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Homenaje al arqueologo Ruben Cabrera.En el marco INAHFest.Ecatepec,Estado de Mexico

Familiares rinden homenaje a la vida y obra del arqueólogo Rubén Cabrera, “el nieto de Cuauhtémoc”

 

*** Los hijos del investigador emérito del INAH, Rubén y Oralia Cabrera Cortés, dictaron una conferencia en el marco del INAHfest Ecatepec

*** Evocaron el impulso que dio al conocimiento de la zona nuclear y los barrios periféricos de la Zona Arqueológica de Teotihuacan

Boletín 420

 

Como muchas de las personas oriundas de Coatepec Costales, un pequeño poblado del municipio guerrerense de Teloloapan, el arqueólogo Rubén Cabrera Castro (1934-2023) se asumía como “nieto de Cuauhtémoc”, el heroico tlatoani que enfrentó el asedio final de Tenochtitlan, pues se dice que la abuela de este gobernante nació, precisamente, en esta localidad.

 

Y aunque esta anécdota pudiera hablar de su predestinación a la arqueología, el encuentro entre esta disciplina y Cabrera, a cuya vida y obra se rindió hoy un homenaje en el marco de la tercera jornada del INAHfest que se realiza en Ecatepec, Estado de México, fue tanto complejo como fortuito.

 

Los hijos del investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Rubén y Oralia Cabrera Cortés, dictaron una sentida conferencia centrada en el científico y en el entrañable compañero.

 

Recordaron que, aunque el acta de nacimiento de su padre está fechada en 1934, él fue registrado después de su alumbramiento, por lo que este 2023 habría cumplido 89 años en el papel, pero 93 en realidad.

 

Nacido en una familia nahuablante, encabezada por Feliciano Cabrera y María Castro, atravesó por pruebas difíciles desde sus primeros años, ya que tanto su padre y su madre fallecieron antes de que él cumpliera nueve años.

 

A esa edad migró a Iguala y a Cuernavaca, donde comenzó a trabajar como repartidor de periódicos y a tocar los platillos en una banda de música. En la capital morelense entró en contacto con la familia Cerezo, propietaria de una posada, la cual le ofreció un lugar para vivir y le permitió terminar la escuela primaria.

 

Junto con estos benefactores, Rubén Cabrera se trasladó a la Ciudad de México para trabajar en una perfumería de dicha familia y estudiar la secundaria nocturna, más tarde, cursó la preparatoria en el antiguo Colegio de San Ildefonso.

 

Sobre el encuentro de su padre con la antropología y la arqueología, los hijos del investigador señalaron que este suceso fue, literalmente, accidentado, pues en los años 50, Cabrera sufrió una caída en motocicleta que lo obligó a dejar su trabajo y sus estudios iniciales en arquitectura.

 

“Nos contó que, en cierta ocasión, caminando por la calle de Moneda, alguien le entregó un panfleto y le recomendó inscribirse en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, donde le dijeron que también se le podría dar una beca”, rememoró Rubén Cabrera Cortés.

 

A partir de entonces inició una meteórica carrera que lo llevó a ser maestro en arqueología por la ENAH e, incluso, a retomar, en su doctorado, su pasión por la arquitectura, en la Universidad Nacional Autónoma de México.

 

Oralia Cabrera expuso algunos de los proyectos más destacados de su padre, como su participación, en los años 60, en la exploración arqueológica que acompañó a la construcción de la Línea 1 del Metro de la Ciudad de México.

 

“Contaba la anécdota de cómo él y otros de sus colegas se sentaron muchas veces en las zanjas para evitar el ingreso de la maquinaria y salvar patrimonio, como la propia Pirámide de Ehécatl, que se exhibe en la estación Pino Suárez, pues los trabajadores tenían la encomienda de acelerar los procesos con el uso de excavadoras”.

 

Además de indagar en la historia de su natal Guerrero, del Estado de México, Morelos y otros territorios, Cabrera Castro dedicó la mayoría de sus 64 años dentro del INAH a investigar la Zona Arqueológica de Teotihuacan, donde no solo priorizó las áreas monumentales, sino también espacios periféricos, como el barrio de La Ventilla.

 

“En 1986 trabajé bajo las órdenes de mi padre en este mismo lugar, la Casa de Morelos, donde, con apoyo del antropólogo físico Zaid Lagunas Rodríguez, hallamos el entierro de una mujer adulta con una ofrenda teotihuacana, en el área de la Capilla de San Juan Acalhuacan”, apuntó la arqueóloga Oralia Cabrera.

 

Los hijos del investigador, quienes estuvieron acompañados por la viuda de este, Mercedes Cortés Hernández, agradecieron a la Secretaría de Cultura del Gobierno de México y al INAH por el homenaje.

 

“Sabemos que él será recordado por sus aportaciones a la arqueología de Teotihuacan y a la protección del patrimonio cultural; sin embargo, nosotros seguiremos celebrándolo como el hombre de la sonrisa amable, que tuvo una vida plena y que fue el mejor esposo, padre y abuelo”, concluyó Oralia Cabrera.

 

Como cierre del homenaje, los titulares del Centro INAH Estado de México y del Centro Cultural Ecatepec, Casa de Morelos, Nahúm Noguera Rico y Dory MacDonald Vera, respectivamente, entregaron un reconocimiento a los familiares del insigne arqueólogo, en agradecimiento por su participación en el INAHfest.

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