*** Las y los biólogos, partícipes del Proyecto Templo Mayor, han registrado seis filos: esponjas, corales, equinodermos, insectos, moluscos y cordados
*** En 45 años se han identificado más de 500 especies en las ofrendas colocadas en las edificaciones del antiguo centro ceremonial de los mexicas
Como axis mundi del pueblo mexica, el Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan es un rompecabezas de símbolos, entre cuyas piezas descubiertas en los últimos 45 años, producto de las excavaciones emprendidas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), los restos faunísticos han aportado información invaluable para comprender su entramado cosmogónico.
Tal es el eje de Los animales y el Recinto Sagrado de Tenochtitlan, libro editado por El Colegio Nacional (Colnal), el cual fue presentado por algunos profesionales del INAH, instancia de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, que han trabajado en torno a este “bestiario maravilloso”, el cual por siglos convivió dentro de cajas de ofrenda con otros inapreciables elementos minerales, vegetales y humanos.
La coordinadora nacional de Arqueología del INAH, Martha Lorenza López Mestas, declaró: “Presentar esta obra es un honor porque es el reflejo de un proyecto que ha tenido una larga trayectoria y que se ha caracterizado por ser uno de los pocos programas, si no es que el único, que cumple con todas las encomiendas de investigar, conservar, difundir y enseñar”.
El investigador emérito del INAH, Eduardo Matos Moctezuma, expresó que en 1978, cuando arrancó sus actividades, el Proyecto Templo Mayor (PTM) convocó a especialistas del entonces Departamento de Prehistoria y permitió a biólogos como Ticul Álvarez, Óscar Polaco y Fabiola Guzmán (a quien se dedica la obra) atisbar la variedad de fauna que llegó a la capital tenochca, procedente de los océanos Atlántico y Pacífico, el septentrión mesoamericano y el sureste.
Fuentes como el códice Matrícula de Tributos, dijo, ya referían la variedad de bienes que debían entregar los pueblos sujetos a la Triple Alianza. Esa biodiversidad, presente en los testimonios faunísticos, como osamentas de aves y felinos, materiales malacológicos (corales), entre otros, fue verificándose en las sucesivas temporadas del PTM, labor que continúa hasta el día de hoy.
El director del PTM y coordinador del ciclo de conferencias “La arqueología hoy”, del Colnal, Leonardo López Luján, dio un panorama de la zoología derivada de los descubrimientos en 16 edificios del recinto ceremonial, incluido el Huey Teocalli, dedicado a las deidades Huitzilopochtli y Tláloc, donde se han extraído 209 ofrendas, la última encontrada apenas hace dos semanas.
“Los biólogos que han participado en el proyecto a lo largo del tiempo han identificado seis filos distintos en ese universo animal: esponjas, corales, equinodermos, insectos, moluscos y cordados, y dentro de estos últimos pueden enlistarse peces cartilaginosos y óseos; anfibios, reptiles, aves y mamíferos que, incluso, fueron objeto de prácticas taxidérmicas antes de colocarlos en las ofrendas.
“Lo que caracteriza este corpus arqueológico es la enorme biodiversidad, ya que se han registrado más de medio millar de especies, tan solo en el depósito ritual 126 se identificaron 1,800 individuos, pertenecientes a 167 especies, lo cual abate todas las marcas”, manifestó.
El arqueólogo reiteró la importación de la gran mayoría de las especies, e hizo hincapié en que, pese a habitar una isla, los tenochcas no consideraron a los peces del Lago de Texcoco para integrarlos en las ofrendas a las divinidades. Por el contrario, se decantaron por aquellos de extraña apariencia, no comestibles, obtenidos a más de 300 kilómetros.
Por ejemplo, con el apoyo del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la Universidad Nacional Autónoma de México, mediante microscopio electrónico, se han analizado los sedimentos al fondo de las cajas de ofrenda, identificándose nuevas especies, como los pepinos de mar, del grupo de los equinodermos.
Otro aspecto que ha interesado a las y los especialistas, concluyó López Lujan, es el referente al vivario que servía de solaz del tlatoani Moctezuma y su corte. Al respecto, el arqueólogo Israel Elizalde Méndez ha reportado cómo algunas especies eran alimentadas, por ejemplo, con codornices, y mantenidas en cautiverio dentro de jaulas.
La presentación de Los animales y el Recinto Sagrado de Tenochtitlan también contó con los comentarios del biólogo del INAH, Joaquín Arroyo-Cabrales, y del presidente fundador de la Sociedad Mexicana de Arrecifes Coralinos, Pedro Medina-Rosas.