La octava maravilla del Nuevo Mundo
Según la historia de la orden dominica, la Virgen María se le apareció a santo Domingo de Guzmán para hacerle entrega del rosario y pedirle que impulsara su devoción; por esta razón, en muchos de los templos que esta regla fundó solía haber referencias o capillas dedicadas a la advocación mariana del rosario.
Cuando los dominicos llegaron a Puebla, construyeron allí el templo de Santo Domingo, una construcción del siglo XVI a la cual se le anexó la capilla de la Virgen del Rosario, cuya edificación se terminó en el siglo XVII. La capilla es uno de los ejemplos más exquisitos del barroco novohispano: en los laterales tiene pinturas del artista José Rodríguez Carnero sobre los gozos de la Virgen; el ciprés que resguarda la imagen de María tiene 12 columnas de mármol que representan a los apóstoles, en la parte superior está la figura de santo Domingo, y encima de éste el arcángel san Gabriel.
Por su revestimiento en hoja de oro la capilla fue llamada la octava maravilla del Nuevo Mundo por fray Diego de Gorozpe, así como también La casa de oro.