*** Este sector, el cual abrirá a la visita pública, arrojó la evidencia arquitectónica más temprana de la ciudad, situándola hacia los años 600-850 d.C.
*** Tras 30 años de trabajo, un equipo del INAH cristaliza la puesta en valor del conjunto, donde en 2007 se recuperó una tumba con un entierro colectivo
Tinum, Yuc.- Todavía en los años 90 del siglo pasado, había que abrir paso hacia el Grupo de la Serie Inicial o Chichén Viejo con machete en mano entre la maleza; circunstancia que se ha transformado en tres décadas de trabajo de investigación, excavación y consolidación arquitectónica, para abrir al público este sector habitacional en el segundo semestre de 2023.
El punto final a esta ardua labor, la cual implica la reintegración de elementos constructivos del Palacio de los Falos y del anexo de la Casa de los Caracoles, es posible gracias a la aplicación de recursos del Programa de Mejoramiento de Zonas Arqueológicas (Promeza), impulsado por el Gobierno de México en los sitios que aumentarán su afluencia con la operación del Tren Maya.
La Secretaría de Cultura federal, a través de un equipo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), cristaliza la puesta en valor de un conjunto arquitectónico de Chichén Viejo, compuesto por 25 estructuras distribuidas en dos plazas construidas sobre un gran basamento amurallado.
Treinta años de trabajo han permitido el análisis de dicho grupo arquitectónico como un todo, en el que se valora desde el edificio más simple, hasta el más complejo, lo que se traduce en el registro de elementos únicos en el sitio, como la evidencia de techos planos en la Casa de la Luna, informan los coordinadores del proyecto, los investigadores del Centro INAH Yucatán, José Francisco Osorio León y Francisco Pérez Ruiz.
Esta área, localizada al suroeste del centro de Chichén Itzá, fue explorada alrededor de 1895, por Edward Thompson y hace un siglo, en 1923, fue motivo de interés de investigadores del Instituto Carnegie de Washington, D.C. Sin embargo, fue la iniciativa del arqueólogo Peter J. Schmidt, en la década de los 90, la que dio lugar a una intervención sin precedentes de sus edificios.
De esta manera, se ha preservado el conjunto residencial y conocido más sobre los procesos sociales que dieron cuerpo a la metrópoli, entre ellos, las relaciones entre su centro y los grupos constructivos que lo rodearon.
Pérez Ruiz explica que en el Palacio de los Estucos se obtuvo la evidencia arquitectónica más temprana hallada en Chichén Itzá, consistente en exuberantes estucos modelados con color, la cual demostró la ocupación del asentamiento –entonces de dimensiones moderadas– para el periodo Clásico Tardío (600-800 d.C.), siendo contemporánea de ciudades como Uxmal, Dzibilchaltún, Cobá y Ek’ Balam, que competían por el dominio de la península. Esto derribó la cronología precedente que la situaba exclusivamente entre el Clásico Terminal-Posclásico Temprano (800-1200 d.C.).
Serie Inicial es considerado un conjunto de tamaño intermedio, de aproximadamente 14,605 metros cuadrados, el cual reúne áreas residenciales con otras de funciones administrativas y religiosas; además, sus plazas debieron ser escenario para rituales de las élites que las habitaron, caso del denominado linaje Cupul, una de las familias nobles de Chichén Itzá.
Una escena de 20 metros de largo, localizada en la fachada oeste de la Casa de los Caracoles –donde se representa un árbol genealógico, pues en ella una deidad/fundador de linaje, emerge de un tallo que a su vez se multiplica y da origen a otros personajes– hace pensar que en Chichén Viejo residió la nobleza Cupul, cuyo nombre alude a la jícama cimarrona o kup, en lengua maya.
Los arqueólogos no descartan que un contexto funerario, descubierto en 2007, esté vinculado con el iniciador de esa familia, quien instruyó la creación de la mayoría de los relieves distribuidos en los edificios de Serie Inicial, en uno de ellos, este personaje es identificado con el glifo 9 Coyote.
Tumba con entierro colectivo
Osorio León recuerda que, también en 2007, al interior de una estructura localizada en la Plaza Norte se descubrieron seis lápidas que tapaban una cámara, de poco más de dos metros de largo, la cual contenía restos de cuatro cráneos, dos mandíbulas y huesos muy dañados y quemados. La posición de los esqueletos y el poco espacio hacen pensar en una sepultura colectiva, efectuada en un mismo momento.
Indica que los restos del cuerpo, ubicado a nivel de piso, fueron los mejores conservados, y sugieren que se trató de un individuo adulto joven de 25 a 35 años, de sexo masculino, “quizás, el mismo 9 Coyote”. El individuo depositado encima de él correspondería a un adolescente de 10 a 15 años, pero no se pudo determinar su sexo; mientras que el tercer esqueleto es de un adulto de poco más de 15 años, de sexo masculino.
Los individuos depositados en esta tumba debieron ser parte de la élite del lugar, ya que se recuperaron 7,506 cuentas de pasta que imitaban la turquesa y debieron integrar ricos collares. Del análisis de los entierros se desprende que corresponden a la época de apogeo de Chichén Itzá (900-1200 d.C.). “Esto revela un importante ejemplo de ceremonias funerarias específicas en el sitio”, concluye.