a la galería.

 

Dentro de ese ramal subterráneo, con altura promedio de 80 centímetros, los especialistas observaron un átlat (de 51.5 centímetros de longitud), dos dardos fragmentados (de 66 y 79 centímetros) y un par de maderos modificados culturalmente (de 135 y 172 centímetros), los cuales probablemente sean palos para excavar (digging sticks), aunque también debieron emplearse como herramientas multifuncionales.

 

En la exploración, el equipo del INAH no encontró otros elementos arqueológicos prehispánicos en la cueva que permitan dar una interpretación del porqué de su presencia en ese recóndito lugar; sin embargo, los avances de los análisis de las muestras serán dados a conocer el 27 de enero de 2024, a las 10:00 horas, en el ciclo de conferencias del Museo del Templo Mayor, alusivo a la exposición temporal Insignias de los dioses.

 

A partir de las recomendaciones de la conservadora Paula García Reyes, el conjunto de instrumentos fue recuperado con minuciosidad, en cuyo embalaje se emplearon fibras de polietileno, plástico burbuja, película plástica y placas de espuma de polietileno.

 

Después, fueron llevados al Centro INAH Querétaro, donde permanecen a la espera de otros estudios, como la identificación taxonómica de la madera, e integrarse a la exhibición permanente del Museo Regional de Querétaro.

 

La sequedad del contexto de la Cueva del Tesoro permitió la preservación de estos elementos por cerca de dos milenios, como indica el resultado de la datación absoluta por radiocarbono hecha a uno de los dardos, en el Laboratorio de Espectrometría de Masas con Aceleradores del Instituto de Física de la UNAM, por parte de las doctoras Corina Solís Rosales y María Rodríguez Ceja, los cuales arrojaron un rango de años de 7 a 132 d.C.

 

El arqueólogo Viramontes considera que el hallazgo de estos instrumentos no debe verse de forma aislada, sino como la más reciente aportación al semidesierto de Querétaro y Guanajuato, donde hombres y mujeres que practicaban la caza y la recolección se desplazaron buscando su sustento, a lo largo de nueve mil años. Testimonio de ello son más de 260 sitios de arte rupestre, una de las manifestaciones más fascinantes de estas sociedades.

 

Carlos Viramontes, Jesús Medina y Claudia Jiménez, quienes este año formalizarán el proyecto “Paisaje, arte rupestre y ocupación en Querétaro y Guanajuato”, registraron, en 2023, casi una decena de nuevos sitios en territorio queretano, en cuyo interior se observan escenas de cacería.

 

“Tres décadas atrás, lo que sabíamos de estos grupos se basaba en fuentes del siglo XVI, que dieron pie a concebirlos como bárbaros, y no fue sino hasta finales de los años 50 del siglo XX que se sentaron las bases para profundizar en el tema, cuando Cynthia Irwin-Williams excavó la Cueva El Tecolote, en Tequisquiapan, y halló materiales, entre ellas puntas de proyectil, con una temporalidad que va hasta 7,000 a.C.

 

“En 1989, el Centro INAH Querétaro registró elementos, con datación similar, en Mesa de León, sitio cercano a la Cueva del Tesoro, donde ahora recuperamos el átlatl y los dardos, piezas que suman a este rompecabezas para comprender a las sociedades de cazadores-recolectores, cuya presencia en la región se remite a, por lo menos, 9,000 años, y que sobrevivieron dos siglos más a la llegada de los españoles”, explica Viramontes.

 

Los arqueólogos concluyen que el misterio de este hallazgo permanecerá hasta que se realicen nuevos trabajos arqueológicos en las zonas aledañas a la cueva, para así comenzar a atar cabos y comprender qué hacía este instrumental en esa cavidad, cómo y porqué llegó ahí.

 

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