Jorge Angulo Villaseñor. Ilustración: Nathalia Colmar. INAH.

Por: Boris Berenzon Gorn

Boris Berenzon Gorn



En la conmemoración del centenario de Jorge Angulo Villaseñor (1925), es imprescindible destacar no solo su labor como arqueólogo, sino también su figura como un pensador que redefinió el modo en que se concibe el pasado en México. Su obra se sostiene en la convicción de que la arqueología no es un mero ejercicio técnico de extracción y clasificación de artefactos, sino un diálogo entre las generaciones que han habitado un territorio y las que lo habitan hoy.

 

Angulo ha sabido entender que el pasado es un instrumento para la construcción de la memoria colectiva, un espacio donde se disputan sentidos, identidades y derechos. Su legado invita a cuestionar los relatos hegemónicos y abrir las puertas hacia una arqueología crítica, socialmente comprometida y culturalmente sensible.

 

Contexto y formación

 

El México posrevolucionario enfrentó el desafío de consolidar un proyecto nacional en medio de profundas desigualdades socioculturales. La búsqueda de identidad se tradujo en un esfuerzo por revalorizar las raíces indígenas, que durante siglos habían sido marginadas y desdibujadas.

 

Fue en este contexto que la arqueología adquirió un papel estratégico, no solo como disciplina científica, sino como herramienta política y cultural para legitimar un relato nacionalista que integrara el pasado prehispánico en la construcción del Estado moderno.

 

El surgimiento del Instituto Nacional de Antropología e Historia, en 1939, simbolizó esta institucionalización, y en este entramado Angulo encontró un espacio para desarrollar una propuesta crítica que, sin desconocer la necesidad de la narrativa nacional, abrió ventanas hacia otras  perspectivas.

 

Jorge Angulo guía a Guillermo Bonfil, director general del INAH, y al gobernador de Morelos, Felipe Rivera, por las obras del Museo Regional Cuauhnáhuac, 1974. Fototeca Juan Dubernard, CINAH Morelo.

 

A mediados del siglo pasado, el ingreso de Jorge Angulo a la Escuela Nacional de Antropología e Historia, cuando este centro de estudios aún se encontraba en el recinto que hoy aloja al Museo Nacional de las Culturas del Mundo, le permitió adquirir una mirada compleja y humanista.

 

Su contacto con destacados maestros como Alfonso Caso y Miguel Covarrubias le proporcionó no solo conocimientos técnicos, sino una sensibilidad para entender que la arqueología debía superar la mera catalogación para convertirse en una disciplina interdisciplinaria y socialmente consciente.

 

Nombramiento de Jorge Angulo como director del Centro Regional Morelos-Guerrero del INAH, 1974. Archivo Histórico BNAH.

 

Desde sus primeras investigaciones, su aproximación al estudio de las culturas prehispánicas fue holística y metodológicamente innovadora para su época. Puso énfasis en el análisis contextual y en la comprensión de los vestigios no solo como objetos materiales sino como testimonios de procesos históricos complejos.

 

La carrera arqueológica de Angulo se ha caracterizado por un compromiso constante con la innovación metodológica y la interdisciplinariedad. En sitios emblemáticos como Teotihuacan y Monte Albán, impulsó el uso de técnicas que integraban la antropología, la historia y las ciencias naturales, generando un análisis más completo y contextualizado de los vestigios. Su trabajo excedió la mera excavación para incluir la museografía y la conservación, subrayando la necesidad de que el patrimonio no permanezca encerrado en vitrinas, sino que forme parte activa de la vida cultural de las comunidades.

 

Teotihuacan, Monte Albán y Xochicalco son algunos de los sitios en cuya investigación ha quedado la impronta de Angulo. Foto: Mauricio Marat, INAH.

 

Una de sus contribuciones más significativas fue su visión del patrimonio arqueológico como un recurso vivo, un bien común que debía servir para fortalecer las identidades locales y fomentar la participación social.

 

Postura intelectual

 

El pensamiento de Jorge Angulo se distingue por su compromiso ético y político con la arqueología. Se opuso a la visión positivista que reduce el pasado a datos objetivos y arqueología a una ciencia neutral. Desde su óptica, el estudio de las culturas antiguas es un acto de memoria y justicia social, donde el pasado se entiende como una construcción en diálogo constante con las realidades presentes.

 

Su obra invita a una reflexión crítica sobre el uso político del patrimonio, alertando contra nacionalismos excluyentes y formas superficiales de apropiación cultural que despojan de significado a las tradiciones y cosmovisiones indígenas. 

 

La arqueología, según sus planteamientos, debe contribuir a democratizar la memoria, dar voz a los grupos marginados y fortalecer una ciudadanía crítica capaz de reconocer la diversidad y complejidad cultural del país.

 

Legado y recepción crítica

 

El legado de nuestro personaje ha sido objeto tanto de reconocimiento como de debate. Su figura está inscrita en la historia de la arqueología mexicana como un pilar, pero también como un punto inflexión para nuevas corrientes teóricas que cuestionan los vínculos entre arqueología, poder y memoria.

 

Algunos críticos han señalado ambivalencias en su relación con las instituciones estatales y la manera en que su obra dialoga con las perspectivas poscoloniales de la actualidad. No obstante, su insistencia en una arqueología socialmente comprometida y políticamente consciente permanece como una brújula para los investigadores contemporáneos.

 

El arqueólogo Jorge Angulo durante el homenaje que, el 17 de julio de 2025, se le brindó en el Museo Nacional de Antropología, por el centenario de su natalicio. Foto: Gerardo Peña, INAH.

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