*** La cinta, dirigida por Dora Guzmán, se aleja de las narrativas que abordan al personaje solo como esposa de Francisco I. Madero
*** Coproducida por la Secretaría de Cultura de Querétaro, la Universidad Autónoma de Querétaro y el Ayuntamiento de San Juan del Río, contó con apoyo del INAH
La mañana del 9 de febrero de 1913, el presidente Francisco I. Madero (1873-1913) recorrió, escoltado por cadetes militares, el camino que separa al Castillo de Chapultepec de Palacio Nacional. En una historia paralela, aquella mañana fue la última que el prócer pasó junto a su esposa, Sara Pérez Romero (1870-1952).
A 110 años de distancia, los muros del antiguo Colegio Militar, hoy convertido en el Museo Nacional de Historia (MNH), son la sede para la presentación de Sara: amor y revolución, una nueva película que narra la vida y la obra de esta política, activista e ideóloga mexicana, destacando el rol que tuvo en la construcción de la vida democrática de México.
El largometraje, dirigido por Dora Guzmán y coproducido por la Secretaría de Cultura de Querétaro, la Universidad Autónoma de Querétaro y el Ayuntamiento de San Juan del Río, contó con el apoyo de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), para su realización.
“La película de Sara es el logro de un conjunto de voluntades”, declaró la directora en la conferencia de prensa, la cual fue presidida por el titular del MNH y productor de la cinta, Salvador Rueda Smithers, con la participación de las actrices María Menéndez y Liah Martínez; el actor Javier Bauserman, quien interpreta a Francisco I. Madero; el titular de la Secretaría de Desarrollo Económico, Empresarial y Turismo de San Juan del Río, José Francisco Landeras, y Rodrigo Mendoza, de la producción.
Dentro de esta ficción histórica, la protagonista –interpretada por Liah Martínez, María Menéndez y Ofelia Medina, en su niñez, adultez y vejez, respectivamente–, evoca los recuerdos de su vida, alejándose de las narrativas que la abordan únicamente como consorte y primera dama.
Así, la travesía de Sara inicia en su natal San Juan del Río y sus primeros años en los pueblos de Aculco y Arroyo Zarco, de los cuales salió debido al deseo de su padre, don Macario Pérez –Julio Bracho–, de darle una educación cosmopolita en San Francisco, California.
En esa ciudad, explicó Dora Guzmán, es donde Sara conoció a las hermanas Madero, quienes, como ella, estaban educándose en administración, con miras a hacerse cargo de las propiedades de sus familias.
Durante los años subsecuentes, destacó por el apoyo brindado a Francisco I. Madero durante la causa antirreeleccionista: arengando a los tropas y partidarios, apoyando a cuerpos de enfermería, como la Cruz Blanca, y enviando mensajes cifrados a los aliados del movimiento, entre otras labores.
“Sara –detalló el historiador Salvador Rueda– vivió un gobierno intenso en el que, por primera vez en décadas de dictadura, el hombre común fue tomado en cuenta por la clase política”.
Para el titular del MNH, la fuerza del personaje se ve retratada en episodios clave que ahora son llevados a la gran pantalla. Uno de ellos es la entrevista que, en ese convulso febrero de 1913, tuvo con el embajador de Estados Unidos en México, Henry Lane Wilson, en los días inmediatos a la detención del presidente Madero.
Según ella contó al periodista estadounidense Robert Murray, en 1916, a la petición de abogar por la vida y la libertad del mandatario, Wilson le contestó, en evidente estado de ebriedad, que dejaba todo en manos de Victoriano Huerta y de lo que este considerara fuera mejor para los intereses de la nación.
“Sara: amor y revolución es una película inspiradora. Hoy las mujeres vivimos en democracia y tenemos derecho al voto y a la educación, pero estos fueron conseguidos por activistas y librepensadoras como Sara Pérez Romero quien, incluso, tras volver de su exilio, apoyó hasta su muerte las causas justas”, concluyó Dora Guzmán.
La cinta contó con el apoyo de Memórica y de más de 35 instancias públicas y privadas. Es, además, el octavo largometraje que ha contado con la autorización del INAH para grabar en el Castillo de Chapultepec.