Taxco de Alarcón, un pueblo mágico enclavado en las montañas de Guerrero, es un testimonio vivo de la fusión entre la riqueza minera y la grandeza arquitectónica virreinal. Sus callejuelas empedradas serpentean entre casonas blancas con techos de teja roja, revelando joyas arquitectónicas como la majestuosa Parroquia de Santa Prisca, una obra maestra del barroco novohispano. Cada rincón de la ciudad cuenta la historia de su esplendor minero, donde la plata no solo forjó la economía, sino también el alma artística y cultural de la zona.