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Actividad académica es promovida por el director del Proyecto Templo Mayor del INAH y miembro del Colnal, Leonardo López Luján. Foto: Melitón Tapia, INAH.

*** La arqueóloga Lynneth S. Lowe expuso su investigación en el ciclo de conferencias La arqueología hoy, de El Colegio Nacional

*** Su intercambio comercial en tiempos prehispánicos alcanzó regiones como el Altiplano Central, la Costa del Golfo y el área maya, entre otras

Boletín 399

 

 

El ámbar fue un material sumamente apreciado en Mesoamérica, el cual, a través de su intercambio comercial, alcanzó territorios que hoy ocupan el Altiplano Central mexicano, Michoacán, Oaxaca, la Costa del Golfo, la región zoque del occidente de Chiapas y el área maya.

 

Así lo expuso la investigadora del Centro de Estudios Mayas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Lynneth S. Lowe, en la conferencia Los caminos del ámbar en la antigua Mesoamérica, que impartió en El Colegio Nacional (Colnal), como parte del ciclo de conferencias “La arqueología hoy”, promovido por el investigador de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, adscrito al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Leonardo López Luján.

 

El también miembro del Colnal dijo que, como parte del ciclo, se han realizado 44 conferencias relativas a la arqueología de México y el mundo. Asimismo, y a manera de preámbulo de la ponencia de Lynneth, habló del copal recuperado, casi siempre sin quemar, en más de la mitad de las 209 ofrendas exploradas en la Zona Arqueológica del Templo Mayor.

 

“La arqueóloga Naoli Victoria Lona identificó que las esculturas de la Ofrenda 141, dedicadas a la diosa Tlaltecuhtli, fueron elaboradas con copal, como componente mayoritario; asimismo, la bióloga Aurora Montúfar López distinguió que para la confección de esos artefactos se usó resina de la especie Bursera bipinnata o copal santo”, expuso el también director del Proyecto Templo Mayor.

 

La arqueóloga Lynneth S. Lowe refirió que los grandes yacimientos de ámbar están en el mar Báltico, Centroamérica y el Caribe. Para el caso de México, desde tiempos prehispánicos, se ubican en Simojovel y Totolapa, Chiapas, cuyas minas poseen una tradición de explotación manual y/o artesanal, aunque, actualmente, la segunda ya no se trabaja.

 

“En el Instituto de Biología de la UNAM se identificó que el ámbar de Chiapas provenía de una especie extinta: Hymenaea mexicana. Los fragmentos de ámbar en los yacimientos chiapanecos se encuentran en forma de nódulos, al interior de una serie de areniscas de origen marítimo, y datan de entre 22 y 26 millones de años, cuando el ambiente era una selva tropical”.

 

Indicó que la secreción de resina de los árboles de Hymenaea atrapó a animales e insectos que yacen en el interior de las gemas; mientras que el agua salada de mar fue determinante para la polimerización.

 

Sobre las fuentes históricas que aluden al ámbar, explicó que esta aparece en obras como el libro XI del Códice Florentino, de Fray Bernardino de Sahagún, en el que es identificado como apozonalli, que significa “espuma” o “burbuja de agua”. De esta gema, dijo, se conocían tres tipos: coztic apozonalli (amarillo), quetzal apozonalli (verde) e iztac apozonalli (blanco).

 

Otros registros están en los textos de frailes del siglo XVII y XVIII, quienes refieren del uso del ámbar en narigueras y cuentas de collar indígenas, así como en esculturas católicas y rosarios. Una evidencia más es la Matrícula de Tributos, documento que asocia al ámbar como forma de pago, pero ninguna de las zonas que tributaban eran productoras, solo Chiapas.

 

Lynneth S. Lowe indicó que para el Centro de México, la presencia del ámbar es visible en adornos prehispánicos como los téntetl (bezotes cortos), tezácatl (bezotes largos) y tencololli (bezotes curvos); en cambio, en el área maya se usaron como narigueras en forma de discos.

 

En contextos arqueológicos, los casos más tempranos de la presencia de esta resina son del periodo Preclásico Medio (700 a.C.), en La Venta, Tabasco; y en Chiapa de Corzo, Chiapas, este último se observa en la denominada Tumba I, asociada a un dignatario, donde en una cámara lateral al depósito central se halló la osamenta de una mujer con una rica ofrenda compuesta por más de tres mil piezas con elementos de pirita, concha y jade, y cuyo cinturón entrelaza materiales de ámbar y jade.

 

Otro ejemplo, es la Tumba 7, también en Chiapa de Corzo, la cual data del Preclásico Tardío (150-0 a.C.), con presencia de ámbar, jade y concha. Del Clásico Temprano (200-550 d.C.) está la Tumba A-IV de Kaminaljuyú, Guatemala, donde se hallaron orejeras que, igualmente, combinan ámbar y jade; y del Posclásico (1250-1521 d.C.) se cuenta con el caso de la Tumba 7 de Monte Albán, en Oaxaca, con la presencia de un collar y orejeras de carrete, manufacturadas con esta resina.

 

Por último, la investigadora dijo que, asociados a contextos domésticos, se han hallado discos usados como narigueras, en Tenam Puente y Las Margaritas, Chiapas, sitios ubicados cerca de yacimientos.

 

El ciclo de conferencias “La arqueología hoy” tendrá su siguiente sesión el 24 de agosto de 2023, con la ponencia Arqueología y muralismo en el siglo XX, que impartirá la profesora de la UNAM, Itzel Rodríguez Mortellaro.

 

 

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