• El tema fue expuesto por la investigadora del INAH, Rosa Casanova, y María Antonieta Medina Álvarez Tostado
• Fue la tercera de siete sesiones del quinto ciclo del Seminario Estudio del Patrimonio Fotográfico de México. Colecciones de familia
Para dialogar en torno a la riqueza fotográfica alojada en los archivos familiares, se llevó a cabo la tercera sesión del quinto ciclo del Seminario Estudio del Patrimonio Fotográfico de México. Colecciones de familia, experiencias entretejidas con la memoria, el cual organiza de forma virtual, la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y del Sistema Nacional de Fototecas.
Coordinado por la profesora-investigadora de la Fototeca Nacional del INAH, Patricia Massé Zendejas, y el historiador Daniel Escorza Rodríguez, el quinto ciclo presentó la tercera de siete sesiones que lo componen, bajo el título: “Entre los afectos familiares y el documento de archivo: el caso de Ezequiel Álvarez Tostado”, por INAH TV.
Dictada por la investigadora de la Dirección de Estudios Históricos, Rosa Casanova, la cátedra sobre Álvarez Tostado abarcó desde su papel como impresor de fotograbado y fotógrafo de prensa durante el porfiriato, hasta su vínculo con el mundo empresarial y el coleccionismo. El evento también tuvo como invitada a María Antonieta Medina Álvarez Tostado, nieta del personaje.
Rosa Casanova mencionó que, en su investigación, primeramente, situó a Álvarez Tostado en el horizonte sociopolítico de su tiempo (1886-1948), enseguida, analizó la forma de operar de los grupos editoriales. “En medio de la pobreza que vivía México, a inicios del siglo XX, Ezequiel se destacó como un fotograbador de calidad y editor, así como gran empresario”.
Detalló que Álvarez Tostado aprendió fotografía en Guadalajara, con Ignacio Gómez Gallardo; en 1906 viajó a la capital del país y se encargó del departamento de fotografía de la droguería La Profesa; luego, trabajó como reportero y fotograbador en la revista El Mundo Ilustrado, de Rafael Reyes Espíndola.
Hacia 1913, el sello “Tostado grabador”, se incluyó en las placas, lo que lo convirtió en uno de los primeros en lograr su inserción en ellas; posteriormente, abrió un taller con ese nombre y consolidó su empresa, gracias a que contó con una red de apoyo, la cual incluyó al arquitecto Federico Mariscal, al editor y político Agustín Loera y Chávez y Luis Lombardo Toledano, entre otros.
Enfatizó que llegó a este personaje gracias a una investigación sobre Francisco I. Madero, en 2011; hasta ahora, en el archivo familiar, solo ha identificado cuatro fotografías asociadas a él; por otra parte, son escasos los créditos autorales, entre estas, hay dos de la llegada de Madero a la estación Colonia del ferrocarril, en junio de 1911.
La carrera como fotógrafo de Álvarez Tostado concluyó en la revista La Ilustración (1913-1915); en 1916, realizó fotograbados en el diario El pueblo; y hacia 1925, viajó por el mundo y envió sus colaboraciones al diario El Universal.
El acercamiento con la familia de Ezequiel fue en 2017, gracias al contacto con María Teresa Pérez Casas, quien le dio acceso a las dos historias sobre la familia, que redactó el hijo del fotograbador, Ezequiel Álvarez Tostado y Nuño.
Ese contacto la llevó a conocer a la hija mayor del fotógrafo, Esperanza Álvarez Tostado de Gómez, y a María A. Medina Álvarez Tostado (hija de Esperanza), quien conserva folletos y álbumes heredados por su madre, además de retratos de Ezequiel Álvarez Tostado en lugares del mundo, zonas arqueológicas y conventos mexicanos.
Casanova concluyó que Ezequiel fue un fotorreportero de publicaciones porfiristas, que después se instruyó en el fotograbado e innovó los discursos visuales en revistas, gestionó una importante empresa y cultivó una red social provechosa para alcanzar éxito profesional y económico.
Por último, durante su participación, María A. Medina Álvarez Tostado habló sobre el gusto de su abuelo por el coleccionismo de arte sacro, presentó piezas que están en posesión de la familia y mencionó que, gracias al trabajo de Rosa Casanova, descubrió en él un hombre emprendedor y culto.