• El acervo consta de 42 expedientes, 297 documentos y material gráfico variado que se integrará al Archivo Histórico del recinto
• Durante el acto de entrega-recepción, se evocó la trayectoria del académico en pro de la divulgación y el cuidado del patrimonio
Para sus colegas y discípulos, el museógrafo Mario Vázquez Ruvalcaba (1923-2020) era ‘el chicuelo’, ‘el profe’ o, simplemente, don Mario, “pero también podía ser el chamuco”, dado que, si bien se caracterizó siempre por su trato afable y respetuoso, solía ser exigente hacia el trabajo que esperaba de aquellos y aquellas a quienes había enseñado.
Así fue evocado esta mañana, en una amena ceremonia de entrega-recepción en la que familiares del académico donaron al Museo Nacional de Antropología (MNA), espacio adscrito a la Secretaría de Cultura federal y al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), un acervo de documentos personales, materiales gráficos y expedientes ligados a su vasta trayectoria de trabajo en pro de la labor museal, tanto de México como de diversas partes del extranjero.
El acto fue encabezado por la historiadora y viuda de Vázquez Ruvalcaba, María Teresa Sepúlveda Herrera, y por el director y la encargada del Archivo Histórico del MNA, Antonio Saborit García Peña y Ana Luisa Madrigal Limón, respectivamente.
En la sala de juntas del recinto capitalino, se recordaron las distintas facetas del ilustre creador, como aquellas vinculadas con su formación original en derecho, y sus posturas en favor de los derechos obreros, así como su afición por la danza y el teatro, artes que, en palabras de su compañera de vida, “dieron una visión estética única a las exposiciones y los museos que contribuyó a idear y materializar”.
En su intervención, Antonio Saborit recordó el primer encuentro que tuvo con quien es, además, uno de sus antecesores, toda vez que Mario Vázquez participó en la conceptualización museográfica del MNA, inaugurado en 1964, y llegó a ser su director.
Aquel encuentro, narró, tuvo lugar en 1985, cuando por instancias del entonces titular del INAH, Enrique Florescano, fue enviado al museo para ayudar en la instalación de una exhibición dedicada al aniversario de la Revolución Mexicana.
“Más que asistirlo, si es que se podía asistir a Mario, tuve el privilegio de observarlo en acción”, dijo al hablar de la intensidad y la emoción palpables en Vázquez Ruvalcaba cuando gestionaba el préstamo de objetos patrimoniales o diseñaba los recorridos temáticos de las numerosas muestras temporales que ideó.
Un detalle adicional anotado por el historiador, fue señalar la costumbre que el museógrafo tenía para, cuando participaba en algún proyecto, instalar su oficina y despachar, su día a día, como titular del MNA, desde la misma sala de exposiciones temporales que hoy lleva su nombre.
“El INAH fue siempre la casa de Mario, y el Museo Nacional de Antropología, en muchos sentidos, podría ser ‘su hijo’, de modo que no hay mejor lugar para sus documentos que este”, declaró Saborit García Peña.
Sobre el acervo documental donado, Ana Luisa Madrigal refirió que consta de 42 expedientes, 297 documentos y material gráfico variado, los cuales, en los próximos días, serán objeto de catalogación y clasificación para integrarlos a las colecciones del Archivo Histórico del MNA, repositorio que, cabe destacar, fue creado a instancias de Mario Vázquez.
Asimismo, los documentos serán digitalizados con apoyo de especialistas de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, y puestos a disposición del público interesado en consultarlos.
Por último, se enfatizó en el rol que desempeñó el museógrafo al pugnar, desde instituciones como el Consejo Internacional de Museos (ICOM, por sus siglas en inglés), por contenidos y proyectos museales enfocados en los públicos.
En este sentido, Teresa Sepúlveda rememoró una ocasión en la que, desde un foro del ICOM, realizado en Brasil, Vázquez se opuso notoriamente a las posturas que planteaban que aquellos museos que tuvieran pocos visitantes debieran cerrar, y así evitar afectaciones al gasto público de los países.
En esa discusión, la cual se prolongó hasta el siguiente congreso del consejo, el museólogo mexicano planteó que, “si un museo registraba una baja afluencia, antes que clausurarlo debía ser replanteado, ya que dicho fenómeno únicamente reflejaba que se trataba de un recinto ajeno a las necesidades de su población más inmediata”, finalizó la historiadora.
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