Del Monte Carmelo a San Ángel: la Virgen del Carmen una devoción extendida
Una de las advocaciones marianas más difundidas en el mundo católico es la de la Virgen del Carmen. Su origen se remonta a la Edad Media, cuando un grupo de eremitas, inspirados en la figura del profeta Elías, se estableció en el Monte Carmelo y formó la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo.
Según la tradición carmelita, el 16 de julio de 1251, la Virgen se apareció a san Simón Stock, prior general de la orden, y le entregó el escapulario como signo de protección espiritual. Este objeto devocional se convirtió con el tiempo en el símbolo principal del culto a la Virgen del Carmen.
La advocación llegó a la Nueva España el 27 de septiembre de 1585, donde su veneración se extendió rápidamente, especialmente por impulso de los Carmelitas Descalzos. Esta rama reformada de la orden estableció numerosos conventos en el centro del virreinato, entre ellos el de San Ángel, hoy sede del Museo de El Carmen.
A lo largo de la época virreinal, la Virgen del Carmen fue representada en una gran variedad de obras de arte sacro —pinturas, esculturas, relicarios y ornamentos litúrgicos— que subrayan su papel como intercesora de las almas del purgatorio. Muchas de estas piezas forman hoy parte del acervo artístico resguardado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
El Museo de El Carmen, ubicado en el antiguo colegio carmelita del siglo XVII, conserva este patrimonio, testimonio del arraigo de esta devoción en la religiosidad novohispana y de su influencia en el arte colonial.
