Música para celebrar y honrar a los muertos
Desde la época prehispánica la música ha sido parte fundamental de las celebraciones y rituales religiosos, pues estaba relacionada con el mundo de lo divino y lo sagrado. Con la llegada de los europeos, la música y los cantos antiguos se integraron a las nuevas festividades traídas con la evangelización; además, a los instrumentos mesoamericanos como teponaztlis, caracoles, flautas, o silbatos, se sumaron las guitarras, vihuelas, violines, arpas, entre otros; y las canciones incorporaron alabanzas y oraciones católicas.
A través de los siglos, en las comunidades indígenas de nuestro país ha perdurado la tradición de tocar música durante festividades importantes como Semana Santa o Día de Muertos. En ésta última, es común ver como familiares y conocidos de los difuntos se reúnen los panteones con diferentes instrumentos para tocar piezas, las cuales tienen diferentes significados. Algunas como “El copal (sikií)”, propia del pueblo triqui, o “Te,te,te Nima Santo - Baila, baila, baila, corazón en el alma”, de los mazatecos, son interpretadas para purificar y pedir permiso para que las almas regresen; otras como “Fin del hombre” (nahua de Veracruz) u “Honor y Gloria” (cuicateco) son marchas fúnebres para honrar a los muertos; y también las hay para recordar a los seres queridos y el inevitable paso del tiempo como el “Son de los angelitos” (mixe) y “El muerto” usada durante el Xantolo en Hidalgo.