Entierros de infantes de entre uno y cinco años de edad al momento de morir. Foto: Arqlgo. Marco Antonio Santos, INAH.

Por: Patricia Munguía Correa

Patricia Munguía Correa


La interrupción voluntaria del embarazo, o aborto inducido, ha existido desde épocas remotas, y en Mesoamérica, tal como hoy, no todas las mujeres tenían acceso a este servicio a cargo de las parteras de la época precolombina.

Los códices, crónicas y otros documentos que nos permiten conocer la vida cotidiana en el México prehispánico, también revelan aspectos de la sexualidad en las culturas precortesianas, con los cuales podemos observar las normas sociales y las prácticas por las que se regían.

Las descripciones o menciones del aborto en dichos textos históricos son escasas y breves. De acuerdo con María Rodríguez-Shadow, investigadora de la Dirección de Etnología y Antropología Social (DEAS) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), esto puede deberse a que la mayoría de ellos fueron creados en la época novohispana, cuando predominaba un pensamiento cristiano y, derivado de ello, el secretismo y tabú hacia la sexualidad en general.

En el Códice Mendoza no se menciona específicamente el tema, sin embargo, es una fuente muy rica en cuanto a datos vinculados con la educación de las y los niños en relación al matrimonio, la nupcialidad y los castigos a determinadas transgresiones, como el adulterio.

En los códices Florentino, Ramírez, Telleriano-Remensis, Vaticano y Borgia, por mencionar algunos, detalla la investigadora de la DEAS, “aunque no se comenta en concreto el tema del aborto, se alude a la reproducción femenina y al parto”, entre otros factores relacionados con la sexualidad. 

 

Detalle de patología en cráneo infantil recuperado en el barrio de la Lagunilla, en la Ciudad de México. Foto: Juan Carlos Campos Varela, DSA INAH.

 

Aunque no se sabe con certeza la recurrencia de los abortos entre las mujeres del llamado México antiguo, ni la manera en la que se practicaban, Rodríguez–Shadow asevera que, en crónicas como la Historia de los Indios de la Nueva España, de fray Toribio de Benavente -quien formó parte del grupo de los primeros 12 franciscanos que arribaron a la Nueva España en 1524- y en la Historia eclesiástica indiana, de Jerónimo de Mendieta, se menciona que las mujeres tenían a su disposición diversas estrategias para interrumpir sus embarazos; eran las parteras quienes conocían las hierbas que tenían propiedades abortivas.

“Es importante recordar que el contexto en el que las mujeres de la época prehispánica se desenvolvían era muy estricto y limitante en relación a la sexualidad. Se trataba de una sociedad patriarcal altamente militarizada, en la cual las libertades no eran las mismas para mujeres y hombres”, subraya la académica.

Mientras a las mujeres, nobles o plebeyas, se les exigía llegar vírgenes al matrimonio y abstenerse de actividades sexuales extraconyugales, los hombres, en particular los pipiltin, personajes de alto rango, estaban exentos de seguir dichas normas.

Con relación a la interrupción del embarazo, Rodríguez-Shadow refiere que, al menos en la cultura mexica, estaba prohibido y el castigo era la pena de muerte. La hipótesis para explicar este fenómeno es que, debido a que se trataba de una sociedad militarizada, en la que la guerra tenía un papel preponderante en la supervivencia y dominio de los tenochcas sobre otras culturas, era necesario incentivar la natalidad para fortificar y engrosar las filas de guerreros al servicio del Estado.

 

Entierros de infantes de entre uno y cinco años de edad al momento de morir. Foto: Arqlgo. Marco Antonio Santos, INAH.

 

Mitos y creencias en torno a la muerte durante el parto

Además de los testimonios plasmados en códices y crónicas, los tratamientos mortuorios que antaño se otorgaban a los restos humanos pueden observarse y contrastarse desde las evidencias arqueológicas que, año con año, continúan resurgiendo de las entrañas de la tierra.

En el libro Entierros prehispánicos y prácticas funerarias. La muerte en el sur de Veracruz, de Xochitl del Alba León Estrada, se indica que:

Los entierros humanos en contextos arqueológicos y las costumbres funerarias ayudan a discernir la composición física de una población, su interacción con otros pueblos, su desarrollo social, tecnológico y económico, además de los fenómenos de cambio cultural.

En las culturas mesoamericanas, el destino de las personas después de la muerte estaba determinado por la manera en la que perecían. Así, en la Historia general de las cosas de Nueva España, de fray Bernardino de Sahagún, texto comúnmente conocido como Códice Florentino, se menciona que, en la cosmogonía mexica, las mujeres que morían en su primer parto eran deificadas y se les daba el nombre de cihuateteo; sus representaciones iconográficas (en códices y esculturas) muestran a una mujer en cuclillas, de pechos caídos, casi descarnada y, en ocasiones, con garras de águila en lugar de manos.

En dicho documento histórico se relata uno de los mitos que acompañaban a estas figuras, según el cual, las cihuateteo salían a recorrer el mundo para esparcir diferentes enfermedades y males sobre hombres, niñas y niños.

Asimismo, el códice alude a la muerte en el parto y refiere que el destino final de las mujeres que perdían la vida durante el alumbramiento era la Casa del Sol, lugar al que eran llamadas por el propio Sol, debido a su valentía y donde compartían morada con los tonallehque, guerreros caídos en la batalla, quienes habitaban el ala oriental del cielo, mientras que ellas residían en la zona occidental, denominada cihuatlampa.

Los tonallehque custodiaban al Sol desde el alba hasta el mediodía, después las cihuateteo los relevaban y acompañaban al astro hasta el ocaso, momento en el que la estrella descendía al inframundo para salir triunfante al amanecer y, de este modo, completar el ciclo del día y la noche.

