Boris Berenzon Gorn

Supe de Manuel Gándara hace más de treinta años, sabia de lo brillante, talentoso y rijoso que era como académico.
Un día muy recientemente, me acerque a él en el Museo Nacional de Antropología y le dije: “Manuel yo te conozco tengo tres versiones de ti que se complementan la primera de Jaime Litvak -su maestro y una figura fundamental en mi vida- ahí en ese mismo momento oí el eco de Litvak no me chingue Boris, la segunda versión de él, por Ana Maria Salazar a quien conocí en el Instituto de Investigaciones Antropológicas donde muy joven trabajé y finalmente Elvira mi mujer quien me había hablado del gran director de la ENAH Manuel Gándara. Ante mi comentario Manuel se volteó y con su mirada picara y una sonrisa me dijo “pues dame las tres versiones y ya yo elijo o te doy la mía”.
He tenido muy poco tiempo de trabajar con él pero en ese breve lapso, me ha convencido no sólo su calidad como académico sino también su grandeza humana. Espero seguir aprendiendo de él, de su tiempo, de la inteligencia artificial, de su visión de la cultura, pero, sobre todo, seguir contando con su amistad que valoro mucho.
Manuel Gándara Vázquez, antropólogo y arqueólogo de renombre, se erige como una de las figuras más preeminentes y visionarias en la historia reciente de las ciencias sociales en México. Su obra no únicamente trasciende los límites de su disciplina, sino que también posicionó la tecnología como un elemento clave en la investigación, conservación y divulgación del patrimonio cultural. En un periodo donde las ciencias sociales aún se mantenían, en gran parte, aferradas a métodos tradicionales, Gándara vislumbró las infinitas posibilidades que la tecnología podía ofrecer para enriquecer y ampliar los horizontes del conocimiento antropológico. En este sentido, se le puede considerar uno de los precursores del uso de las nuevas tecnologías en el ámbito académico, contribuyendo a que las ciencias sociales mexicanas no sólo se adaptaran a los tiempos modernos, sino que se proyectaran hacia el futuro.
Su aportación al uso de la tecnología en las ciencias sociales no se limitó simplemente a su incorporación como herramienta técnica, sino que fue un componente esencial de su enfoque innovador en la investigación arqueológica. Gándara, al integrar las nuevas tecnologías a su trabajo de campo, logró además una mayor precisión en la recopilación y análisis de datos, ofreciendo también nuevas perspectivas sobre la interpretación de las culturas originarias. En lugar de ver la tecnología como algo ajeno a la disciplina, la utilizó como un medio para profundizar en el estudio del pasado, para garantizar que la investigación no sólo fuera rigurosa, sino también fiel al contexto histórico y cultural de los objetos y vestigios estudiados. A través de este enfoque, transformó la forma en que se entendía la arqueología en México, impulsando su capacidad para ofrecer una comprensión más compleja y detallada de las civilizaciones que habitaron el territorio.
En su papel como docente, Gándara también entendió la necesidad de preparar a las nuevas generaciones de académicos en el uso de estas herramientas tecnológicas. No transmitiendo su vasta experiencia en el campo y preparando a sus estudiantes para que pudieran comprender la importancia de la tecnología en su quehacer profesional. Como profesor e investigador en la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM), impartió cátedras en las que subrayó la fragilidad del patrimonio cultural, una de sus preocupaciones más profundas. En sus intervenciones, a menudo usaba la metáfora del forense para describir el trabajo arqueológico, sugiriendo que, como un detective, el arqueólogo debía preservar la escena del crimen, evitando la destrucción de pruebas irremplazables. Esta analogía, que capturaba su preocupación por la preservación del contexto histórico y cultural de los vestigios, se convirtió en uno de los pilares de su enseñanza.
El compromiso de Gándara con la preservación del patrimonio cultural de México fue también evidente en su estrecha colaboración con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), organismo en el que desempeña un papel destacado. Consciente de la importancia de la conservación no sólo como un acto técnico, sino como una forma de preservar la memoria colectiva de una nación, Gándara promueve el uso de tecnologías avanzadas en la restauración de monumentos y sitios arqueológicos. A lo largo de su carrera, insistió en la necesidad de aplicar métodos innovadores que permitieran una conservación más precisa y respetuosa de los bienes culturales, convencido de que, al integrar la tecnología en estos procesos, no únicamente se aseguraba la preservación material, sino también el resguardo del sentido y el valor profundo de esos objetos dentro de su contexto histórico.
Un capítulo relevante de su trayectoria fue su defensa, como director de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, frente a los ataques de Octavio Paz, quien, en un momento de crisis institucional, propuso la desaparición de la ENAH. En respuesta, Gándara defendió la escuela como un pilar fundamental para la formación de los estudiosos del patrimonio cultural y la historia mexicana. Su postura reafirmaba la importancia de la ENAH como centro de enseñanza y reflexión, y subrayaba el papel de la antropología y la historia como disciplinas esenciales para la comprensión y preservación de la identidad cultural del país. Gracias a sus intervenciones y a la férrea lucha que emprendió, la institución no sólo mantuvo su relevancia, sino que también se fortaleció como un espacio de excelencia académica en América Latina.
Su reciente reconocimiento a su labor es un pretexto para repensar constantemente sobre su vasto trabajo cotidiano. Gándara galardonado con la presea "Manuel del Castillo Negrete", otorgada por el INAH, un homenaje a su destacada trayectoria como investigador, académico y defensor del patrimonio cultural. Este galardón no solo celebraba sus logros como arqueólogo, sino también su capacidad para integrar la tecnología en su trabajo, un mérito que marcó un antes y un después en la forma en que se entendían las ciencias sociales en el país.
El legado de Manuel Gándara Vázquez sigue siendo de una relevancia incuestionable. Su visión sobre el uso de la tecnología en la investigación antropológica, su incansable defensa de la educación y la preservación del patrimonio cultural, y su capacidad para formar nuevas generaciones de académicos son aspectos que lo mantienen vigente y esencial en el contexto contemporáneo. Hoy, más que nunca, sus enseñanzas y su enfoque interdisciplinario se revelan como una guía imprescindible para quienes buscan comprender y proteger el patrimonio cultural de las futuras generaciones. Gándara nos dejó no solo una lección sobre el pasado, sino una invitación a mirar el futuro con la certeza de que la tecnología, cuando se utiliza con criterio y responsabilidad, puede convertirse en un instrumento fundamental para la conservación de nuestra memoria colectiva.