Edificio I. Foto: Fabián González, INAH.

Por: Patricia Munguía

Patricia Munguía

Ana Patricia Munguía Correa es periodista y productora audiovisual, amante de los gatos, la lectura y el matcha. Anteriormente trabajó como copy creativa en TV Azteca, en el área de Promoción e Imagen pero, como el dinosaurio Anacleto, no fue feliz, por lo que ahora se desempeña como reportera en la Coordinación Nacional de Difusión del INAH, un espacio de aprendizaje continuo y grandes retos. Estudió Ciencias de la Comunicación en la FCPyS de la UNAM y Periodismo digital en la UDG.

 

Como criaturas que salen de las tinieblas, insidiosas llamas avanzaron entre los muros del Edificio I, ubicado en el área norte de la Zona de Monumentos Arqueológicos de El Tajín (ZMAET), en el llamado Tajín Chico, la madrugada del 21 de diciembre de 2022, sin que los staku, vigilantes totonacas en el firmamento, dieran señales del augurio.

 

Un año antes, el paso del huracán Grace había provocado la caída de una palapa colocada para proteger el vestigio de la intemperie, lo que causó la deformación de algunos elementos arquitectónicos. Así lo relató la restauradora de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Dulce María Grimaldi Sierra, encargada del proyecto de atención del edificio, al rememorar el recuento de los daños.

 

 
El Tajín tuvo su apogeo entre los años 800 y 1,300 de nuestra era. Foto: Fabián González, INAH.

 

 

Aunado a este par de eventos aciagos, las y los restauradores diagnosticaron un mayor problema: la acumulación de humedad y la cristalización de sales en la superficie del monumento precortesiano, que derivó en un desprendimiento parcial y en pérdida de su capa pictórica, así como en escurrimientos y manchas causadas por depósitos de material orgánico y suciedad acumulada.

 

Derivado del incendio, el material sintético que protegía algunas partes de la estructura quedó adherido a la pintura mural, lo que provocó otro porcentaje de deterioro en la misma.

 

Ante este escenario, la investigadora Grimaldi Sierra determinó que el 40 por ciento de la capa pictórica sufrió daños irreparables, lo que representa una importante pérdida del discurso iconográfico contenido en los tres murales del Edificio I.

 

En dichas obras, los antiguos habitantes del lugar plasmaron más de 100 figuras multicolores que, de acuerdo con las interpretaciones arqueológicas, representan momentos históricos de la ciudad, así como elementos simbólicos de las culturas del Golfo de México, cuyo desarrollo inició hacia el siglo VII de nuestra era, y alcanzó su apogeo entre los años 800 y 1300 d.C.

 

 

Detalle del Edificio I. Foto: Fabián González, INAH.

 

 

En 1992, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, agregó a El Tajín a su Lista del Patrimonio Mundial, por lo que sucesos como el citado incendio representan un perjuicio para la memoria histórica no solo de la antigua urbe, símbolo vivo de las culturas prehispánicas, sino de la humanidad en su conjunto.

 

El Tajín

Los vestigios de la cultura totonaca prehispánica pueden admirarse a lo largo de la planicie costera de Veracruz y en la sierra norte de Puebla. La voz “totonaca” proviene del náhuatl totonacatl, término que hace referencia a los habitantes de Totonacapan, y que, de acuerdo con Gustavo Ramírez Castilla (2022), alude a un “concepto de orden histórico y territorial todavía vigente en el siglo XVI”. Los centros más representativos de dicha cultura son Cempoala, El Tajín y Castillo de Teayo.

 

La ciudad mesoamericana que ahora se conoce como El Tajín fue una poderosa capital totonaca entre los siglos VII y XIII. Es considerada la más importante de la costa norte de Veracruz. De su traza urbana destaca la Pirámide de los Nichos, una edificación asociada al calendario solar.

 

 

Panorámica de la Zona de Monumentos Arqueológicos El Tajín, Veracruz. Foto: Daniel Ponce, INAH.

 

 

Además de ser la urbe prehispánica con el mayor número de juegos de pelota (17), su decoración incluye nichos, relieves y pintura mural, distribuidos en templos, plazas y otros espacios.

 

Testimonios ancestrales

De acuerdo con las investigaciones realizadas por Grimaldi Sierra, en la ZMAET, los Edificios I y XI son los que conservan la mayor cantidad de pintura mural; en ambos hay testigos de una iconografía que ha sido analizada como “reflejo de la estética y la religión en El Tajín”.

