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Arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez, coordinador del Programa de Arqueología Urbana (PAU-INAH). Foto: Mauricio Marat. INAH.

• El arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez habló de los alcances que ha teni-do esta iniciativa de investigación, desde 1991 a la fecha

• Su conferencia magistral formó parte del III Foro Internacional de Inno-vación, Reestructuración y Conservación del Patrimonio, con el tema “Comunidad y patrimonio”

Boletín 220

 

Puebla, Pue.- En el marco del III Foro Internacional de Innovación, Reestructuración y Conservación del Patrimonio, con el tema “Comunidad y patrimonio”, el cual concluyó hoy en el Museo Fuerte de Guadalupe, el investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Raúl Barrera Rodríguez, dictó la conferencia magistral La arqueología urbana, un ejemplo de apropiación social del pasado en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

 

El responsable del Programa de Arqueología Urbana (PAU), iniciativa de la Secretaría de Cultura federal, a través del INAH, hizo un recuento de los alcances que ha tenido este esquema de investigación, desde sus inicios, en 1991, a la fecha.

 

“El PAU surgió con la idea de conservar los vestigios que se encuentran en lo que es el perímetro del Recinto Sagrado de Tenochtitlan; sin embargo, nos dimos cuenta que la tarea del arqueólogo no debe quedar solo en el rescate, sino ponderar hacia la puesta en valor del patrimonio”, indicó.

 

En esta retrospectiva, aludió al salvamento arqueológico hecho en la calle de Donceles No. 97, entre 2007 y 2008, donde al excavar se halló una sección del Calmecac (escuela para nobles mexicas).

 

Aquel descubrimiento motivó la generación de una propuesta museística que dio cabida a la incorporación de un equipo multidisciplinario.

 

“La protección del patrimonio demanda la colaboración entre autoridades, ingenieros, arquitectos y propietarios. La buena voluntad y gestión normativa del PAU ha dado como resultado este y otros logros, como el nuevo vestíbulo de la Zona Arqueológica del Templo Mayor, la Plaza Manuel Gamio, ventanas arqueológicas en la calle República de Argentina y en la Casa del Marqués del Apartado, el Templo de Tezcatlipoca en el antiguo Arzobispado, los restos del Templo del Sol, bajo el Sagrario de la Catedral Metropolitana, y la tumba del canónigo Miguel de Palomares”, destacó el arqueólogo.

 

Otro de los proyectos importantes, añadió, es la consolidación y restauración del Templo de Ehécatl-Quetzalcóatl y de un juego de pelota en el predio ubicado en la calle República de Guatemala No.16, espacio que, adelantó, está en gestiones para habilitarlo como un nuevo museo subterráneo, bajo custodia del INAH.

 

Barrera Rodríguez también recordó el hallazgo del Huei Tzompantli (muro de cráneos), en la calle de República de Guatemala No. 24, el cual, en conjunto con los propietarios, también está pensado abrirse al público.

 

“Los arqueólogos tenemos la obligación de regresarle a la gente el patrimonio que le pertenece, para que lo conozcan y disfruten, pero en el caso del Centro Histórico de la Ciudad de México, la tarea es mayor, ya que nos enfrentamos a problemáticas como el hundimiento, asentamientos diferenciales y la obra civil que pone en peligro la permanencia de los bienes culturales”, finalizó.

 

El foro también contó con una ponencia a cargo del responsable de la Unidad de Apoyo Tecnológico de la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos (CNMH) del INAH, Ángel Mora Flores, y del director general del Grupo Systop, Juan Sebastián Delgado Trujillo, quienes hablaron de una colaboración encaminada a la digitalización del patrimonio y el uso de herramientas en la investigación, como el escáner láser y la realización de modelos en 3D.

 

Mora Flores puntualizó que, desde hace 15 años, la CNMH cuenta con el Laboratorio de Imagen y Análisis Dimensional, el cual, hasta el momento, lleva realizados 131 levantamientos arquitectónicos en 3D de distintos espacios históricos, y ha colaborado en el registro tridimensional de la Tumba Tebana, en Luxor, Egipto; así como la digitalización de los petrograbados de la Cueva de Montecelli, en Hueytamalco, Puebla.

 

“Esta tecnología permite conocer a detalle el patrimonio y brinda a los especialistas un panorama más amplio para la toma de mejores decisiones al momento de intervenirlo”, finalizó.

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