*** En ese lugar se han hallado más de 500 tiros de minas, mayormente explotados por la Triple Alianza y los toltecas entre 950 y 1521 d.C.
*** Los talleres teotihuacanos se habrían especializado en enviar preformas desde el yacimiento hacía la metrópoli, donde eran transformadas en herramientas o armas
Durante más de dos mil años, múltiples grupos humanos explotaron los yacimientos de obsidiana verde de la Sierra de las Navajas, actualmente ubicada en el Estado de Hidalgo. La antigua sociedad teotihuacana, cuya metrópoli se ubica a 50 kilómetros de la formación natural, no fue la excepción; sin embargo, subsisten interrogantes respecto a cómo aprovechaban tal recurso natural.
Al participar en el simposio “Proyecto Teotihuacan, 60 años 1962-2022”, el investigador de la Dirección de Estudios Arqueológicos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Alejandro Pastrana Cruz, brinda un acercamiento al funcionamiento de los yacimientos teotihuacanos localizados en dicha serranía.
Es conocido, explica, que Teotihuacan fue una sociedad compleja, “con clases e instituciones militares, comerciales y religiosas” que, del año 150 a.C. al 650 d.C., usó la obsidiana en procesos artesanales, la producción de armamento y de instrumentos para el culto, llegando además a representarla en numerosos murales de índole religiosa.
Y si bien, agrega, en la Sierra de las Navajas se han localizado más de 500 tiros de minas, una dificultad para encontrar los que datan de la época teotihuacana, es que muchos de ellos fueron reusados o sellados durante la explotación tolteca de la sierra, entre los años 950 y 1150 de nuestra era, y luego, en el periodo de la Triple Alianza de 1150 d.C., a los inicios del siglo XVI.
A pesar de lo anterior, gracias al análisis de la propia obsidiana verde, así como por el hallazgo de piezas cerámicas y de arquitectura coincidente con la temporalidad teotihuacana, se tienen datos sobre el funcionamiento cotidiano de los talleres mineros.
“Tenemos talleres pequeños, organizados en torno a un fogón, los cuales debieron pertenecer a familias ampliadas, dada la presencia de juguetes, restos óseos de animales de consumo alimenticio e, incluso, de algunas piezas de obsidiana mal trabajadas, que pudieron haber sido talladas por niños, como entretenimiento, o por jóvenes aprendices”, detalla.
Tanto en estos talleres familiares, como en otros que pudieron ser más especializados, en función de la calidad de los elementos localizados y la presencia en ellos de más de un horno, se habrían elaborado puntas de proyectil, cuchillos de uso ritual o talladores para crear otras armas hechas en madera, como los atlatl (propulsores de dardos).
El académico comenta que otra línea de investigación, la cual recurre a la arqueología experimental para replicar los procesos productivos, apunta a la posibilidad de que las navajas y puntas de proyectil fueran “los artefactos de obsidiana que mayor demanda tenían desde Teotihuacan” y, posiblemente, trabajados parcialmente en la Sierra de las Navajas, a fin de que otros artesanos pudieran terminarlos en los talleres de la gran urbe prehispánica.
“La principal producción en los yacimientos de la sierra fueron las preformas, y considerando que la talla teotihuacana es muy especial, al grado que un solo golpe equivocado puede arruinar la materia prima, debió ser más eficiente hacer las preformas en el yacimiento y terminar las puntas en Teotihuacan”, argumenta.
Por último, el arqueólogo Alejandro Pastrana Cruz hace un llamado a preservar el entorno natural de la Sierra de las Navajas, así como a crear conciencia colectiva para evitar el saqueo de esta roca vítrea, la cual, “es geológica y químicamente única en el mundo”.