 

Los murales del Edificio I están superpuestos unos sobre otros, por lo que solo se liberaron parcialmente, cuidando que se pudieran apreciar las diferentes etapas constructivas del monumento, en la medida que cada una tiene características únicas.

 

El decorado más antiguo se ubica en el ala sureste y está fechado en el año 800 d.C., momento de mayor esplendor de la urbe. El siguiente se ubica en la cara norte y contiene el mayor número de figuras asociadas a la cosmovisión del lugar, representadas en un discurso horizontal, entre las que se pueden observar personajes antropomorfos con máscaras o rasgos animales, volutas, ganchos, flecos, escudos y ojos de Venus, por mencionar algunas. Se cree que dicho mural es contemporáneo del primero o cercano en temporalidad.

 

 
Avanza recuperación de la pintura mural del Edificio I de El Tajín, en Veracruz. Foto: Fabián González, INAH.

 

En el tercero, conocido como el “Mural de los medallones”, los antiguos pobladores plasmaron seres antropomorfos con glifos que aluden al movimiento. Si bien se sabe que su construcción es posterior a los anteriores, sin embargo, no cuenta con una interpretación precisa de su temporalidad.

 

Las figuras y formas que aparecen en las pinturas son ricas en variedad de tonos azules, verdes, rojos, rosas, ocres, blancos y negros.

 

Como resultado de las investigaciones antropológicas se sabe que la fabricación de colores se realizaba con la mezcla de arcillas y minerales, así como otros materiales orgánicos.

 

Manos mexicanas al rescate del patrimonio

Gracias a las labores de restauración realizadas por la CNCPC, hasta ahora se ha logrado rescatar 60 por ciento de las pinturas murales del Edificio I, con lo cual se busca recuperar un importante legado cultural totonaca.

 

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Los materiales plásticos colocados sobre la pintura para protegerla de la intemperie, se adhirieron a ella como efecto del incendio; se evalúa dejarlos como evidencia del suceso. Foto: Fabián González. INAH.

 

Dicho trabajo contó con la participación de más de 25 personas, entre restauradores, fotógrafos, arquitectos, un arqueólogo y auxiliares de restauración, provenientes de las comunidades aledañas que la CNCPC ha capacitado con el objetivo de fortalecer la vinculación con los habitantes del lugar en favor de la preservación de la ZMAET.

 

La titular del proyecto, Grimaldi Sierra, explicó que, a consecuencia del incendio, en algunos sectores el soporte de la pintura se consumió y se volvió poroso, por lo cual perdió estabilidad. Por otra parte, una problemática resultante del huracán fue la reactivación del proceso de cristalización de sales en superficie.

 

Tanto el aumento de temperatura como la concentración de sales transformaron los colores originales de la capa pictórica, en la medida que aquellos fabricados con minerales, al exponerse al calor, sufren mayor oxidación, lo cual genera un cambio cromático, mientras que los elaborados a base de materiales orgánicos y arcilla, se degradan.

 

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La iconografía representada en las manifestaciones pictóricas corresponde a las culturas del Golfo. Foto: Fabián González, INAH.

 

En cuanto a la referida problemática de la adhesión de los materiales sintéticos que protegían a los murales, el equipo de restauración investiga la pertinencia de retirar dichos elementos plásticos y afinar la capa pictórica. Las zonas donde no sea posible retirar los restos sintéticos quedarán, de cara al porvenir, como testimonio de lo ocurrido.

 

“Por el momento, nuestro equipo se ha concentrado en frenar los procesos de alteración”, apuntó la responsable de las labores de atención, lo cual se ha logrado mediante la colocación de capas de fibras sintéticas que permiten controlar la humedad e impedir la formación de sales.

 

Por otra parte, ha sido necesario retirar el material dañado y colocar resanes y ribetes que ayuden a mantener en buen estado la capa pictórica. También se eliminó el hollín de las superficies, la suciedad y los restos de material orgánico.

 

Se reconstruyeron sectores afectados por el desplome de la palapa; se han restituido elementos arquitectónicos y se ha brindado consolidación en los soportes de los fragmentos que sufrieron desprendimiento.

