Guacamaya momificada de la Cueva de Avendaños en Chihuahua
En una cueva de San Francisco de Borja, Chihuahua, una zona donde nunca antes se habían encontrado restos arqueológicos, se descubrió algo extraordinario: la cabeza momificada de una guacamaya, posiblemente asociada a un entierro, cuya antigüedad se estima en unos 2000 años.
Para las culturas prehispánicas del noroeste de México, la guacamaya tenía un importante significado simbólico, ya que se le vinculaba con el Sol y la lluvia, debido a sus colores brillantes. Por su plumaje vistoso, estas aves ocuparon un lugar destacado en el imaginario de las sociedades antiguas, que las criaban con diversos fines, entre ellos los rituales.
Este hallazgo resulta especialmente relevante porque se trata de un ave originaria de regiones tropicales, ajena al entorno natural del norte de México. Aunque en sitios como Paquimé ya se habían encontrado plumas y fragmentos de guacamayas, donde se ha documentado su crianza con fines religiosos y comerciales, lo descubierto en la Cueva de Avendaños representa un caso excepcional: es la primera vez que se localiza una guacamaya aparentemente completa, momificada de forma natural y posiblemente asociada a un entierro humano en esta región de Chihuahua. Esto convierte al sitio no sólo en un hallazgo notable, sino también en el primer contexto arqueológico documentado en San Francisco de Borja.
Además de la guacamaya, en la cueva se recuperaron objetos como textiles, cestería, puntas de flecha, restos de maíz e incluso parte de una antigua construcción hecha con bajareque. Aunque la mayoría de los objetos son de origen local, destacan la presencia del ave y la de un caracol proveniente del Golfo de California. Para los investigadores, estos vestigios refuerzan la hipótesis de que la Sierra Madre Occidental funcionó como un corredor cultural clave entre el desierto del norte y las costas.
