Chichén Itzá: astronomía y arquitectura
Entre los siglos los años 950 y 1150 d.C., Chichén Itzá se consolidó como uno de los centros más influyentes del mundo maya. Su traza urbana, los templos monumentales y las estructuras dedicadas a la observación celeste permanecen como testimonio del profundo conocimiento astronómico que sustentó el orden cosmológico, religioso y político de esta civilización. La arquitectura fue no sólo una manifestación de poder y arte, sino también un reflejo del universo que los mayas buscaban comprender y armonizar.
Cada edificio clave en la ciudad posee una orientación cuidadosamente calculada. El Templo de Kukulkán, por ejemplo, está alineado con fenómenos solares como los equinoccios, cuando la luz proyecta la silueta de una serpiente descendiendo por sus escalinatas. Por su parte, la estructura conocida como El Observatorio o El Caracol, con sus muros circulares y ventanas alineadas, permitió registrar el movimiento de Venus, astro fundamental para los calendarios rituales. Este edificio presenta, además, elementos arquitectónicos complejos como túneles de observación horizontal, que algunos expertos han denominado como calibradores.
Chichén Itzá fue una ciudad sagrada y científica: un espacio donde arquitectura, astronomía y religión se entrelazaron para mantener el equilibrio con el cosmos y legitimar el poder.
