Filogonio Naxín. Foto: Cristal Mora Patricio.

Por: Guillermina Escoto

Guillermina Escoto

Guillermina Escoto Garduño trabaja en la Dirección de Medios de Comunicación del INAH desde 1997, donde se ha especializado en el abordaje de temáticas de las ramas de la antropología y actualmente se desempeña como Jefa de Información. Antes ha sido reportera, coordinadora de Reportajes Especiales, Jefa de Información del Norte de México. Fue editora por 10 años de la revista de Contracultura Generación. Estudió Ciencias de la Comunicación en la FCPyS de la UNAM.

 

Sobre nubes azul índigo nace un Chuú ningu (murciélago) del color de la sangre de tuna, en el gran lienzo de tela de algodón. Al artista plástico Filogonio Naxín (1986) le gusta este contraste. Dice que da fuerza y vida a sus seres fantásticos, los que recupera de sueños y de los mitos que cuentan en su tierra, Mazatlán Villa de Flores, en la sierra mazateca de Oaxaca donde nació hace 38 años.

 

Hoy es un migrante en la Ciudad de México. Trae consigo su lengua materna y una forma de percibir el mundo que comparte a través de sus obras. Es decidido, nunca para ante las carencias. Ha vencido obstáculos importantes y siempre está sonriendo.

 

Lo vemos arriba de la Sala Mexica, a la entrada de la sección titulada Grandeza y Diversidad Cultural de México, en el Museo Nacional de Antropología, donde se adaptó un pequeño espacio como taller temporal del pintor.

 

 
Es la primera ocasión que el MNA tiene a un artista de origen indígena como invitado para realizar obra ex profeso para sus salas permanentes. Foto: Cristal Mora.

 

 

Sobre una larga mesa de trabajo, Naxín dispuso morteros con finísimos polvos y envases que contienen tintes naturales de distintos colores: rojo, de la grana cochinilla; azul, del añil; amarillos, de la flor de azafrán y del cempasúchil. Está también el negro, tomado del hollín de ocote y un tinte oscuro hecho de cáscara de nuez, sin faltar la diversidad que ofrecen las mezclas con el palo de Brasil y el palo de Campeche.

 

Prepara los tintes con sumo cuidado y mucha paciencia para obtener tonos puros, es decir, sin óxido. Muele cada material hasta obtener un polvo tan fino como el talco y, usando una parrilla eléctrica, los extrae. Por horas somete los polvos a un calor indirecto, uniforme, progresivo y constante hasta que el tinte queda en su punto: se convierte en alquimista.

 

“Ha sido difícil manipular tintes naturales. La técnica tiene muchas complicaciones porque la pintura es muy ligera, algo parecido a la acuarela; hay que espesarla y apurarse a pintar porque los tintes naturales se oxidan y le quitan vida al color”.

 

El artista obtiene sus tintes a partir de elementos orgánicos que le devuelven a su tierra natal. Foto: Cristal Mora.

 

 

Naxín, además, ha combinado la tinta del añil con la de flor de cempasúchil para obtener el verde del campo que le recuerda su infancia. “Allí era donde jugaba mientras cuidaba chivos”, dice mientras señala con el mango de su pincel una milpa que aparece junto a un tlacuache, plasmada en otra obra. En aquellos juegos lo acompañaba una libreta, a la que le apachurraba flores para que “quedara la mancha del color”, o la rayaba con pedacitos de carbón que recogía del fogón de la cocina de su madre.

 

“Cuando eres indio, a los seis o siete años juegas con lo que hay a tu alrededor porque no tienes ni los colores, ni los pinceles. Agarras la flor y la manchas en el papel; jugando te manchas la mano y ahí está el color”, explica.

 

Mazatlán Villa de Flores es uno de los pueblos con mayor marginación en México pero su entorno es muy rico, dice Naxín. Su mano regresa a las líneas de grana, entonces menciona el canto de las aves, el agua fresca del río, las montañas, los árboles que dan fruta; luego sus ojos toman distancia del Chuú ningu para confirmar su correcta proporción.

 

A pesar de que los tintes naturales son parte del patrimonio intangible de poblaciones indígenas de Oaxaca, Filogonio Naxín recuerda que, mientras estudiaba la licenciatura en Artes Plásticas y Visuales en la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y trabajaba en una carnicería, sin dinero para comprar material profesional, llegó a pintar con sangre de res.

 

Lo anterior sucedió hasta que llegó al Museo Nacional de Antropología (MNA), invitado a plasmar su versión de identidad en el primer piso del recinto, donde la Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) emprendieron una profunda reestructuración, finalizada e inaugurada en días pasados.