 

 
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La antigua ciudad de El Tajín es uno de los emblemas turísticos y culturales del municipio veracruzano de Papantla. Foto: Fabián González, INAH.

 

“Vimos con tristeza la pérdida del trabajo realizado desde 2007”, sostuvo Grimaldi Sierra al agregar que otra labor importante ha sido el registro de los daños y de todas las intervenciones realizadas sobre los más de 100 fragmentos colapsados a raíz del incendio y el fenómeno meteorológico.

 

Otra medida de conservación fue cubrir los aplanados originales con una capa del mismo material con el que fueron elaboradas (cal, arena y un poco de arcilla), para protegerlos de la intemperie, pero con una separación bien delimitada para que sea posible distinguir cada estructura.

 

Estas acciones representan 75 por ciento de avance con respecto a los daños generados por el huracán Grace, y 40 por ciento en lo tocante al incendio.

 

Los trabajos de restauración continúan este 2025 sobre temas particulares como: reposición de fragmentos colapsados; estabilización del edificio con respecto al control de humedad y, en consecuencia, de sales; recuperación de todos los niveles de resanes y ribetes, y en la generación de materiales de protección para asegurar una estabilidad duradera.

 

Fortalecer lazos ciudadanos

Además de la restauración, las y los investigadores trabajan en la proyección de diferentes esquemas de actuación para la preservación del edificio, algunos de los cuales requerirían el apoyo económico de otros sectores, así como la colaboración de las comunidades circundantes a El Tajín, con el objetivo de que sucesos como el incendio provocado no vuelvan a repetirse.

 

En opinión de la restauradora, la mayor debilidad de la zona patrimonial es la falta de vinculación con la comunidad, por lo cual se pretende crear proyectos y campañas de concienciación que promuevan y refuercen la responsabilidad compartida, entre autoridades y ciudadanía, en torno al cuidado del patrimonio cultural.

 

La directora de Turismo y Cultura del municipio de Papantla, Geraldine Pedroza Barra, destacó que la ZMAET es un lugar de gran importancia para la comunidad totonaca, por lo que la labor del INAH es esencial para su preservación.

 

En dicha zona, la comunidad totonaca realiza diferentes actividades culturales como el ritual de permiso a los siete Tajines, en honor a San Miguel de Arcángel, celebrado el 29 de septiembre -Día del Trueno según el calendario ritualista-, o la ceremonia de las almas, realizada entre octubre y noviembre el marco del llamado Festival Ninín, dedicado a las y los difuntos.

 

“Son estas personas las que mantienen la cultura totonaca viva con sus tradiciones, costumbres y creencias”, anotó al recordar que el incendio del Edificio I fue una noticia sorpresiva y triste porque se trata de un lugar con una energía especial, lo mismo que un espacio sagrado para las y los habitantes de Papantla y sus regiones comarcanas.

 

El arqueólogo responsable de Protección técnica y legal de la ZMAET, Temachtiani Atenco Sánchez, informó que después del suceso, se reforzó la vigilancia del lugar.

 

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Pirámide de los Nichos, edificio emblema del sitio patrimonial. Foto: Fabián González, INAH.

 

La conservación del patrimonio cultural material e inmaterial es una responsabilidad compartida por ciudadanos e instituciones, en la que el INAH contribuye a través de la investigación, divulgación, protección y restauración de los bienes paleontológicos, arqueológicos e históricos, así como de las culturas que les dieron origen y de aquellas que han heredado su legado.

 

“Son estas personas las que mantienen la cultura totonaca viva con sus tradiciones, costumbres y creencias”, anotó al recordar que el incendio del Edificio I fue una noticia sorpresiva y triste porque se trata de un lugar con una energía especial, lo mismo que un espacio sagrado para las y los habitantes de Papantla y sus regiones comarcanas.

 

Referencias

-                     ENRÍQUEZ, A. H. M. (2013). La jerarquía de los dioses totonacos. INAH.

-                     El Totonacapan y la cuestión totonaca. (2022). Ollin, 17, 23-30. Recuperado de https://revistas.inah.gob.mx/index.php/ollin/article/view/18287

-                     Cultura totonaca. (2021). Mediateca INAH. Recuperado de https://mediateca.inah.gob.mx/islandora_74/node/5279

-                     Grimaldi, S.D.M. (2018). Técnica pictórica en El Tajín. Conservación y Restauración, número 13/14, pp. 253.

 

 

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