Otro mito asociado con la muerte de infantes es el del árbol Chichihualquauitl, o árbol nodriza, que aparece en los relatos sobre Tamoanchan -vocablo nahua cuyo significado en español es: “Nosotros buscamos nuestra casa”-, lugar mítico que, de acuerdo con el imaginario colectivo mesoamericano, era el hogar de los dioses y el sitio en el que la humanidad fue creada.

La iconografía de este árbol aparece en el Códice Ríos y muestra a varias criaturas pequeñas alrededor de él, bebiendo gotas de leche que caen de las hojas en forma de mamas.

El profesor-investigador adscrito al Centro INAH Morelos, Raúl Francisco González Quezada, señala que en el siglo XVI, se tenía la creencia de que los bebés que morían iban a una sección de Tamoanchan en la que se encontraba este árbol, del cual podían alimentarse.

 

Folio 3 del Códice Ríos, se observa el árbol nodriza (chichihualcuahuitl).

 

La vasija como simbolismo del vientre materno

La cerámica ha acompañado los contextos funerarios de la antigüedad de diferentes maneras, ya sea como contenedor de los restos inhumados, recipiente para los alimentos de las ofrendas, o bien, como objeto de valor que acompaña a la persona fallecida en su paso por el inframundo.

En el caso de los entierros humanos al interior de vasijas localizadas en el estado de Morelos, la teoría del arqueólogo González Quezada es que éstos últimos elementos representan al vientre materno. “La práctica quizá daba cierta tranquilidad a las familias de que el bebé sería cuidado y protegido, de manera simbólica, como cuando estaba al interior de la matriz”, apunta.

Esta hipótesis surge a partir de una mención en el Códice Florentino, en la cual se relata que las mujeres embarazadas no debían comer los tamales que se hubieran pegado a la olla durante la cocción, pues de lo contrario, corrían el riesgo de que su bebé tuviera problemas para nacer; lo que nos habla de una clara analogía entre el vientre materno y tales contenedores cerámicos.

Asimismo, en el Códice Xolotl se indica que las mujeres embarazadas no deben exponerse a los eclipses solares; por ello, la iconografía de este documento muestra a una fémina escondida dentro de un cuexcomate, una gran olla que servía para almacenar maíz, y protegida durante el evento astronómico con una máscara de pigmentos azules.

Por lo anterior cobra sentido la idea del uso de vasijas como objetos asociados a los cuidados post mortem que las familias deseaban brindar a sus seres queridos.

 

Dibujo reconstructivo en corte de una olla funeraria con un infante en su interior. Elaborado por: Gonzálo Gaviño Vidarte.

 

Evidencia del pasado

Respecto a si existen entierros de abortos es difícil establecerlo.  En el sitio de Jaltocan, polígono 6, cuya temporalidad se ha establecido en el Posclásico Tardío (1200-1500 d.C.), ubicado en los terrenos del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, el responsable académico de la sección de Bioarqueología de la Dirección de Salvamento Arqueológico (DSA) del INAH, Arturo Talavera González y su equipo, recuperaron 58 enterramientos correspondientes a 66 individuos, de los cuales la mitad son infantes; entre estos últimos destacan los restos de individuos, de 4 a 6 meses de vida intrauterina, que se cree pudieron ser resultado de abortos, no se sabe si inducidos o no.

Por su parte, el investigador González Quezada agrega que el aborto inducido fue ampliamente estudiado por antropólogos como Marvin Harris o Claude Lévi-Strauss, en el siglo XX, en comunidades de cazadores-recolectores dentro de las cuales dicha práctica estaba vinculada con el control de la natalidad debido a la disponibilidad de recursos alimentarios. 

En la actualidad, la interrupción legal del embarazo es un derecho humano que permite a las mujeres y a las personas gestantes ampliar su libertad para ejercer la maternidad de manera libre, informada y responsable.

Aunque no podemos conocer el pasado de los antiguos pobladores de Mesoamérica con precisión, las investigaciones etnográficas y arqueológicas nos han ayudado a vislumbrar la vida, tradiciones e idiosincrasia de las culturas prehispánicas, lo que nos permite comprender la historia de nuestros ancestros, en particular, y de la humanidad en general.

 

En 2022, el INAH localizó diversos entierros infantiles, algunos con signos de desnutrición, en La Lagunilla. Foto: Melitón Tapia, INAH.

 

Referencias:

Acocal, S. (2016). “La muerte infantil: crónicas coloniales y prácticas culturales. San Pablo del Monte Cuauhtotoatla”, Tlaxcala. Tesis de maestría. ENAH. Recuperado de www.academia.edu/42726487/La_muerte_infantil_cr%C3%B3nicas_coloniales_y_pr%C3%A1cticas_culturales_San_Pablo_del_Monte_Cuauhtotoatla_Tlaxcala 

León, E. X A. (2019). “Entierros prehispánicos y prácticas funerarias. La muerte en el sur de Veracruz”. México, Universidad Veracruzana. Biblioteca Digital de Humanidades. Recuperado de www.uv.mx/bdh/files/2019/02/Entierros-prehispanicos-y-pra%CC%81cticas-funerarias-La-muerte-en-veracruz.pdf

Henning, P., et. al. “Tamoanchan. Estudio arqueológico e histórico”. Recuperado de www.mna.inah.gob.mx/docs/anales/325.pdf 

El Tlacuache. Suplemento cultural. Núm 412. Abril 18, 2010 publicado en La Jornada Morelos. “El Tonallehque y la Cihuateteo de Ticumán, acompañantes de Tonatiuh, el Sol”. 

 

 

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