*** Una excavación arqueológica permitió identificar ocupaciones humanas asociadas a los periodos Precerámico y el Posclásico (7516 a.C. a 1390 d.C.)
*** Se recuperaron materiales cerámicos, artefactos líticos tallados, restos botánicos y huesos de animales con huellas de exposición al fuego
Una gran cantidad de sedimento mantuvo a resguardo de los efectos del tiempo, evidencias de la ocupación de la Cueva de la Paloma, en el Valle de Oaxaca, durante el periodo Posclásico (1276 a 1390 d.C.), y otras mucho más antiguas que hacen referencia a su uso temporal por grupos de cazadores-recolectores, hace más de 9,000 años.
Los descubrimientos son resultado del proyecto arqueológico Paisaje, Arte Rupestre y Ocupación en las Cuevas Prehistóricas del Valle de Oaxaca (PAROCVO), implementado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), con apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
Los integrantes de la iniciativa de investigación, Carlos Viramontes Anzures, Jesús Eduardo Medina Villalobos y Claudia Jael Jiménez Mu, dieron a conocer que, como parte de su segunda temporada de campo, en 2022, se realizó una excavación en esta cueva, de 40 metros de ancho por 20 de profundidad y que en ciertas zonas alcanza una altura máxima de 6 metros.
Aun cuando se trata de uno de los sitios del Valle de Tlacolula, localizado en el área declarada como Patrimonio Mundial, por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y las Cultura, refieren que no había sido explorado de forma exhaustiva para comprobar, entre otros aspectos, si tuvo ocupación humana en el periodo Precerámico (11000-2000 a.C.).
La Cueva de la Paloma es parte del Área Destinada Voluntariamente a la Conservación El Fuerte, dentro del ejido Unión Zapata; los arqueólogos advierten su proximidad con Guilá Naquitz (a 350 metros), un abrigo rocoso donde, en la década de 1960, se hallaron restos de bule y calabaza de 10,000 años, considerados las evidencias de plantas domesticadas con mayor antigüedad descubiertas en América, hasta el momento.
Explicaron que el piso de la cámara de la Cueva de la Paloma mostraba un buen estado de conservación y sobre el mismo se advertían fragmentos de recipientes cerámicos e instrumentos de molienda, además de un fogón. La exploración inició con dos pozos de sondeo en la parte central del lugar y, ante la evidencia hallada, la excavación se amplió a 54 metros cuadrados.
La estratigrafía permitió detectar cuatro capas contemporáneas de ocupación y cuatro más antiguas. Las dataciones por espectrometría de masas con aceleradores, realizadas por las investigadoras del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México, Corina Solís Rosales y María Rodríguez-Ceja, arrojaron un rango que va de los años 1276 a 1390 d.C., para las capas que corresponden al Posclásico Tardío; mientras que las muestras de los estratos precerámicos comprenden de 7516 a 2455 a.C.
Carlos Viramontes, Jesús Medina y Claudia Jiménez explican que el registro exhaustivo de los estratos más antiguos permite afirmar que la Cueva de la Paloma presenta ocupaciones de carácter estacional, asociadas con grupos de cazadores-recolectores. Más de 3,500 años después, el sitio fue ocupado por grupos zapotecos para depositar ofrendas, como lo demuestran un par de vasijas miniatura y un cántaro cubierto por un cajete, a modo de urna, encontrados in situ.
Los materiales líticos de los contextos precerámicos, como desechos de talla, indican que el trabajo dentro de la cueva estaba enfocado a contar con herramientas básicas, pues se identificaron principalmente núcleos, lascas, raederas y raspadores: “no se localizaron puntas de proyectil o bifaciales -como las de Cueva Blanca o Guilá Naquitz-, pero sí hallamos herramientas elaboradas en hueso, así como restos de ave y tortuga con huellas de exposición al fuego; también fogones con restos carbonizados de plantas”.
Aunque fueron escasos los restos macrobotánicos recuperados, hasta el momento los análisis realizados por la investigadora de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Gabriela Domínguez Vázquez, han permitido identificar el polen de, al menos, 40 especies, como yuca, guayaba, chile, quelite y epazote. Es decir, mayoritariamente plantas silvestres, “fundamento de la dieta de estos grupos, aun cuando ya tenían conocimiento de algunas especies domesticadas”, señalan los integrantes del PAROCVO.
Finalmente, los arqueólogos reconocen que esta información sitúa a la comunidad de Unión Zapata como uno de los lugares más importantes en la región para el estudio, la conservación y la difusión de los sitios más antiguos en el Valle de Oaxaca.