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José Luis Perea, secretario técnico; Valeria Valero Pie, titular de la Coordinación Nacional de Monumentos Historicos; y Zenón Tiburcio.
José Luis Perea, secretario técnico; Valeria Valero Pie, titular de la Coordinación Nacional de Monumentos Historicos; y Zenón Tiburcio. Foto: Gerardo Peña. INAH

• En el Museo Nacional de Antropología se llevó a cabo la IX Jornada Distintas Miradas sobre las Ciudades Históricas

• Se analizaron los casos de la ruta de las misiones del padre jesuita Eusebio Francisco Kino, en Sonora, y el sistema de fortificaciones de Cuba

Boletín 669

 

“Los centros históricos además de ser un paisaje cultural, son una realidad dinámica, donde los problemas urbanos han estado siempre presentes, el gran reto en dichos espacios está en saber aprovechar las oportunidades que ofrecen y mitigar sus amenazas, logrando un justo equilibrio entre tradición y modernidad”, expresó el secretario técnico del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), José Luis Perea González, al inaugurar la IX Jornada Distintas Miradas sobre las Ciudades Históricas.

 

Celebrada en el Auditorio Fray Bernardino de Sahagún del Museo Nacional de Antropología, como parte de la 34 Feria Internacional del Libro de Antropología e Historia (FILAH), la cual es organizada por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del INAH, el antropólogo refirió que a los centros históricos hay que explicarlos como realidades complejas, dado que en su paisaje se interrelacionan elementos del medio ambiente, herencias históricas, fuerzas económicas, expresiones artísticas, tensiones sociales y modos de vida de sus habitantes.

 

“La única forma de actuar sobre el patrimonio es convertirlo en un instrumento socialmente útil y rentable, el cual redunde en el bienestar de la colectividad. Necesitamos asumir que las ciudades históricas son un bien patrimonial y la comunidad tiene el derecho de utilizarlo y disfrutarlo, pero también el deber de conservarlo y trasmitirlo”, precisó.

 

Agregó que en varias ediciones de la FILAH, en las que ha habido conferencias magistrales, ponencias y diálogos entorno a la conservación de monumentos históricos, técnicas vernáculas de restauración, competencias legales y patrimonio vivo, también se han originado libros, como los relativos a las Zona de Monumentos Históricos de Álamos y Cuautla.

 

Por su parte, la coordinadora nacional de Monumentos Históricos del INAH, Valeria Valero Pié, agradeció a las embajadas de México y de Cuba, así como a los gobiernos de Sonora y de la Ciudad de Matanzas, al Instituto Sonorense de Cultura y a la representación del instituto en esa entidad, por hacer posible este evento, en el cual participan 17 especialistas de Sonora, Cuba y Estados Unidos, cuyo programa se estructuró a partir de los ejes: territorio, justicia y derechos culturales.

 

En su intervención, el director del Centro INAH Sonora, Zenón Humberto Tiburcio Robles, tras indicar que la arquitectura sonorense es una de las que más relación guarda con el medio ambiente, su historia y su gente, comentó que se trabaja en la identificación y el reconocimiento nacional e internacional de la ruta de las misiones del padre jesuita Eusebio Francisco Kino.  

 

La conferencia magistral de la actividad académica estuvo a cargo de la representante del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS, por sus siglas en inglés) en Cuba y asesora del Consejo Nacional del Patrimonio Cultural de esa nación, Tamara Blanes Martín, quien habló de las fortificaciones de esta y otras islas del Caribe, consideradas un patrimonio en resistencia. “La afectación de estos inmuebles deriva de malas intervenciones, falta de mantenimiento, desinterés político, contaminación portuaria, salinidad y cambio climático”, puntualizó.

 

Abrevó que, para proteger estos sitios históricos de La Habana, como la Fuerza, el Morro, la Punta, la Cabaña, el Príncipe, las Murallas y Atarés, en 1976, se creó el Ministerio de Cultura de Cuba y al año siguiente entraron en vigor las dos primeras leyes que contribuyeron a su rescate y conservación. Asimismo, en los años noventa, se formó un equipo técnico de profesionales del Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología, y la Oficina del Historiador de la Ciudad, con el objetivo de salvaguardarlos.

 

Destacó que, en 1982, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) concedió a La Habana Vieja y a su sistema de fortificaciones el reconocimiento como Patrimonio Mundial, lo que incrementó la responsabilidad del Estado cubano para preservarlos.

 

La investigadora explicó que hay proyectos dedicados a estas edificaciones, como el Comité Científico de Itinerarios del ICOMOS, que organiza las investigaciones del proyecto del Camino Real Intercontinental, acerca de los sistemas defensivos de las ciudades donde hacía escala la flota comercial española; mientras, la Organización del Gran Caribe para los Monumentos y Sitios ha incluido el tema de las fortificaciones en la formación profesional.

 

Por último, Blanes Martín dijo que, en la Cátedra Regional de Ciencias de la Conservación Integral de los Bienes Culturales y Naturales para América Latina y el Caribe de la Unesco–Cuba, de la que ella es la profesora principal, se trabaja en el rescate de estas fortificaciones caribeñas, junto con las áreas de turismo y cultura, ya que esa sinergia colaborativa es una vía para asegurar la sustentabilidad de los inmuebles históricos.

 

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