 

La intervención del artista mazateco formó parte de un propósito actual del museo, a sus 60 años de vida, que es abrir diálogos con las distintas comunidades indígenas a través de sus intelectuales, promotores y promotoras culturales; académicos y académicas formados y artistas, para devolverles el conocimiento generado por la investigación, y abrirles el espacio para que se reencuentren con su identidad a través de los objetos resguardados en bodegas y salas. Así lo explica el antropólogo Arturo Gómez Martínez, nahua originario de Chicontepec, Veracruz y primer subdirector de Etnografía de origen indígena en el MNA.

 

Desde la oficina a su cargo, Gómez Martínez plateó un proyecto de recuperación de técnicas textiles que abarca los tintes naturales; en este caso, el museo vinculó a Naxín con la investigación para que pudiera aplicar en su obra colorantes naturales sobre lienzos de algodón y papel amate, como lo hicieron los antiguos tlacuilos.

 

Naxín 25 Chuú ningu en la Subdirección de Etnografía. Museo Nacional de Antropología. Con Arturo Gómez y Juan Pablo García Urióstegui. Foto: Cristal Mora.

 

 

Nikía ku xkara nangui[1]/Tintes naturales

Filogonio Naxín comenzó a familiarizarse con los rincones del museo mientras los recorría para conocer acervos en bodegas y salas permanentes. Una mañana, al pasar por los talleres que se encuentran junto a los jardines posteriores del emblemático recinto de Chapultepec, se topó con artesanos y antropólogos que en ese momento elaboraban la réplica del Huipil de la Malinche: ¡Quedó impactado!

 

Aquellas imágenes de inmediato lo regresaron a su lugar de nacimiento, al campo que da los recursos para teñir y a la libreta manchada con flores machacadas. Decidió que quería experimentar en su obra plástica la técnica de tintes naturales y así comenzó la serie Identidad para el MNA.

 

El recinto fue su taller por un año, de marzo de 2022 a 2023; además, le proporcionó las láminas de papel amate, fabricadas artesanalmente en San Pablito Pahuatlán, Puebla, con técnicas de antaño, así como lienzos de algodón. Las recetas que siguió el pintor para elaborar los pigmentos son resultado de investigaciones etnográficas.
 
 

Naxín moja nuevamente su pincel en el frasquito donde preparó la grana cochinilla, luego regresa su mano al Chuú ningu. Dibuja los trazos necesarios sobre la tela para completar la forma alada de un ser que surgió de la cosmovisión mazateca, “en la que todo se descifra a través de la fauna”.

 

Los ojos del artista hacen un recorrido por las pinturas ya terminadas. En su serie también hay plantas emblemáticas, como el maíz… los Nixti xí jkun yajura (hongo divino) se ven junto a Naña (Perro).

 

“Los hongos te ayudan a saber quién eres. En mi pueblo se usan en los rituales de curación y para nuestra cultura son muy importantes”.

 

 
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Naxín es originario de la comunidad mazateca de Villa de Flores, Oaxaca. Foto: Cristal Mora.

 

Los motivos del artista surgen de cuentos y leyendas que escuchaba de su abuelo Mauro Casimiro, quien murió a los 98 años. Nahuales y seres fantásticos que se formaron en los sueños del niño al escuchar las historias de Mauro y de sus padres, Antonio y Esperanza, ahora fluyen de ese lugar onírico para cobrar vida en el lienzo con un lenguaje propio y contemporáneo.

 

Con los nahuales y las plantas brotan en las pinturas las palabras de la gente mazateca; dan vuelta en el pensamiento de Naxín al lado de sus sueños, integrando un solo universo plástico igualmente habitado por sus ancestros.

 

En sus obras, los sueños encuentran las piezas del museo como un espejo. Así están plasmados Nisié aní (Pájaro rojo), (Orejón y luna), Nijmié Naminá (Dios del maíz); Ñujún naxinguijña (Cuatro venado) / códice mazateco; Chuú ningu (Animal murciélago) / Máscara de murciélago (madera tallada y policromada procedente de Guerrero, de la segunda mitad del siglo XX).

 

Igualmente, Xa (Vasija tigre) / Tigre (figura elaborada en mayólica modelada y policromada, de Michoacán, primera mitad del siglo XX); Ndifí (Tlacuachito y milpa) / Tlacuache (figura de barro natural modelado y bruñido, de San Luis Potosí, siglo XXI); así como Naña (Máscara perro) / Máscara de perro (piel curtida y policromada, de Guerrero, de la segunda mitad del siglo XX).

 

Todos los tintes fueron un reto, pero obtener el negro, lo más difícil; lo explica Naxín con una pequeña olla de barro de boca amplia, ahumada y llena de hollín sobre la palma de su mano.

 

“Primero se quema el ocote y se atrapan las cenizas en un recipiente de barro que luego se raspa suavemente para despegar el hollín, así lo vas limpiando todo para recolectar el negro”.

