A pesar de los cambios urbanos y de la modernización de la urbe, el pueblo de Iztacalco ha demostrado una notable resistencia en mantener y celebrar sus tradiciones ancestrales. Su arquitectura también desempeña un papel crucial en la preservación de su historia, sirviendo como recordatorio tangible de la herencia cultural. En este lugar, la conservación de las tradiciones no es solo una práctica, sino también una forma de vida arraigada en el tejido mismo de la comunidad.