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• Fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial del Estado de México, el 14 de abril de 2023, al cumplirse 201 años de su práctica

• En la entidad hay más de 100 cuadrillas que la ejecutan a lo largo del año en las diferentes fiestas patronales

Boletín 508

 

Ocoyoacac, Edomex.- Ayer, 6 de agosto, la comunidad agrícola de San Pablo y San Pedro Atlapulco, de origen otomí, celebró la Fiesta del Divino Salvador o Señor de la Caña, para bendecir los productos del campo, con la ejecución de la danza de arrieros, manifestación cultural que fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial del Estado de México, el 14 de abril de 2023, gracias a la preservación de los usos y costumbres por 201 años.

 

La Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia, atendió a la invitación de algunas de las personas encargadas de la mayordomía 2023-2024: los caseros, Maribel Villela Esquivel y Roberto Victorio Padua; los tesoreros, Magnolia García Saldaña y Federico Sánchez Mateos; los secretarios, Aide Alcántara Salinas y Felipe Montes; Salvador Mendieta y Francisco Alcántara Solano.

 

Cada año, a través de la asignación de manzanas, se pasa el mando de la mayordomía. La organización de las fiestas patronales es una de las actividades centrales de la comunidad, y dentro de ellas la práctica de la danza de arrieros congrega a niñas, niños, jóvenes y adultos mayores en una de las cuadrillas que gestó esta expresión.

 

Maribel Villela Esquivel explicó la relevancia de esta actividad: “Este año hay registradas 200 personas para realizar los 33 jarabes. Para nosotros es motivo de alegría y orgullo compartir nuestras tradiciones, porque forman parte de nuestro día a día”.

 

La fiesta comenzó con una procesión desde las afueras del pueblo, ubicado a 10 kilómetros de La Marquesa, que llegó a la parroquia, donde se ofició una misa. Los hombres y niños que participan en las cuadrillas van vestidos de calzón y camisa de manta, faja, huaraches, morral, sombrero de astilla, paliacate y gabán de lana morados –en la fiesta principal, el 29 de junio, son rojos–.

 

De la iglesia se sacan las imágenes para colocar el altar en los dos corrales techados que flanquean el atrio. Ahí, una a una, se ejecutarán las piezas que componen la danza, durante la cual los cocineros (pascualitas) preparan mole, arroz, elotes y atole, que se servirá a los patrones y a los arrieros, quienes bailan en círculos dentro del corral, comandados por estandartes. En cada vuelta van contando, bailando y representando una parte de la faena ancestral: la llegada, la comida, el atole, la raya, el registro, la emparejada, etcétera. Entre las ofrendas llegan panes, fruta, gelatinas, las cuales se reparten entre la comunidad al ritmo de la música que no para, hasta las 23:00 horas.

 

Elementos como el incienso, las semillas de maíz, fruta y tortillas se mezclan con el Cristo, al son de las melodías que ejecutan los músicos del pueblo, las cuales comenzaron, como cuenta el cronista del pueblo, Alfredo Núñez Callejo, con una guitarra y un violín, para pasar a la pequeña orquesta con trompetas, saxofones, tuba y la batería, como la conocemos hoy en día.

 

De acuerdo con el expediente de la declaratoria, la comunidad de Atlapulco fue lugar de paso de hacendados, campesinos y tlachiqueros. Esta antigua danza se remonta a cuando los viajeros transportaban mercancías hacia los pueblos y estados vecinos.

 

Desde 1607, los arrieros de Atlapulco trabajaron al servicio de la Real Casa de Moneda, suministrando carbón a pie; a su regreso al pueblo, acudían al templo para darle gracias a Dios por la jornada, y rendían cuentas a su patrón. La recreación de estas experiencias conforman los nombres de los personajes, sones, alabanzas y jarabes que se desarrollan a lo largo de varias horas (o dos días, en la fiesta mayor, tres días antes de la Cuaresma, el Miércoles de Ceniza).

 

Los fundadores, cuyos registros datan el origen de la tradición hacia 1823, fueron Félix Solano y Camilo Zacarías (primer casero), y los músicos Bartolo Romero (violinista) y Julián Jiménez (guitarrista).

 

“Ya llegamos los arrieros / de este pueblo de Atlapulco / rendiremos homenaje / a nuestro señor Jesucristo”, dice uno de los primeros cantos, los cuales expresan gratitud a Dios. Pasos y alabanzas recrean el pasado de los forjadores de la tradición, para mantenerla como un legado vivo de lo que fueron y los riesgos que atravesaron en esas travesías. Hoy, se vive alegría, devoción, a un compás de vaivén que sostiene los esfuerzos de los seis mil mexiquenses que habitan en Atlapulco, Ocoyoacac, Estado de México.

 

Las personas responsables de la manzana de la avenida de la Veracruz, que son responsables de las festividades este 2023-2024, son: Juan Victoria Solano, Rosario Peña, Osvaldo Plata, Marlén Juárez Ramírez, María Elena Díaz, Olivia Ángeles, Artemio Ángeles Villada, Sara Mateos, Marisol Samano Avilez, Ana Karen y Eduardo Sánchez, Alberto Victoria, Lucero Díaz, Salvador Mendieta, Guadalupe Ramírez, Mónica Rivera, Aidé Alcantara Salinas, Felipe Montes Santiago, Federico Sánchez Mateos, Magnolia García Saldaña, Guadalupe Miramón, Roberto Victoria Padua y Yadira Maribel Villela Esquivel.

 

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