El arqueólogo que reveló la estructura espacial y social de Teotihuacan: los barrios
In memoriam
Por muchas razones, el legado que deja Rubén Cabrera Castro, profesor emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), como arqueólogo dedicado al estudio de la antigua Teotihuacan, es inconmensurable.
Trabajó por vez primera en Teotihuacan aún siendo estudiante de arqueología, en el proyecto dirigido por Ignacio Bernal, en 1964. Primero, como dibujante, y en poco tiempo fue designado asistente de uno de los arqueólogos del proyecto.
Luego de participar en diversos salvamentos en los estados de Guerrero, Chiapas y Veracruz, regresó a Teotihuacan para cumplir la instrucción de dirigir el Proyecto Teotihuacan 1980-1982, iniciativa con fines políticos pero que, gracias a la visión académica de Rubén Cabrera, alcanzó importantes logros para el conocimiento de diversos aspectos de la antigua sociedad teotihuacana.
En 1987, dirigió el Proyecto Templo de Quetzalcóatl, donde registró un gran hallazgo: cientos de esqueletos de individuos que habían sido sacrificados, los cuales le permitieron visualizar una relación con la cosmogonía y el calendario. Posteriormente, colaboró en las exploraciones de La Pirámide de la Luna, donde nuevamente se dieron grandes hallazgos.
Entre 1992 y 1994, se le vuelve a encomendar dirigir un proyecto con motivo de la intención de construir un centro comercial. De nueva cuenta, su visión integral de la arqueología y su profundo interés por la comprensión de la vida cotidiana en la antigua ciudad, le llevan a reestructurar el planteamiento original del estudio y conduce las investigaciones en lo que fue un barrio de la antigua metrópoli.
Por más de 30 años dirigió de manera impecable el Proyecto La Ventilla, aportando un enorme cúmulo de información y conocimientos que permiten comprender cómo se estructuraba Teotihuacan espacial y socialmente en barrios. Participó activamente para impedir que se construyera el centro comercial y nunca dejó de insistir para que los vestigios descubiertos en el barrio de La Ventilla pudieran ser visitados por el público, pues para Rubén Cabrera era la mejor manera de que se conociera esta zona arqueológica.
Durante su estancia en Teotihuacan participó en proyectos como el de la Catalogación de la Pintura Mural y el de Investigación Antropofísica de la Población de La Ventilla, ambos en colaboración con el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Sus aportes para la comprensión de la sociedad teotihuacana refieren estudios sobre la arquitectura, el urbanismo, la pintura mural, los sistemas de escritura y de enterramiento, el calendario, la cosmovisión y la iconografía, entre muchos más. Su labor académica le valió el reconocimiento de distinguidos arqueólogos mexicanos y extranjeros.
Ningún otro arqueólogo que ha trabajado en Teotihuacan ha tenido una visión tan amplia y profunda de los más diversos aspectos. Sus raíces indígenas, como él mismo decía orgullosamente, le proporcionaban una claridad sorprendente en cada objeto o de cada contexto que observaba.
Fue maestro y formador de numerosos arqueólogos en las aulas de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, y directamente en la práctica. Dirigió muchas tesis y fue sinodal en exámenes de grado. Dictó innumerables conferencias y ponencias en reuniones científicas en México y el extranjero.
Su producción como investigador es amplia y publicó cientos de artículos científicos, los cuales constituyen una fuente obligada de consulta para la investigación del pasado prehispánico.
La investigación arqueológica era su principal motivación y no dejó de trabajar hasta que su salud se lo permitió. Su gran pasión por el trabajo de campo le llevó a entender la importancia de preservar y defender incansablemente el patrimonio arqueológico de Teotihuacan.
Sergio Gómez Chávez.
