• Los muros de esta edificación estaban adornados con escudos de guerra
• Con base en uno de ellos, que conservaba rastros de pintura, se identificó la paleta cromática que debió poseer el conjunto iconográfico
Los secretos del Grupo de la Serie Inicial, conjunto de monumentos de Chichén Itzá que puede visitarse desde septiembre de 2023, siguen revelándose; uno de ellos, el cual deriva de la consolidación arquitectónica que se realiza en el marco del Programa de Mejoramiento de Zonas Arqueológicas (Promeza), es la función que tuvo la Casa de los Escudos, que se ha determinado sirvió como recinto de la guardia a cargo del Palacio de los Falos.
En noviembre de 2022, la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), emprendió los trabajos en la también denominada Estructura 5C36, y su restauración continúa en la actualidad, enfocándose en los interiores, que comprenden una superficie construida de poco más de 213 metros cuadrados.
La Casa de los Escudos mide 14 metros de ancho (fachadas este y oeste) por 18 metros de largo (fachada sur); hasta el momento, son estas portadas las que se han intervenido. Es posible que haya sido la última edificación agregada al complejo conocido como el Palacio de los Falos, hacia el 950-1150 d.C., para cerrarlo en su esquina noreste, en tanto del lado sur se conecta con la Casa de los Caracoles mediante un pasillo interior.
Si bien el director de Chichén Itzá es José Osorio León, los responsables de las excavaciones en la Casa de los Escudos son los arqueólogos Max Edwin Ayala y José Arturo Cortés. Se trata de una de las edificaciones más recientemente definidas: “En un momento se pensó que, al igual que la Casa de la Luna, era un patio-galería. No obstante, pudimos comprender mejor su composición arquitectónica gracias a una exploración minuciosa, que permitió reconocer muros aún en pie, desplantes de bóveda, cimentaciones y columnas”, señala Arturo Cortés.
Una clave definitiva para reconocer su función fue la recuperación de bloques de piedra con la representación en relieve de escudos de guerra, que en conjunto formaban frisos. Aunque incompletos, la fachada oeste cuenta con cinco de estos diseños, mientras que en la fachada sur se registraron siete íntegros, cada uno compuesto por entre seis y ocho paneles.
Max Edwin Ayala menciona que la Casa de los Escudos no podría ser conocida de otra manera, puesto que las fachadas de su patio columnado, de 37 metros cuadrados, también estaban decoradas con escudos tallados en piedra. En este espacio se recuperó una docena de ellos.
“Este hallazgo resalta la importancia de la estructura como un recinto para los asuntos de guerra de la guardia principal, revelando un discurso militar en el grupo Serie Inicial. La presencia de los relieves de escudos en la ornamentación refuerza la idea de que al interior se trataban asuntos de seguridad y conquista”, reitera José Arturo Cortés.
Respecto a su iconografía, detalla que los escudos son circulares. Debajo de ellos cuelgan plumas largas, y aparecen atravesados por tres flechas: de un lado están las puntas y, del otro, los dardos. También se observa un lanzadardos y, según el escudo, una especie de garrote o arma. Asimismo, se ve a los lados una bolsa, en la que podrían haberse transportado puntas de flecha u otros artículos rituales.
Sobresale el emblema al centro del escudo: un elemento globular que surge de la parte superior, y del que se desprenden volutas dobles en los costados y la parte inferior.
El epigrafista Santiago Sobrino Fernández propone, a partir de la comparación con vocablos mayas, como el difrasismo K’ak-‘ol –que hace referencia al calor anímico, aquel que posee una persona iracunda– y con representaciones semejantes en otros espacios de Chichén Itzá, como la Plataforma de las Águilas y el Templo de los Guerreros, cuyo emblema alude a un corazón palpitante.
“El escudo está hablando de las personas que van a la guerra. Mientras el discurso de la Casa de los Caracoles hace alusión a la montaña florida, el mundo de los dioses y la legitimación de las gobernantes; el de la Casa de los Escudos es de índole militar por la panoplia que muestra, pero también porque el emblema sugiere las cualidades del combatiente: ser valiente, colérico y determinado”, sostiene.
Por su parte, la restauradora Alejandra Mei Chong Bastidas indica que un escudo que daba al sureste conservó rastros de pintura, lo que permitió identificar la paleta cromática que debió poseer el conjunto. Sin embargo, no es el único elemento que preservaba color, ya que se identificó pintura mural y tapas de bóveda también con policromía en el Cuarto Oeste.
“El objetivo era la identificación de los estratos, por lo que se realizó una toma de muestras con un sistema metodológico. En el caso de los sillares con la representación del escudo se obtuvo que el soporte corresponde a roca caliza, seguido de un mortero-aplanado de cal, y después se aplicó un enlucido sobre el cual iría la capa pictórica, con las siguientes tonalidades: rojo, ocre y negro, verde y azul”, finaliza Mei Chong Bastidas.
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