El milagro del pocito: arte y devoción en la Nueva España
Dentro de los relatos que rodean la aparición de la Virgen de Guadalupe en el cerro del Tepeyac, destaca el episodio conocido como “el milagro del pocito”. Según las narraciones recogidas en la tradición guadalupana, cuando Juan Diego llevó al obispo fray Juan de Zumárraga al lugar donde se le había manifestado la Virgen, este no identificó el sitio exacto. En respuesta, la Virgen María hizo brotar una fuente de aguas claras para señalar el lugar preciso de su aparición. Este hecho milagroso se conmemora en la actual capilla del Pocito, diseñada en el siglo XVIII por Francisco Guerrero y Torres y edificada en la misma ubicación.
Asimismo, este episodio fue inmortalizado por Rafael Ximeno y Planes, destacado pintor de la Nueva España. También el siglo XVIII, Ximeno realizó dos representaciones de este acontecimiento: un lienzo y un fresco ubicado en el techo de la capilla del Palacio de Minería, en la Ciudad de México. Ambas obras capturan no sólo el encuentro entre fray Juan de Zumárraga y Juan Diego, sino también el contexto social de la época, pues muestran a personajes que representaban las diversas clases y castas de la Nueva España, incluidos indígenas, criollos, clero y afrodescendientes.
La obra no sólo es de gran valor artístico, sino que también resalta la dimensión espiritual del milagro, y su significado cultural y político en una sociedad que estaba profundamente estratificada.