• En su 36 aniversario, el recinto recibe cinco facsímiles elaborados por la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, del INAH
• Mediante los códices Mendocino, Tonalámatl, Boturini, De la Cruz Badiano y Dresde se aborda la transmisión de la sabiduría mesoamericana
Los Códices de México, fuentes documentales que son memoria del alto grado de desarrollo cultural, científico y artístico de las antiguas culturas que se desarrollaron en lo que hoy nuestro territorio, se presentan a partir del 27 de junio de 2025, en el Museo Arqueológico de Mazatlán (Musam), para celebrar el 36 aniversario de este recinto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en Sinaloa.
La Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH), “Dr. Eusebio Dávalos Hurtado”, ha cedido temporalmente cinco facsímiles de los códices Mendocino, Tonalámatl, Boturini, De la Cruz Badiano y Dresde, para dar cuenta del complejo trabajo de los tlacuilos, “los que escriben pintando”, para registrar acontecimientos, nombres, fechas, lugares, cuentas, prácticas y creencias.
El curador de la exhibición y director de la BNAH, Baltazar Brito Guadarrama, comenta que el objetivo es reconocer la belleza, sabiduría y relevancia universal contenida en estos testimonios, motivos por los cuales la Colección de Códices de este repositorio forma parte del programa Memoria del Mundo, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, desde 1997.
Recordó que, entre mediados de septiembre de 2014 y febrero de 2015, el Museo Nacional de Antropología alojó la más grande exposición dedicada a estos documentos, con más de 300,000 visitantes.
Códices de México sigue recorriendo el país, como lo hizo recientemente en el Museo Regional de Nayarit, e incluso en el extranjero, caso del Instituto Camões de Lengua Portuguesa y Cooperación, en Lisboa; el Centro de la Revolución Cultural, en La Paz, Bolivia, y la Feria Internacional del Libro de Bogotá, en Colombia, transmitiendo el mismo mensaje: entender el modo en que los pueblos mesoamericanos concebían el cosmos y el tiempo, así como aprender sobre la continuidad de los saberes indígenas en la época virreinal.
“Representan sistemas complejos de creencias y saberes, que abarcan todos los ámbitos de la vida: registros geográficos, históricos, económicos, calendáricos y simbólicos. La vigencia de estos documentos no se limita al pasado, aún hoy, comunidades recurren a ellos como fuente histórica, respaldo legal y símbolo de identidad”, resalta el etnohistoriador, quien, el 11 de julio de 2025, a las 17:00 horas, dictará una conferencia alusiva.
Los facsimilares presentados en el montaje del Musam fueron hechos por la BNAH, y son reproducciones fieles de los originales, elaborados en soportes como amate, piel, fibra de maguey, tela de algodón y papel europeo.
Uno de ellos es del Códice de Mendoza o Códice Mendocino, que recibe su nombre del primer virrey de México, Antonio de Mendoza, quien mandó a hacer el documento con el fin de que el rey Carlos V conociera la historia y organización social mexica. La copia se realizó en 1542, con la ayuda de los tlamatinime (sabios indígenas).
Se conforma de 71 páginas, divididas en tres secciones. Presenta una lista de los tlatoanis mexicas, hace un registro de los pueblos sometidos e incluye una narración sobre la vida cotidiana de los tenochcas. Para que el monarca español pudiera comprenderlo, este se realizó en papel español y fue encuadernado. Desde 1659, lo alberga la Biblioteca Bodleiana de Oxford, en Reino Unido.
Asimismo, el Códice Boturini, elaborado alrededor de 1540, en papel amate y a manera de biombo, es una de las principales fuentes para el conocimiento de la historia de los mexicas. Relata la peregrinación desde la mítica Aztlan hasta la Cuenca México, donde fundarían Tenochtitlan. Ha sido utilizado como fuente primaria para reconstruir esa ruta migratoria, que abarca un periodo aproximado de 187 años.
El Códice Martín de la Cruz (Badiano), data de 1552. Es otro ejemplo de manuscrito en formato de libro, hecho con papel europeo. Se le considera el texto más antiguo de medicina en América, y muestra la labor indígena basada en la observación y uso de elementos naturales. Fue elaborado en náhuatl, por Martín de la Cruz, y traducido al latín, por Juan Badiano, ambos del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco. Se hallaba en la Biblioteca Vaticana, y fue devuelto a México, en 1990, por el Papa Juan Pablo II.
En cuanto al Tonalámatl de Aubin, un biombo en papel amate del siglo XVII, versa en torno al calendario ritual nahua, el tonalpohualli (calendario de 260 días). En él aparecen los días, sus numerales, los señores de la noche y del día, y las aves asociadas a cada periodo. Se conforma de 18 folios, distribuidos en una tira de cerca de 5 metros. Al igual que el códice anterior se halla también en la BNAH.
Por último, el Códice Dresde, dedicado al calendario ritual maya, se denomina así por encontrarse en la Biblioteca Estatal de Sajonia, en esa ciudad alemana. Fue hecho entre 1200 y 1250 d.C., y se compone de 39 hojas de papel amate, pintadas por ambos lados, que contienen elementos iconográficos, glíficos y números relacionados con los dioses mayas y los ciclos de los astros, describe las fases de Venus, eclipses solares y lunares.
Códices de México permanecerá hasta el 30 de septiembre de 2025, en el Museo Arqueológico de Mazatlán (calle Sixto Osuna No. 76 col. Centro, Mazatlán, Sinaloa). Horario: martes a domingo, de 10:00 a 17:00 horas. Costo de entrada: 75 pesos.
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