Eduardo Suárez
Es reportero en la Dirección de Medios de Comunicación del INAH desde 2016. Ha colaborado en medios culturales como Km. Cero y del sector energético como Global Energy, también ha realizado divulgación histórica en el Boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM y sido conferencista sobre temas vinculados con la historia del periodismo y la literatura de México en el siglo XIX.
Recorrer los paisajes del rincón zapoteco o xhidza de Oaxaca es notar que, entre las plazas envueltas por la bruma matutina, los imperturbables cementerios y los verdores de los caminos serranos, suele repetirse un patrón arquitectónico-devocional creado desde tiempos virreinales cada que surgía una nueva comunidad, ya fuera por la fertilidad de los suelos o por el hallazgo de minerales debajo de ellos.
Los habitantes de esos noveles asentamientos requerían de una iglesia mayor para profesar su fe, de una capilla en sus camposantos para velar a sus difuntos, y de una o más ermitas –templos de menor tamaño que construían en las afueras de sus pueblos– para descansar o pernoctar, al amparo de la cruz, cada que iban a otras villas a comerciar, trabajar o simplemente a convivir.
Aunque no se sabe a ciencia cierta cuántos recintos existen bajo este modelo, especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) estiman que al menos hay 70 capillas y ermitas antiguas distribuidas en los camposantos y las calzadas de esta región serrana, ubicada a cuatro horas en automóvil desde la ciudad de Oaxaca.
Este cálculo no considera a los templos principales de las comunidades ni a los de las cabeceras municipales a las que pertenecen. En primer lugar, explica Renata Schneider Glantz, restauradora-perito adscrita a la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del INAH, ello se debe a que esos recintos centrales datan mayormente del siglo XVIII, y en segundo a que las fronteras culturales y lingüísticas del área xhidza[1] tampoco están enteramente claras.
No obstante, en los últimos años la CNCPC, sumando recursos de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca (FAHHO) y el apoyo tanto material como de mano de obra de diversas comunidades zapotecas, ha supervisado la restauración de siete inmuebles: dos capillas en cementerios y cinco ermitas de vereda[2].
Ubicadas en las comunidades de Santo Domingo Cacalotepec, Santiago Yagallo, San Juan Yaeé y Otatitlán de Morelos, así como en la cabecera de Villa Talea de Castro, estas siete edificaciones constituirían el 10% de aquella cifra preliminar de tipo regional.
Y aunque no todas compartían el mismo nivel de deterioro, su atención hizo frente a problemáticas comunes como la pérdida de aplanados en los muros de adobe, filtraciones de agua, grietas y, en ciertos casos, la ausencia de los tejados originales.
Para subsanar estos deterioros se contó con el apoyo de los habitantes, quienes además de ayudar a subir y bajar materiales hasta o desde las complejas ubicaciones de las capillas y ermitas, aportaron la madera que se usó para reponer aquellas cubiertas que, en el pasado, habían sido reemplazadas con láminas de metal.
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En el rincón zapoteco, explica el arquitecto Ángel Rodríguez Rivas, director de Conservare, empresa contratada por la FAHHO para las restauraciones, muchas personas que construyen o amplían sus casas a menudo guardan adobes como repuestos o sobrantes, de allí que cuando se requirieron ladrillos adicionales en las obras, estos simplemente fueron comprados a las y los vecinos.
El trabajo voluntario, o tequio, de los pobladores también se aplicó en aspectos que no estaban contemplados en los planes de intervención originales. En una de las ermitas restauradas este año, por ejemplo, 40 personas de la comunidad de Otatitlán colaboraron para levantar un talud que evitará desgajamientos en la colina sobre la cual se ubica su ermita, a la vez que ayudaron a construir un pequeño atrio frente a ella.
Rescate histórico
Un eje adicional del proyecto de la CNCPC es la investigación histórica del rincón zapoteco, y aunque sigue en desarrollo, los lazos entre los archivos, la historia oral y la evidencia material de los templos y sus bienes muebles asociados, comienzan a aclararse.
Si bien la evangelización del territorio oaxaqueño inició en el siglo XVI, para el caso de la ahora llamada Sierra de Juárez, la presencia de la iglesia se fortaleció a partir de 1700[3], lo que coincide con la época fundacional de numerosos templos principales en los pueblos.
Por lo que toca a las ermitas, su construcción obedece, como se ha dicho, a una necesidad de conectividad, misma que se relaciona con las épocas de bonanza comercial en la sierra.
Durante el siglo XIX esta región se caracterizó por la producción de grana cochinilla y el cultivo de café, de allí que hubo que optimizar o crear senderos que unieran a los campos con los mercados y otros negocios ubicados en cabeceras provinciales como San Ildefonso Villa Alta o Tanetze de Zaragoza.
Cuando los dos productos entraron en declive, la minería cobró relevancia en localidades como la Natividad y Santiago Xiacuí, en el actual municipio de Ixtlán de Juárez, a donde muchos zapotecos emigraron para dedicarse a la explotación del oro y el cobre.
El circuito de las ermitas dedicadas a la santa cruz, abunda Renata Schneider, también está asociado con la influencia de Eulogio Gillow, obispo de la diócesis de Oaxaca a fines del siglo XIX, quien promovió la construcción de numerosas iglesias en el área.
Poseedor de cuantiosos recursos económicos, amigo del entonces presidente Porfirio Díaz y con gusto por las artes, Gillow sufragó la restauración de inmuebles en todo Oaxaca, a la par que fue mecenas de artistas como Urbano Olivera, un pintor oriundo de Villa Talea de Castro, quien creó e instruyó a varios aprendices para elaborar muchas de las cruces pasionarias que la CNCPC y la FAHHO han restaurado.
