*** Fue uno de los artistas convocados a plasmar su arte en el Museo Nacional de Antropología, donde pintó un mural sobre la majestuosidad de Monte Albán
*** Sus allegados reivindicaron las lecciones y convicciones, la generosidad y el arte de quien fuera director de la Escuela de Artes Plásticas de San Carlos
Familiares, amigos y discípulos evocaron a Antonio Trejo Osorio (1922-1986) en el Museo Nacional de Antropología (MNA), donde el creador pintó un mural sobre la majestuosidad de la antigua ciudad de Monte Albán, en la Sala Culturas de Oaxaca. A propósito del centenario de su natalicio, sus allegados reivindicaron las lecciones y convicciones, la generosidad y el arte de quien fuera director de la Escuela de Artes Plásticas de San Carlos.
A nombre de la secretaria de Cultura del Gobierno de México, Alejandra Frausto Guerrero, la directora del Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías, Emma Yanes Rizo, agradeció la iniciativa de la familia Trejo para realizar este homenaje póstumo.
La también investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), recordó que ella fue una de varios jóvenes con inquietudes artísticas, que tuvieron acogida en la casa del matrimonio formado por el pintor Antonio Trejo y la ceramista Rafaela Barajas.
En ese hogar –dijo–, se respiraba libertad de creación y respeto, una forma de pensar consecuente con la actitud que tuvo Antonio Trejo cuando fue director de la Escuela de Artes Plásticas, en los aciagos momentos del movimiento estudiantil de 1968, en los que dio su total respaldo y apoyo a los estudiantes.
La historiadora Dení Trejo Barajas hizo una breve semblanza de su padre, quien nació en el seno de una familia campesina del Valle del Mezquital, en Ixmiquilpan, Hidalgo, y cuyo gusto por el dibujo lo condujo a la Escuela de San Carlos, en el corazón de la Ciudad de México, donde tuvo maestros como el grabador Alvarado Lang, y pintores como José Chávez Morado y Alfredo Zalce.
Destacó que sus primeras obras, sobre todo de grabado, tienen que ver con el paisaje de su infancia y otras zonas del país, así como la vida de los barrios, que le impactó al llegar a la capital del país, en la década de 1940. En los años 50 inició su periplo por Michoacán y Jalisco, y en 1958 regresaría a San Carlos, donde permaneció como profesor de dibujo, pintura y grabado, hasta 1979, cuando se retiró para dedicarse a su trabajo personal.
“En su interés por temáticas sociales y políticas, buscó incesantemente otras formas de expresión, en términos formales y de temáticas, pasando a un tratamiento más profundo acerca del movimiento, migración de grupos humanos; de la contaminación ambiental, del sufrimiento de la gente de pueblo o de la guerrilla. En su trabajo también se observa el tránsito entre el mundo real y el onírico, escenas mitológicas y simbólicas e, incluso, la lucha entre el mundo europeo y americano”.
La académica de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, anotó que su padre no firmó buena parte de su producción, dejando obras aparentemente inconclusas, lo que, quizás, obedeció “a no querer ser complaciente con su propia obra, y alguna actitud política en resistencia al mercado del arte, así como la superficialidad que él le adjudicaba al mundo del arte, las galerías y las exposiciones”.
En la mesa celebratoria de la vida y obra de Antonio Trejo Osorio, llevada a cabo en el Auditorio Jaime Torres Bodet del MNA, también participaron el director de este recinto, Antonio Saborit García Peña; el curador y miembro fundador del Taller de Arte e Ideología, Alberto Híjar; el artista visual José de Santiago, y el artista plástico interdisciplinario Jorge Lazcarro.
La ocasión cerró con las interpretaciones de Cuauhtémoc Trejo y Michael Severens, primer flautista y primer chelista de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato, y la participación poética de Alejandro Ortiz González.