Barroco estucado novohispano: el esplendor de la ornamentación
En San Andrés Cholula, Puebla, la iglesia de Santa María Tonantzintla es uno de los ejemplos más extraordinarios y bellos del barroco estucado novohispano. Sus interiores y cúpulas, cubiertas de santos, ángeles, querubines y un abigarrado repertorio decorativo, muestran un universo de formas y colores donde los tonos azules, rojos, rosas y dorados se entrelazan para envolver al espectador en una atmósfera celestial, en la que, como buen barroco, no hay espacio para el vacío.
El barroco estucado, técnica que floreció en la Nueva España durante los siglos XVII y XVIII, se distinguió por el uso de yeserías modeladas que permitían composiciones exuberantes y expresivas. En Tonantzintla, esta modalidad alcanzó una de sus máximas expresiones en el siglo XVIII, pues la ornamentación respeta las líneas arquitectónicas y, al mismo tiempo, las cubre con tal riqueza de formas que parecen convertir el espacio en un tejido vivo.
Más allá de su innegable esplendor visual, en el estucado barroco se refleja la fusión de dos mundos, ya que, aunque inspirado en modelos europeos, la mano y creatividad de los artesanos indígenas dotó a cada ángel, flor y símbolo de un lenguaje propio, cargado de identidad y memoria cultural. Ejemplos como el de Santa María Tonantzintla no solamente deslumbran por su belleza, sino que también testimonian cómo el barroco en México adquirió un carácter único e irrepetible.
