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Rubén Cabrera.
Rubén Cabrera. Foto: Luis Torres INAH.

*** El investigador emérito del INAH recibió una medalla de manos del director general de la institución, Diego Prieto Hernández

*** Colegas reconocieron las aportaciones del arqueólogo para la comprensión del desarrollo de Teotihuacan

Boletín 630

  

Las palabras de agradecimiento del profesor Rubén Cabrera Castro por el homenaje que la Secretaría de Cultura federal le rindió, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a propósito de la publicación de las memorias de La Ventilla –la investigación de más largo alcance realizada en Teotihuacan–, lo pintan de cuerpo entero. En su discurso, ponderó su principal interés y preocupación: el conocimiento del pasado, a partir de la conservación del patrimonio arqueológico.

 

En el Museo Nacional de Antropología, acompañado de “Meche”, su esposa, su hija, colegas, amigos y discípulos, el investigador emérito del INAH recordó su ingresó a la institución, en el Departamento de Prehistoria, trabajando al lado de José Luis Lorenzo; sus andanzas en sitios de Chiapas, como Malpaso; de Yucatán y de la ribera del río Balsas, en su natal Guerrero, en tareas de salvamento arqueológico.

 

Su madurez en la disciplina llegó en la Zona Arqueológica de Teotihuacan, donde, bajo la dirección de Ignacio Bernal, comenzó a indagar en la Calzada de los Muertos, en 1962, y posteriormente excavaría en las pirámides de la Luna y de la Serpiente Emplumada.

 

En dos volúmenes, Estudios de un barrio de la antigua ciudad de Teotihuacan. Memorias del Proyecto La Ventilla es resultado de su iniciativa de más largo aliento, la cual arrancó hace tres décadas como un salvamento arqueológico y, al poco tiempo, derivó en una excavación extensiva, la cual concitó a un equipo inter y multidisciplinario: “son muchos los colaboradores que me han acompañado en La Ventilla, un lugar clave para reconocer el sistema urbano de esta metrópoli”, sostuvo el arqueólogo.

 

El director general del INAH, Diego Prieto Hernández, condecoró a Rubén Cabrera Castro con una medalla, reconocimiento simbólico “a un gran investigador, quien ha plasmado su saber no solo en escritos, sino en la vocación de muchas generaciones que han aprendido de él en el campo; pero también se distingue como defensor y difusor del patrimonio arqueológico. En su trayectoria se cristalizan los cuatro mandatos y pilares de nuestra institución”.

 

Los arqueólogos del INAH, Eduardo Matos Moctezuma y Julie Gazzola, así como los de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Linda Manzanilla Naim y Carlos Navarrete Cáceres, reconocieron las aportaciones de Cabrera en la comprensión del devenir de Teotihuacan, que lo inscriben ya junto a los nombres de Leopoldo Batres, Manuel Gamio, Ignacio Marquina, René Millon e Ignacio Bernal, entre otros, ineludibles en la historia del sitio.

 

El también investigador emérito del INAH, Eduardo Matos Moctezuma, comentó que Rubén tenía definido que su gran pasión sería la antigua ‘Ciudad de los Dioses’. “Rubén, muchas gracias por tu presencia en la arqueología mexicana”, le expresó.

 

Por su parte, el investigador emérito de la UNAM, Carlos Navarrete, hizo una alegoría: “si Rubén Cabrera, en lugar de arqueólogo, hubiera sido literato, pertenecería a la clase de escritores silenciosos, que gozan para sí el oficio, y es hasta en plena madurez que comienzan a ser reconocidos, sin habérselo propuesto como meta”.

             

Sobre los dos volúmenes, editados por el INAH con apoyo de Kansas City Southern de México, y coordinados por el propio Rubén Cabrera y Sergio Gómez Chávez, Julie Gazzola refirió que, junto con el proyecto Templo Mayor, destinado al antiguo recinto de los mexicas en la Ciudad de México, el de La Ventilla, en Teotihuacan, es uno de los de más largo alcance realizados en México.

 

La iniciativa ha llevado a cabo exploraciones sobre casi 23 mil metros cuadrados, excavándose, total o parcialmente, 15 conjuntos arquitectónicos, determinando la función de estos, así como de un espacio central de grandes dimensiones, que pudo funcionar como la plaza del barrio.

 

“Gracias a los trabajos en La Ventilla, hoy conocemos la conformación espacial de los barrios de la antigua ciudad, además de entender cómo se daba la interacción económica y social entre los diferentes grupos”, anotó la arqueóloga.

           

Para la investigadora Linda Manzanilla, La Ventilla debió fungir como un centro de distrito, división urbana impuesta por el Estado teotihuacano, para el desarrollo de funciones político-administrativas. “La Ventilla, con su espectacular Plaza de los Glifos, podría sugerir espacios de mediación entre el Estado y los diversos grupos sociales y productivos del sector suroeste de la ciudad”, finalizó.

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