Caminos abiertos hacia el INAH del futuro
Foro de Discusión sobre la circunstancia y perspectivas del INAH
SEIS DESAFIOS PARA EL INAH DEL SIGLO XXI
Carlos San Juan Victoria / DEH
1. Aprovechar la circunstancia con la fuerza de la cultura
El INAH vive hoy una oportunidad erizada de riesgos. Aportar su enorme acumulación de saberes y habilidades sobre el patrimonio cultural de la nación, en un momento en que el país mismo se transforma.
La forma histórica específica de estos cambios dependerá en gran medida de la cultura. ¿Porqué?
Vivimos un momento donde el papel de las normas, valores y símbolos es fundamental, pues en esencia ellas no sólo regulan la vida social, sino que también propician sus nuevas formas, las nombran e inventan nuevas regulaciones.
La cultura expresa, sobre todo, las capacidades creativas para moldear la convivencia, una fuerza simbólica que le da sentido a nuestro existir. La cultura es el cemento de la sociedad, cohesiona y modela a los individuos, a regiones y naciones.
2. Reinventar el forjar patria
En 1916, previo a la convocatoria al Constituyente del 17, don Manuel Gamio publicó Forjando Patria. En ese libro se propuso responder al desafío que planteaba al país una nueva circunstancia: el ingreso a la política de lo que calculaba como más de la mitad de la población, de origen rural y con un gran peso indígena, marginados por la modernidad porfirista. Llamaba a una política de integración y de homogeneidad de la nación que apuntó a la igualdad para todos, pero también trituró lenguas y costumbres. Y sin embargo era parte de un renacimiento cultural que vería por primera vez al país entero
A la distancia de un siglo, compartimos con don Manuel un tiempo similar donde lo ya instituido se abre a lo constituyente, a nuevos pactos entre sociedad y estado. Pero nuestra circunstancia es otra. La nación se integra comercial y productivamente a la América del Norte y para recargarla se requiere de una plena soberanía, respaldada por su patrimonio cultural de siglos, capaz de crear un camino propio que responda, primero, a sus ciudadanos.
Y por otro lado hay en curso una masificación de los derechos políticos y sociales de la gran mayoría del país, y en particular, sus derechos como diversidad cultural. Lograr la unidad de la Nación en esas condiciones sólo puede alcanzarse con políticas abiertas a la diferencia de las culturas, a su reconocimiento y a gobernar respetando y promoviendo sus derechos.
3. En la escasez y la urgencia, definir prioridades
Con los sismos del 85 del siglo pasado y del 2017 muchos conocimos un rasgo central del INAH: en una situación de alto riesgo y con su histórica escasez de recursos el Instituto se convertía en un ferrocarril con destino, fechas de salida y llegada precisas, que enlazaba sus áreas centrales con sus contrapartes en los estados, propiciaba el cruce de especialidades y el manejo de los escasos recursos, para tratar de cumplir con su función pública y social. En ocasiones las capacidades dispersas se conjuntaban para lograr cumplir esta tarea común, con sus fricciones, tropiezos y retrasos.
Afloraba así la triple condición del INAH: ser una institución al cuidado del patrimonio que literalmente se derrumbaba, y por tanto, con una fuerte función pública. También ser casa de conocimientos y habilidades de restauradores, arquitectos, museógrafos, entre muchas especialidades orientadas a ese cuidado y a su difusión: y también acumular conocimientos arqueológicos, lingüísticos, antropológicos e históricos que profundizaban e innovaban en ocasiones el ámbito de sus tareas, por ejemplo, la noción de patrimonio biocultural y del patrimonio inmaterial. Esa compleja estructura no siempre actúa de manera coordinada, con canales de información y comunicación internas, y formas de autoridad y de cooperación donde las partes impulsen su función central.
En la actual circunstancia de un cambio profundo de la nación y en la necesaria austeridad republicana luego de 36 años de corrupción y privatizaciones, es fundamental la definición de un puñado de actividades donde se cumpla con las tareas sustantivas del patrimonio de cara a esta circunstancia histórica de transformación, contando con el respaldo presupuestal para una institución con déficits transexenales de operación, y además, lograr que se consolide con todos sus trabajadores, incluidos los eventuales. El INAH, ante la gran oportunidad que se abre, tiene que convertirse, otra vez, en un ferrocarril.
4. La ambición de un gran relato
La cultura entre otras muchas otras cosas es también el relato, las historias que nos comunican, nos dan sentido de pertenencia, y trayectos del origen a la actualidad.