 

La ceniza se adhiere a los dedos de Naxín cuando se deslizan sobre el contorno de la boca de la vasija. En seguida dice que otra dificultad fueron los aglutinantes. Explica que cuando comenzó a pintar se le desprendían los colores porque hacía falta un sellador que fijara el pigmento en el papel o la tela, entonces comenzó a prepararlos usando miel. Hizo varios ensayos para encontrar la consistencia adecuada, basándose en la información que le proporcionaba el museo.

 

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Se adaptó un espacio del MNA para que fungiera como taller provisinal del artista oaxaqueño. Foto: Cristal Mora.

 

Kusin betsiya kjuabitsién/Los orígenes

Los mazatecos se autodenominan Án chjuta ién nima, que en su lengua quiere decir "los que trabajamos el monte, humildes, gente de costumbre". Según otros autores, el origen del nombre mazateco viene del náhuatl mazatecatl, o "gente del venado", que les fue dado por los nonoalcas debido al gran respeto que tenían por dicho animal[2].

 

En Mazatlán Villa de Flores la mayoría de la gente se dedica al campo, a la siembra de maíz, frijol, chile, calabaza. No es un comercio sino una forma de autoconsumo, dice Filogonio Naxín, quien de niño trabajó la tierra y hoy está sentado en su taller particular. También se dan todas las frutas: chicozapote, zapote negro, mamey, papaya, mango…

 

Actualmente, Naxín vive y tiene su taller en la colonia Merced Gómez, a unas cuadras del Periférico, en una vecindad capitalina poblada por migrantes de otros estados y a la cual se entra por un angosto callejón repleto de murales. Las obras anuncian que allí reside un artista y los vecinos se sienten orgullosos de ‘Filo’. Su estudio es apenas de unos cuantos metros cuadrados, con paredes de lámina y un tapanco de madera que divide a la galería del taller. El espacio desborda creatividad y color. Hay dibujos y collage, grabado, óleo, acrílico, acuarela y por supuesto, buen mezcal.

 

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El pintor se dice privilegiado porque puede vivir de su obra y también se dedica a la promoción de su cultura. Foto: Cristal Mora.

 

 

“Mi papá se llamaba Antonio Velasco Betanzos. Se dedicaba a vender frutas, especialmente chicozapote; compraba árboles de otras personas para cortarlo y lo llevaba a los pueblos con más gente. Yo lo acompañé desde chico y hasta los 14 años, íbamos prácticamente toda la familia, los cinco hermanos y mi mamá, Esperanza Casimiro Flores, soy el segundo de cinco hijos. Cargábamos la fruta en burro y recorríamos largas distancias, hasta ocho horas caminando de pueblo en pueblo. Mi papá falleció en 2015. Mi mamá sigue viviendo en Mazatlán Villa de Flores donde siembra el campo y borda”.

 

Naxín llegó a la capital de Oaxaca a los 22 años, a estudiar en la Universidad Autónoma Benito Juárez en la Facultad de Bellas Artes, después de un largo periplo por la Ciudad de México, donde trabajó de taquero, cajero y vigilante de un edificio residencial de Polanco. En este último empleo se ganó el respeto de los inquilinos porque siempre estaba dibujando, o bien, tenía la mirada puesta en las páginas de algún libro.

 

La primaria y la secundaria las cursó en Mazatlán Villa de Flores. Por momentos pensó que nunca saldría de la secundaria porque no entendía el español y sus calificaciones eran bajas.

 

“Desde que cursaba la primaria tuve problemas con el idioma. Me sentaba en el rincón porque no entendía lo que decía el maestro, solo escuchaba ruidos y veía como movía la boca; entonces, para que no me preguntara, me escondía en mis libretas. Sentía mucho miedo, también vergüenza”.

 

Parecía que se pasaba la clase tomando apuntes, pero en realidad dibujaba. Para Naxín su segunda lengua es el arte.

 

“Acabé la secundaria y todavía me costaba mucho trabajo el español. No platicaba con mis compañeros para que no se burlaran de mí, de cómo hablaba y pronunciaba las palabras. Era muy tímido, eso no me ayudó a aprender rápido el español, pero ahora creo que éramos varios que no entendíamos porque mi pueblo es bilingüe”.

 

Al salir de la escuela, regresaba a casa y sacaba sus chivos para el monte con la compañía de su libreta. Así era su rutina diaria. Cuando terminó la secundaria no sabía si podría seguir con la escuela. Finalmente emigró a Teotitlán del Camino donde buscó trabajo para continuar con el bachillerato y pintar. En ‘Teoti’ hacía dibujos en opalina (cartulina) con pluma atómica y los llevaba a la escuela a vender; le daban de 15 a 30 pesos por cada uno.

 

“Me pedían cosas románticas -ríe-: rosas, cosas así… Para ese momento ya hablaba un poco más de español, pero la escuela me costaba por el tipo de lecturas, la conversación, a las explicaciones no les entendía.

