Fundación de México-Tenochtitlan: origen de una ciudad, símbolo de una historia
La fundación de México-Tenochtitlan es uno de los episodios más emblemáticos del pasado mesoamericano y de la historia de nuestra nación. Aunque existen distintas versiones documentales sobre la fecha exacta (que varían entre 1325 y 1375 d.C., según las fuentes históricas), lo que permanece es su poder simbólico como punto de origen de una gran civilización y de la ciudad que, con el tiempo, se transformaría en la capital, primero de un virreinato, luego de una república, y, posteriormente, de un país entero.
Representaciones como el Teocalli de la Guerra Sagrada condensan esa narrativa fundacional a través de poderosos símbolos: el águila, el nopal, el templo y el Sol. Es un monolito que no sólo expresa una cosmovisión, sino también una forma de entender el territorio como espacio sagrado, político y civilizatorio. Es el mito fundacional de un imperio finamente labrado en piedra.
El Templo Mayor y las excavaciones que lo rodean, a día de hoy, siguen revelando fragmentos de esa historia. Ofrendas, esculturas y estructuras permiten reconstruir la vida, las creencias y los rituales que dieron forma a una de las ciudades más influyentes del México antiguo y cuya magnificencia asombró no sólo a otras culturas mesoamericanas, sino también a los europeos, quienes dan cuenta de la maravilla que era Tenochtitlan en diversas crónicas.
Así, la fundación de Tenochtitlan fue el inicio de un proceso que dio lugar a una metrópoli dinámica, cruce de culturas y memoria viva de un pasado que sigue latiendo en el centro de la Ciudad de México.
