*** Luego de su inscripción en el Inventario de Patrimonio Cultural Inmaterial de México, se dará paso al plan de salvaguardia
*** La importancia de la representación, con 180 años de historia, radica en lo que simboliza para quienes la realizan y atestiguan anualmente
La reciente inscripción de la representación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en Iztapalapa en el Inventario de Patrimonio Cultural Inmaterial de México, marca un hito para todos los actores sociales que buscan que esta tradición pueda, a mediano plazo, obtener el reconocimiento internacional de su valor inmaterial.
Para los especialistas de la Secretaría de Cultura federal y del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) que se han sumado a los afanes de las y los habitantes de Iztapalapa, más allá del reconocimiento en sí mismo, la inscripción ante la Comisión Nacional de Patrimonio Cultural Inmaterial (CNPCI) representa la oportunidad para preservar las bases más profundas de la escenificación, la cual, este 2023, llega a 180 años de práctica ininterrumpida.
De acuerdo con la Subdirección de Patrimonio Cultural Inmaterial (SPCI) del INAH, la importancia del popular viacrucis rebasa la cobertura mediática de la que es objeto y los millones de personas que acuden a él, porque, fundamentalmente, radica en lo que significa para sus pobladores.
Desde 1843, año con año, los ocho barrios originarios de la alcaldía (San Lucas, San Pedro, San Miguel, San Pablo, San Ignacio, San José, La Asunción y Santa Bárbara), se organizan de manera colegiada y horizontal para llevar a cabo la representación.
Bajo el liderazgo del Comité Organizador de Semana Santa en Ixtapalapa AC (COSSIAC), organismo en el que solo pueden participar mujeres y hombres nativos de los ocho barrios, y de diversos cuerpos de voluntarios, se coordina a más de 500 actores, así como actividades de limpieza y de logística, que dan cuenta del complejo y amplio tejido social que hay detrás de esta tradición.
Cabe recordar que los orígenes de esta representación se remontan a 1833, cuando los vecinos de Iztapalapa juraron al Señor de la Cuevita organizar una procesión anual de agradecimiento si ponía fin a la epidemia de cólera morbus que, en ese momento, azotaba a la ciudad.
Una década más tarde, inspirados en la tradición del teatro evangelizador medieval, la comunidad dio inicio a la representación de la Semana Santa, enriqueciéndola cada año con diversos elementos. Así, cuando en 1866 fue publicado El mártir del Gólgota, una novela en la que Enrique Pérez Escrich narró la vida de Jesucristo, esta comenzó a usarse como base de los diálogos y pasajes actuados por los iztapalapenses.
De igual modo, actos específicos como los cambios de escena de los soldados romanos durante el Jueves y Viernes Santos, incorporan desde inicios del siglo XX a la Marcha Dragona, un himno de caballería compuesto para el Ejército Mexicano.
“El COSSIAC cuenta con capacidades muy claras que, como instituciones, solo buscamos fortalecer, de modo que cada reconocimiento contribuya a la salvaguardia de esta manifestación cultural, es decir, a garantizar que tenga continuidad en las generaciones futuras, sin tergiversar su sentido simbólico original”.
Para la SPCI del INAH, una futura postulación de la representación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en Iztapalapa ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, encaminada a obtener el reconocimiento como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, es factible.
En aras de ello, y ya con la inscripción en el inventario de la CNPCI, cuando termine la representación de la Semana Mayor de este año, se continuará el trabajo con las y los habitantes de Iztapalapa en el siguiente paso: la elaboración de un plan de salvaguardia.
Dicho documento permitirá focalizar e iniciar la atención de los retos identificados en el inventario, con miras a que, en el mediano plazo e igualmente desde la voz de la propia comunidad, se pueda presentar la propuesta ante la Unesco.