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Hombres, mujeres y niños de San Bernardino de Milpillas Chico, en Durango, participan en la conmemoración de la Semana Mayor. Foto: INPI

• Los o’dam han incorporado elementos propios de su cultura a esta conmemoración católica

• La representación de la pasión de Cristo inicia el Miércoles Santo y termina el Domingo de Resurrección, con la quema del Judas de zacate

Boletín 174

 

La Semana Santa en México es uno de los rituales religiosos más emblemáticos de nuestra cultura. Además de la popular escenificación del viacrucis en Iztapalapa, existen otras manifestaciones de gran tradición, tal es el caso de la representación de la pasión de Cristo que hacen los tepehuanos del sur, en la comunidad de San Bernardino de Milpillas Chico, en Durango.

 

Los o’dam, como se autonombra este grupo étnico, cuyo nombre deriva del nahua y significa “dueño de cerros”, anualmente realizan una procesión para conmemorar la pasión, muerte y resurrección del Nazareno, tradición que se ha transmitido de generación en generación y ha sufrido pocas modificaciones a lo largo de décadas.

 

Con la participación de mujeres, hombres, niñas y niños, la conmemoración comienza el Miércoles Santo, continúa los días Jueves y Viernes Santo, el Sábado de Gloria, y culmina el Domingo de Resurrección.

 

Durante la Semana Mayor, dos grandes grupos de personas se encargan de preparar atole, frijoles y tortillas para alimentar a toda la comunidad, ubicada al norte del municipio Pueblo Nuevo, en las inmediaciones de la Sierra Madre Occidental.

 

Los días santos se prohíbe “vender en las tiendas, tomar alcohol, bañarse, enamorar, hacer sonar campana alguna, se interrumpe la energía eléctrica y no debe oírse música por ningún motivo”, así lo indica la crónica de Juan Gamiño, et. al.

 

La llegada de los fariseos y el anuncio de que Jesús el Nazareno ha sido aprehendido marcan el inicio de la representación, en el también llamado Miércoles de Tinieblas, el cual hace referencia a la noche en que Judas traiciona a su maestro.

 

Como parte de las costumbres locales, los tepehuanos colocan las figuras del Santo Señor Santiago y de la Virgen de la Soledad a un costado del Nazareno, para acompañarlo en la prisión.

 

El Jueves Santo, con ramas de pino, algunos colonos limpian el camino que seguirá la procesión en el viacrucis, mientras quien representa a Jesús avanza con la cruz al hombro y su comitiva; aparecen dos cantores y un coro de mujeres que narran la pasión, con el sonido de una gran matraca al fondo, la cual se toca desde el atrio de la iglesia.

 

Al día siguiente, por la mañana, las y los creyentes se reúnen cerca del templo para continuar con la marcha. Se decora la urna del Nazareno con flores multicolores, y un grupo de jóvenes toca unas flautas denominadas kui vakar, elaboradas especialmente para la ocasión, mientras los cantores y el coro recitan algunas letanías y lamentan la muerte del profeta.

 

El Sábado de Gloria, los fariseos se retiran después de romper sus lanzas y, entre el sonido de tambores, trompetas, guitarras y campanas, se abre la gloria.

 

En el poblado cesan las prohibiciones y la gente se reúne en el templo, donde hombres y mujeres bailan la tradicional danza del arco, al son del violín. Después, se deleitan con música vernácula y, por último, en el atrio ofrecen reverencias al Santo Señor Santiago.

 

En la madrugada del Domingo de Pascua una nueva procesión recorre los cuatro calvarios, colocados en dirección a los puntos cardinales, con el Santo Señor Santiago, el cual es llevado al templo para dar fin al recorrido.

 

En San Bernardino, la Semana Santa culmina con la quema del Judas de zacate, figura hecha con proporciones humanas, al que algunos hombres disparan y después se le prende fuego.

 

A diferencia de otras representaciones de dicha tradición católica, los tepehuanos del sur han incluido elementos propios de su identidad, como la música vernácula, los cánticos que narran el viacrucis, la matraca de madera que da ritmo a la celebración, la gran fogata que se enciende a un lado de la iglesia, como símbolo de protección para la comunidad, y la elaboración de la kui vakar, instrumento de carrizo que solo se permite tocar el Jueves y Viernes Santo.

 

La Semana Santa, como otras tradiciones, condensa la visión y el sentido que las diferentes comunidades otorgan al mundo, y en el caso de este pueblo, es una muestra de cómo preservan su identidad a través de sus costumbres.

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