La presencia de estas instituciones y la confianza que su labor se ha ganado entre los pobladores, ha permitido que los descendientes de Olivera faciliten a los restauradores documentos como el boceto de una ruta de capillas y ermitas que el artista dibujó, probablemente cuando ya estaba comisionado por Gillow para decorar los bienes muebles e inmuebles del rincón zapoteco[4].
‘Lo que nos dejaron nuestros antepasados’
Además de las restauraciones arquitectónicas y de la atención dada a más de 30 bienes muebles –adoratorios, cruces y esculturas de bulto, entre otros–, de 2021 a la fecha se ha promovido la realización de talleres para enseñar a los pobladores cómo hacer inventarios de sus objetos históricos y darles tratamientos básicos de conservación.
También se han hecho cartografías patrimoniales participativas, ejercicios en los que jóvenes y adultos se reúnen en torno a un mapa de su pueblo para responder a preguntas detonadoras sobre qué es y dónde está lo que para ellos es importante preservar.
Mediante estos ejercicios y otras iniciativas como la grabación y transmisión de cápsulas informativas en la estación comunitaria Bëë Xhidza Radio Aire Zapoteco, ha podido generarse un acercamiento innovador a partir de las auténticas necesidades de las y los zapotecos.
Se ha hallado, por ejemplo, que en idioma xhidza no existe la palabra ‘patrimonio’, y que este concepto más bien se concibe como ‘lo que nos dejaron nuestros antepasados’.
Gracias a la participación de personas mayores, las cartografías han ayudado a conocer y recuperar prácticas culturales que habían caído en desuso. Una muestra de esta revalorización está en la ermita de Lom Yábusu –el cerro del peregrino–, en Otatitlán, y en la que, de acuerdo con los testimonios recabados, cada tres de mayo se realizaba una ceremonia religiosa y una fiesta en la que las familias cooperaban con comida, bebidas y tortillas para celebrar el Día de la Santa Cruz.
Igualmente en Otatitlán, la capilla del cementerio, consagrada a la Virgen del Carmen, ha recuperado el comité encargado de los festejos de esta advocación mariana, que en la religión católica ayuda a las personas al ‘buen morir’ y evitar que queden atrapadas en el purgatorio.
A nivel regional se han promovido iniciativas como concursos fotográficos centrados en los balcones zapotecos[5], no solo para reunir imágenes que ayuden a documentar tales rasgos arquitectónicos, sino también para mostrar a los habitantes que esos elementos resguardan múltiples significados en cuanto a sus materiales, técnicas constructivas, anécdotas familiares o su propia funcionalidad.
“El patrimonio de estas comunidades no se restaura por un afán turístico, sino porque cada elemento de él es identitario para los pueblos y necesario en su día con día”, concluye Renata Schneider.
Cabe brevemente anotar que estos balcones tradicionales de madera, que en este siglo XXI hacen frente a retos como su descarte en las casas hechas con block, son espacios angostos pero acogedores. Por lo general, su principal función es que permiten a las familias sentarse a descansar y a conversar al final de cada jornada, mientras observan los paisajes de la sierra y al sol ponerse en lontananza.
Bibliografía:
- Gillow y Zavalza, Eulogio Gregorio Clemente, Apuntes históricos, México: Imprenta del Sagrado Corazón de Jesús, 1889. Consultado en: https://cd.dgb.uanl.mx/handle/201504211/12530
Entrevistas:
Renata Schneider Glantz, 3 de agosto de 2023.
Ángel Rodríguez Rivas, 4 de agosto de 2023.
[1] De acuerdo con el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, el xhidza o zapoteco del rincón, es una de 62 variantes zapotecanas, pertenece a la familia lingüística otomangue y reporta alrededor de 20 mil hablantes.
[2] Autoridades de ambas instancias han realizado dos actos de entrega en el marco del Proyecto de Conservación y Restauración de las Capillas y Ermitas dedicadas a la Santa Cruz y a la Virgen del Carmen: el 6 de diciembre de 2021 y el 28 de julio de 2023.
[3] Eulogio Gillow reconoció al culto de los santos mártires Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles como detonante del catolicismo en la región xhidza. La tradición refiere que en septiembre de 1700, estos dos indígenas conversos, fiscales en San Francisco Jaconos, presenciaron en este pueblo una ceremonia idólatra que consistía “en la adoración de una cierva”. La denuncia que hicieron al párroco de la comunidad causó un alzamiento popular que solo fue apaciguado con la entrega voluntaria y el martirio de ambos fiscales. Gillow, Apuntes históricos, México: Imprenta del Sagrado Corazón de Jesús, 1889, p. 188.
[4] Este boceto será tomado como referencia en 2024 durante una tercera fase del proyecto de la CNCPC, en la cual se atenderán dos templos de la localidad de San Juan Juquila Vijanos, y se espera levantar un censo para definir el universo de capillas históricas de cementerio y de ermitas en la región xhidza.
[5] Organizado este 2023 por la CNCPC, la FAHHO y la estación Bëë Xhidza Radio Aire Zapoteco, este primer certamen de registro de balcones de madera entregó su primer premio a Michelle Cruz González, el segundo lugar a Dulce Ambrocio Bautista y el tercero a Mariana Pérez Flores. La intención de los convocantes es que en los próximos meses pueda crearse una exposición itinerante en las comunidades del rincón.