 

“En el bachillerato empecé a querer pintar sobre tela. Compré material que lavé con mis propias manos y construí bastidores, pero esas obras quedaron muy burdas porque no sabía cómo hacerlo. Un amigo que iba a una escuela donde sí llevaban dibujo me explicó el proceso de entelar y todo eso, entonces ya pude prepararlas y empecé con el acrílico. Ya después mi amigo invitó a mi cuarto a un doctor para que viera mis cuadros y por primera vez vendí uno. Tenía como 18 años.

 

“Estando en Teotitlán me quedaba muy cerca Tehuacán, Puebla, a menos de dos horas. Fui allá con el dinero que gané a comprar óleos y pinceles… Tener mis materiales me motivó mucho. Ya luego los maestros se dieron cuenta que pintaba y algunos empezaron a pedirme obra, me decían que yo era artista -vuelve a reír-. Yo no sabía qué significaba eso”.

 

Naxín, sin embargo, es artista plástico y visual, ilustrador de libros y promotor de su cultura. Con su esposa y compañera de vida, Cristal Mora Patricio (indígena mixe del estado de Oaxaca) fundaron en la Ciudad de México el Taller AvecindArte, espacio de resistencia y cultura indígena desde donde ofrecen talleres de dibujo a niños indígenas de familias migrantes, promocionan el trabajo de Filogonio, a la par que acompañan y guían el crecimiento de sus tres hijos: Jamajñu, Tsutsin y Naxinli.

 

 
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Filogonio Naxín y su esposa, Cristal Mora, fundaron el Taller AvecindArte, espacio de resistencia y divulgación del arte y la cultura indígena. Foto: Cristal Mora.

 

 

Xí tsiee Naxintsie ku ngatsí Ngasundie/De Oaxaca para el mundo

El resultado del trabajo de Naxín en el MNA son 22 piezas de gran formato: 16 en soporte de papel amate y seis en lienzo de algodón. Una de ellas, Simikién (Fiesta de muertos, en lengua mazateca), se exhibe en la sala Fiestas, abierta al público en febrero de 2024 junto con la de Textiles.

 

Otras 18 obras fueron seleccionadas para formar parte de la exposición Nahuales sagrados, aún vigente en la Galería del Primer Piso del MNA. Desde que abrió, Filogonio da recorridos guiados a los visitantes que así se lo piden y, próximamente, presentará el catálogo que da cuenta de toda la obra realizada en este recinto durante más de un año de trabajo.

 

El artista recién regresó de Nueva York, donde actualmente la Gallery Transmitter exhibe una selección de 11 obras realizadas por Naxín durante una estancia de 40 días en la galería Visible Records, en colaboración con la Universidad de Virginia. La serie Ngasundiera Naxín: A fragment of the Cosmos estará vigente hasta febrero del presente año y representa la primera vez en que Filogonio muestra su trabajo fuera de México.

 

El pintor se dice privilegiado porque puede vivir de su obra y también se dedica a la promoción de su cultura. Cuatro de sus pinturas al tinte natural ya forman parte de los acervos permanentes del MNA. Cabe destacar que desde su inauguración en 1964, el museo no había vuelto a tener como huésped a un artista plástico contemporáneo realizando obra ex profeso... Nunca, además, a uno de origen indígena.

 

 
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En el MNA continúa en exhibición la muestra Nahuales sagrados, creada por el artista oaxaqueño. Foto: Melitón Tapia, INAH.

 

 

[1] Textos en lengua mazateca de Filogonio Naxín y Cristal Mora Patricio.

[2] Recuperado de: Etnografía del pueblo mazateco de Oaxaca - Ha shuta Enima | INPI | Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas | Gobierno | gob.mx

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Entrevistas:

  1. Filogonio Naxín, 27 de enero de 2023, taller temporal en el Museo Nacional de Antropología.
  1. Filogonio Naxín y Cristal Mora Patricio, 6 de febrero de 2023, taller particular del pintor.
  1. Arturo Gómez Martínez, 17 de febrero de 2023, Subdirección de Etnografía del Museo Nacional de Antropología.
  1. Filogonio Naxín, 10 de agosto de 2024, Galería del Museo Nacional de Antropología.

Fuentes documentales:

-                      BAUTISTA, Memo (2022): “El mazateco surrealista” en: 1521-2021 A solo 500 años, Filogonio Naxín (2022), Aquí estamos vivos, exhibición en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo (2022), catálogo de la serie (CDMX, 2022).

-                      PÉREZ TÉLLEZ, Iván (2022): “¡Tetsukúnji! ¡Aquí estamos vivos!”. En: Ob. Cit.

-                      SABORIT, Antonio (2024): “60 años del MNA, siete motivos de Naxín”. En: Los siete motivos de Naxín (2024), carpeta gráfica (CDMX, 2024).

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