• Aparición de la Virgen a san Ignacio de Loyola fue creada en el esplen-dor del Colegio Jesuita de San Francisco Javier, en el siglo XVII
• Será pieza estelar de la próxima exposición del recinto con sede en Tepotzotlán: La Compañía de Jesús, raíces locales y redes globales
Antes de ingresar a la capilla, los novicios del Colegio Jesuita de San Francisco Javier, en Tepotzotlán, en el Estado de México, contemplaban una pintura que les recordaba su observancia para con la orden, Aparición de la Virgen a san Ignacio de Loyola, la cual a más de tres siglos recuperó su esplendor tras un proceso de restauración.
La obra, cuyo estudio e intervención estuvo a cargo de la Secretaría de Cultura federal, a través de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM), del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), será pieza estelar de la próxima exposición del Museo Nacional del Virreinato: La Compañía de Jesús, raíces locales y redes globales.
La titular del Taller de Restauración de Pintura de Caballete de la ENCRyM, Magdalena Castañeda Hernández, no duda del lugar que ocupará esta obra en la muestra temporal, por sus dimensiones –sobrepasa los tres metros de alto y los dos de anchura– y porque el pintor anónimo capturó en la escena las grandes devociones del santo: la Virgen María, su sacerdocio y su amor a la Eucaristía.
Recuerda que el óleo arribó al taller hace una década con dos problemáticas principales: un cambio de formato y la resistencia insuficiente de la tela de soporte, las cuales fueron atendidas con tratamientos adecuados. No obstante, la entrega del bien al museo fue atrasándose por varias circunstancias, entre ellas, la reestructuración del propio recinto y la contingencia sanitaria.
De acuerdo con la restauradora perito y profesora de la ENCRyM, tiempo después de su creación, la pintura fue instalada en un marco con ángulos u ochavado, de ahí el doblez que mostraban sus esquinas superiores.
La recuperación del formato rectangular ahora permite ver completo el cortinaje carmesí que abre la escena de fondo: una visión de la Purísima Concepción dentro de un rompimiento de Gloria, rodeada de ángeles, querubines y serafines, y a sus pies la leyenda Tota Pulchra es Amica Mea et Macula non Estinte Misterium Fidei ("Toda pura eres amiga mía y no hay mancha en ti. Misterio de Fe").
En la parte media del cuadro se ve al fundador de los jesuitas con hábito negro, sosteniendo en la mano derecha una custodia, arma del cristianismo, y en la izquierda un libro con el lema de la orden: Ad Maiorem Gloriam Dei ("A la Mayor Gloria de Dios”), seguido de Regule Societatis Jesu (“La Regla de la Compañía de Jesús”), una escena que, día con día, observaron los novicios.
Castañeda Hernández abunda que, a pesar de su intervención, la obra se examinó nuevamente a finales de 2021, advirtiendo microrroturas en el soporte textil, un tejido de mantelillo con que se elaboraban blancos en el siglo XVII, que el artista tomó por lienzo al carecer de costuras y facilitaba la creación pictórica.
El dictamen se basó en los análisis de un equipo interdisciplinario de la ENCRyM. La historiadora del arte Paula Mues Orts abordó la parte histórica e iconográfica de la pieza; y las tomas radiográficas y los análisis físico-químicos, para conocer el estado de conservación y técnicas de manufactura, estuvieron a cargo de los especialistas Josefina Bautista Martínez y Javier Vázquez Negrete.
“Las consolidaciones de la capa pictórica presentaban problemas y esta comenzó a levantarse, por lo que decidimos aplicar un reentelado holandés a la cera-resina, a fin de reforzar la estructura del lienzo original”, detalla.
Esta labor, a la que siguió la colocación de injertos y resanes en zonas faltantes, la reintegración de color y la aplicación de barniz, contó con la ayuda de prestadores de servicio social, en virtud de que los talleres de la ENCRyM tienen el propósito de que “el alumno asuma una responsabilidad frente al patrimonio”, finalizó la especialista.
