• María Luisa Severiano, Laura Lovera y Victoria Valtierra, reporteras gráficas de La Jornada, El Sol de México y Cuartoscuro, conversaron sobre el oficio
• En el conversatorio estuvo presente la huella de Graciela Iturbide, hacedora de imágenes dotadas de fuerza y profundidad
Con una trayectoria de más de tres décadas en los periódicos La Jornada, El Sol de México y la agencia Cuartoscuro, las reporteras gráficas María Luisa Severiano Serrano, Laura Lovera y Victoria Valtierra conversaron sobre su andar en el oficio de informar con imágenes los hechos noticiosos, en el último día de la 34 Feria Internacional del Libro de Antropología e Historia (FILAH).
Este diálogo entre fotógrafas en el encuentro editorial, organizado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), tuvo presente la huella de la maestra Graciela Iturbide, figura ineludible cuando se habla de una hacedora de imágenes dotadas de fuerza y profundidad, con las que refleja la identidad de las personas, su entorno y su cultura.
Las partícipes del conversatorio “Entre fotógrafas te veas”, convocado por La Casa de la Lectura – La Casa de los Monos y Monitos, reconocieron en la vida y obra de Iturbide una experiencia singular de mirar el mundo, la cual ha contribuido al conocimiento de nuestras tradiciones y costumbres a nivel internacional.
María Luisa Severiano recordó que siendo laboratorista de La Jornada reveló en más de una ocasión las extraordinarias imágenes en blanco y negro de Iturbide, quien ha sido un referente para ella debido a la calidad de su trabajo. Su vocación, dijo, estuvo definida por la invitación que le hicieron para ocupar ese puesto en el diario, una de esas oportunidades poco frecuentes en la vida, decidiéndose a dejar la licenciatura en Diseño de los Asentamientos Humanos, que cursaba en la Universidad Autónoma Metropolitana.
La Jornada se convirtió en su escuela: “estoy feliz de pertenecer a este grupo de fotógrafos. Me ha tocado ver a los primeros, a los segundos y a los terceros. Con la fotografía me gusta resaltar la vida cotidiana, porque los rostros de las personas expresan, terriblemente, la gran desigualdad que persiste en nuestro país”, señaló Severiano, mientras mostraba parte de su serie realizada en la bulliciosa Central de Abastos de la Ciudad de México.
Las tres fotógrafas compartieron con el público de la Carpa Yaqui, montada en el patio del Museo Nacional de Antropología, los avatares por abrirse un lugar y forjarse una reputación en un medio que todavía dominan numéricamente los hombres, aunque a finales de los años 80 e inicios de los 90, era más infrecuente la presencia de reporteras gráficas.
A lo anterior, indicaron, se sumaban los inconvenientes logísticos, que convertían la publicación de una fotografía en una verdadera proeza. En ese mundo analógico, cuando las comisiones de trabajo eran fuera de la capital del país se enviaban los rollos con “perfectos desconocidos”, quienes debían entregarlos a su llegada al aeropuerto, a alguien que había sido enviado por el medio a recogerlos. Luego venía el revelado, la impresión y su reparto a periódicos en sobres, en el caso de la agencia Cuartoscuro.
Ese intríngulis ha quedado atrás con la inmediatez que permite la tecnología digital, pero el reto sigue siendo el mismo: superar el trabajo propio, ganar la portada y la contraportada por la potencia de la imagen capturada. No es el ego por delante, sino la importancia de la denuncia social detrás de la fotografía, coincidieron Laura Lovera y Victoria Valtierra.
Si ayer fueron los cuerpos de las mujeres y los niños masacrados en Acteal, Chiapas, por dar un ejemplo, las luchas de hoy también son por el freno de la violencia feminicida o por los desaparecidos y desaparecidas víctimas de la delincuencia organizada, concluyeron.
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