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El historiador Tomás Pérez Vejo explica la invención de una identidad colectiva en México, la nación doliente. Foto: Mauricio Marat. INAH.

• Analiza la “pintura de historia” del último tercio del siglo XIX, como recur-so por excelencia del Estado mexicano para construir un relato de creación

• El libro, coedición INAH-Grano de Sal, fue comentado por los investigadores Fausta Gantús y Pablo Yankelevich

Boletín 138

 

Con la publicación de México, la nación doliente. Imágenes profanas para una historia sagrada, en cuyas páginas analiza la “pintura de historia” del último tercio del siglo XIX, como el recurso por excelencia del Estado para construir un relato de creación que nos terminó homologando y, también, diferenciando del resto del mundo, el historiador Tomás Pérez Vejo cierra el círculo que abrió hace 25 años para investigar los orígenes del nacionalismo de uno y otro lado del océano Atlántico.

 

Así lo comentó el autor durante la presentación de este libro, coeditado por la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y Grano de Sal, en el que se planteó como objetivo “no juzgar, sino explicar cómo se ha construido un relato que las escuelas siguen transmitiendo y que constituye el arquetipo básico que articula la imagen que millones de mexicanos tienen sobre lo que son y lo que es México”.

 

Luego de plantear en sus primeros capítulos la invención de las naciones a través de las imágenes, puesto que la idea respecto de lo que somos es una memoria visual, y abordar los difíciles inicios de una iconografía nacional, el profesor-investigador del INAH devela el hilvane de ese discurso, cual cuentas de un rosario: misterios gozosos, misterios dolorosos y misterios gloriosos.

 

“Todavía hoy, todo mexicano educado por el Estado para ser mexicano goza con las glorias del pasado prehispánico, sufre con la Conquista y se regocija con la celebración de la Independencia. Aunque antes de principios del siglo XVI ninguno de sus antepasados haya vivido en lo que hoy conocemos como México […]. Una muestra espléndida del éxito de las imágenes como instrumento de manipulación y seducción”.

 

Los datos no mienten, al referir el porcentaje de cuadros de historia sobre cada periodo presentados en las exposiciones de la Academia de San Carlos: 35 % representan hechos del mundo prehispánico, 35 % de la Conquista y 16 % de la Independencia; 23 % si se incluye la guerra contra Maximiliano, imaginada como una segunda Independencia o segunda resurrección. Los inspirados en otros periodos históricos apenas llegan al 7 % del total de los expuestos.

 

En palabras de Tomás Pérez Vejo, “la historia no es una fatalidad sino una elección. El pasado, lo mismo que el futuro o, quizá más, se elige, pero una vez elegido la fatalidad es el presente”.

 

Por ello, el especialista, adscrito al Posgrado en Historia y Etnohistoria de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, señala que la nuestra es una nación doliente “que expía sus pecados y llora sus muertos mientras espera la gloria”, resurrecciones fracasadas que se engarzan como los eslabones de una cadena: de la Reforma a la Independencia, de la Revolución a la Reforma, etcétera, “todas con el mismo componente mesiánico-escatológico y de una historia en la que los traidores, Iturbide, Porfirio Díaz, Salinas de Gortari, siempre acaban ganando, hasta, se supone, la última resurrección, la definitiva, la del fin de los tiempos”.

 

Al comentar el libro, en la librería El Péndulo, en San Ángel, la historiadora del Instituto Mora, Fausta Gantús Inurreta, destacó el humor ácido que caracteriza a su maestro, y del cual hace gala en un buen número de páginas. Tomás Pérez Vejo “se atreve a las provocaciones, al cuestionamiento de asuntos que parecen intocables para el mexicano: la intangibilidad de la nación, igual al de la voluntad divina; el papel de Maximiliano de Habsburgo en la construcción de la nación y del ideario nacionalista liberal, o cuando en relación con el mundo prehispánico subraya la reducción del relato nacionalista a la exclusiva cultura mexica; y bueno, llega al culmen cuando desafía al guadalupanismo nacionalista, al señalar la no excepcionalidad del caso”.

 

Para finalizar, el investigador de El Colegio de México, Pablo Yankelevich, destacó que México, la nación doliente puede leerse, incluso, como una “arqueología del racismo, el cual cierra con un capítulo sobre el olvido, porque para la construcción de un relato nacionalista es importante que la gente olvide muchas cosas incómodas y que hacen difícil nos reconozcamos parte de una comunidad. Tomás no es un profesional del olvido y nos recuerda todo lo que nos hicieron olvidar”.

 

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