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Concluye en la ENAH cátedra sobre las sociedades de poder en el antiguo Perú, dictada por el arqueólogo Juan Pablo Villanueva. Foto: Mauricio Marat. INAH.

• El docente de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos dio un panorama de los sitios arqueológicos de los Andes centrales

• El cierre estuvo dedicado al territorio de Lima Metropolitana, espacio que ha sido ocupado por asentamientos humanos desde hace 5,000 años

Boletín 612

 

Durante cinco días, el arqueólogo peruano Juan Pablo Villanueva Hidalgo brindó un panorama de los sitios arqueológicos de diferentes periodos y regiones de los Andes centrales, a estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), una cátedra por parte de quien ha dedicado más de 20 años a su investigación.

 

El ciclo de conferencias “Paisajes de poder en las sociedades andinas del antiguo Perú”, organizado por este centro de estudios del Instituto Nacional de Antropología e Historia, órgano de la Secretaría de Cultura federal, concluyó con una exposición sobre el territorio de Lima Metropolitana, donde se tienen reportadas aproximadamente 500 huacas (sitios arqueológicos).

 

El docente de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos comentó que tal cantidad se distribuye en los tres valles que integran la capital peruana y su área conurbada: el del río Chillón, al norte, y los de Rímac y Lurín, en el centro y sur de Lima, espacio que ha sido ocupado por diversos grupos humanos desde hace 5,000 años.

 

A diferencia de México, donde la capital virreinal se asentó en el corazón del Imperio mexica, Tenochtitlan, la capital del virreinato de Perú no fue Cusco, sino la provincia de Pachacámac, en el litoral del océano Pacífico, cuyo nombre en lengua quechua significa “a orilla del mundo de abajo”, pues según los indígenas, en esta región se ocultaba el sol para renacer al día siguiente.

 

Igual que en Cusco, en Pachacámac, provincia conformada por tres uhnus (unidad social de 10,000 tributarios), “se construyeron templos, casas del Sol y de la Luna, articulados por una serie de caminos que forman parte de la red Qhapaq Ñan, un complejo sistema vial que los incas unificaron en el siglo XV.

 

“Pachacámac fue remodelado durante la ocupación inca. Tres murallas delimitaban, de manera simbólica, el paso de los peregrinos por una serie de edificios y templos. La primera de ellas, la más grande, cercaba las estructuras principales, como el Punchaucancha, el Templo del Sol, el de mayores dimensiones del tawantinsuyu (el Imperio inca), y el Templo Pintado Lunar; el ushnu, la estructura ceremonial que marca el axis mundi inca, una gran plaza y varias columnas cuadrangulares vinculadas a la observación del paso cenital del sol”, explicó Villanueva Hidalgo.

 

En el cierre del ciclo de conferencias, el cual se dedicó a la memoria de dos profesores de la ENAH, Xabier Lizárraga Cruchaga y Raymundo Mier Garza, el ponente detalló las investigaciones que ha desarrollado en sitios como Huaycán de Cieneguilla, a 27 kilómetros al este, río arriba del santuario de Pachacámac.

 

Ese lugar, dijo, corresponde a un planificado asentamiento administrativo, el cual pudo ser sede de una unidad política en el valle. El sector central del asentamiento muestra una serie de conjuntos arquitectónicos delimitados e intercomunicados, en cuyos patios y/o plataformas asociadas se han registrado, al menos, 24 frisos de diferentes diseños, presentando la mayor cantidad y diversidad de diseños en la región.

 

Tanto en este sitio, como en el Complejo Maranga, se han hallado “frisos calendáricos” en edificaciones alineadas a fenómenos astronómicos, y asociadas a ceremoniales y rituales. En un primer momento, se representaron el uso de cuentas de 9, 12 y 13 lunas-meses, como parte de un calendario de raíces costeñas, el cual articuló los ciclos de la Luna, el Sol y observaciones estelares.

 

“A través de estudios, hemos determinado que estos frisos hechos por los incas en sitios de la costa central, de la provincia de Pachacámac, corresponden a tocapus, que son cuadrángulos con signos geométricos o figurativos estilizados que aparecen en tejidos y cerámica. Se trató de un sistema simbólico de comunicación, el cual fue comprendido por hablantes de diferentes lenguas.

 

“Los tocapus tienen un antecedente temprano, probablemente en la época de la cultura moche, que correspondería al periodo Clásico en Mesoamérica. Antes de que los incas llegaran a la costa central peruana, otro Estado expansivo lo hizo desde su capital Ayacucho, hablamos del wari, en el Horizonte Medio, entre 600 y 1200 d.C.”, abundó.

 

Por último, respecto a la preservación de las huacas, el arqueólogo dijo que se han perdido diversos monumentos de arquitectura de adobe, pues fueron utilizados como banco de material por las ladrilleras que hicieron la Lima moderna, a partir de 1940.

 

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