El INAH tiene mucho que decir para construir ese gran relato, y que, como ninguna otra institución de investigación y educación superior, puede contar la historia desde el origen cada vez más antiguo hasta el presente inmediato y que tenga presente su inmensidad espacial. El INAH ya les recuerda a los mexicanos del siglo XXI que provienen de una sociedad muy antigua, donde conviven y pelean capas civilizatorias creadas en milenios por poblaciones ancestrales y sus vínculos culturales con territorios, y luego, con oleadas migratorias continuas, desde el siglo XVI, con europeos y africanos, hasta ahora, con la América migrante. Para aspirar a un país donde quepan todos, hay que guiarse por el diálogo entre estas civilizaciones vivas y actuantes.
Y también la de una modernidad iniciada desde el siglo XVI que aporta y destruye, que coloniza, pero también permite la vinculación de regiones enteras y del país mismo. Y que como ocurre, en un inmenso territorio poblado de culturas diversas, siempre camina acosada por las muchas voces sociales con sentidos de la vida propios, que aspiran a una buena vida con justicia y bienestar y las inclinaciones de minorías por apropiarse de todo, hasta de la cultura misma.
Hay desde hace tiempo un gran relato que late disperso en la labor constante de sus especialistas y alimentado por los conocimientos que surgen en los muchos territorios cubiertos por el INAH de este país inmenso.
Ahora que se remodela la Nación, este relato puede y debe abrir las puertas no a la guerra sino al diálogo entre civilizaciones, en otras palabras, a las pláticas interculturales.
5. Pueblos con Derechos
La reciente aprobación de la reforma al artículo segundo de la constitución que le reconoce personalidad jurídica a los pueblos obliga a gobiernos, empresas e instituciones a modificar sus tratos con este segmento de la población de enorme importancia simbólica. Es una carga de profundidad que llegará hasta la base de la pirámide social mexicana y que buscará cambios con ciudadanías recargadas.
La gestión del patrimonio cultural de los sitios arqueológicos se va a convertir en un laboratorio para ensayar otras relaciones con los pueblos y sus territorios. Y en el renacimiento de lenguas y creencias antiguas, también se discutirán sus usos, así como sus aprovechamientos.
Ante estas realidades ya en camino, el INAH cuenta con experiencias avanzadas en diversos campos que habrá que estimular y conjuntar. Desde áreas operativas de contacto y colaboración, por ejemplo, para restaurar el patrimonio religioso de los pueblos; hasta formas de investigar “en territorio” y en escritorio, sobre estos actores sociales. La proyección de su sistema de museos, de revistas, publicaciones y difusión como entes que comunican esas voces hacia el conjunto de la sociedad y abran intercambios y correspondencias con gobiernos, pueblos, intelectuales, academias y tecnologías.
Hablamos pues de un INAH laboratorio ya con experiencias donde se ensayen modos de contacto y de negociación de conflictos. También la promoción de la cooperación y el intercambio de recursos materiales y tecnologías para el cuidado patrimonial, la formación de recursos humanos comunes entre la institución y las sociedades locales. En otras palabras, el INAH puede ser una avanzada en ese cambio real de la relación entre el Estado y la sociedad plural.
6. Reinventar las modernizaciones
Desde su origen colonial, las modernizaciones son monolingües en territorios pluriculturales. Concentraron recursos humanos y materiales, por ejemplo, en áreas clave para la mercantilización, como la caña de azúcar y la explotación minera. La riqueza biocultural se convirtió en costo a reducir, en la quiebra de sistemas alimentarios y urbanizaciones propias y el orden cultural y político mesoamericano. Esa modernidad salvaje provoca la guerra entre civilizaciones.
Dicho de golpe, nuestro dilema en el inminente despliegue de otra gran oleada modernizadora en el país es, si la creciente integración a los EUA desata otra tensión y conflicto entre civilizaciones, o, por el contrario, se impulsa una revolución cultural que reeduque el monolingüismo de las modernizaciones y propicie la cooperación con los ciudadanos, sus asociativismos y sus culturas.
Su paso esencial es que la pluriculturalidad sea reconocida no sólo como patrimonio cultural rentable, sino como fuerza cultural, económica y política que remodele localidades, regiones y poblaciones a través de la movilización de sus recursos propios. Pero no en la soledad acostumbrada sino en colaboración con los presupuestos de gobierno y las aportaciones de ciencias y tecnologías.
El patrimonio cultural puede ser la tierra fértil para una modernidad propia, arraigada a sus poblaciones y territorios, y en contacto con las vanguardias culturales, científicas y tecnológicas del mundo. Otro renacimiento cultural. Una modernidad con megaproyectos de vinculación con el mundo y con múltiples desarrollos locales y regionales, que, entre otras cosas, cuiden de sus patrimonios, para intentar abarcar a la inmensa diversidad biológica y cultural de nuestra Nación.
En otras palabras, estas generaciones que ahora nos encontramos en esta circunstancia histórica, podemos dar la pelea por la forma histórica precisa de las transformaciones en curso.
A forjar patria, pero ahora sí, con una modernidad hecha desde el territorio y a la medida.
Muchas gracias.