CAMINOS ABIERTOS HACIA EL INAH DEL FUTURO FOROS DE DISCUSIÓN SOBRE LA CIRCUNSTANCIA Y PERSPECTIVAS DEL INAH 

 

Tradición: Patrimonio cultural en extinción y su salvaguard(i)a, reflexiones desde el Centro INAH Sonora.

Antrop. Alejandro Sergio Aguilar Zeleny

Centro INAH Sonora

Sonora, tierra ardiente

Saludos cordiales reciban desde el noroeste de México, donde se ubica el estado de Sonora, justo en la frontera con Estados Unidos, colindando también con Chihuahua, Sinaloa y Baja California, entre la sierra y el mar, entre desiertos, valles y grandes concentraciones urbanas. En Sonora viven diversos pueblos originarios, descendientes de las primeras poblaciones de cazadores, recolectores, pescadores y agricultores que configuran la traza e impronta de esta región largamente habitada. Hoy en día se reconocen diversas tradiciones arqueológicas, sociedades históricas y pueblos contemporáneos, entre los cuales la historia, la memoria, la conciencia histórica, la tradición oral, los sitios sagrados, zonas arqueológicas y monumentos históricos configuran una hermosa y compleja trama donde se entrelazan diversas tradiciones culturales y los hechos históricos que nos han dado forma siguen aún ofreciendo retos y complejidades-

Refiriéndonos sustancialmente en este momento a los pueblos originarios, contamos con diversas e importantes tradiciones, como son los pueblos del desierto, entre los que destacan los cucapá, los tohono o’odham y los comcáac, cada cual con su propio patrimonio y tradición, y compartiendo a veces los mismos retos. Hoy en día junto con ellos debemos considerar también a pueblos como los triquis sonorenses, los mixtecos sonorenses, los mixes sonorenses, tojolabales, nahuas, rarámuri y muchos otros que viven también en zonas desérticas en torno a los campos agrícolas de Navojoa, Obregón, Empalme, Hermosillo o Caborca.

Además de ellos están los pueblos de la región serrana: O’ob o pima, macurawe guarijío y kikapú, principalmente, aunque en épocas recientes descendientes de los pueblos ópata, n’dé y pima de Ónavas reclaman y han logrado el reconocimiento a su derecho de existir, a pesar de la devastación. En las grandes zonas agrícolas del territorio yaqui y el valle del mayo, yoemes y yoremes sigue conservando a duras penas su manera de ser, de hablar, su acceso a los recursos naturales y la preservación de sus territorios tradicionales, afrontando graves y profundos intentos y ejercicios de división y debilitamiento de sus autoridades tradicionales y sistemas de gobierno, por parte de diversas instancias estatales y federales que han convertido a las comunidades indígenas en verdaderos campos de batalla por el poder, lo que ha requerido también el desarrollo de acciones y respuestas desde el ámbito de las luchas de los pueblos por defender su patrimonio cultural y el desarrollo del ámbito de los peritajes antropológicos y otras vías de defensa de la existencia plena de estas sociedades.

Estamos hablando, sin contar con los datos precisos por la fugacidad del tema y la movilidad de los pueblos, de alrededor de doscientas mil personas, integrantes de los pueblos originarios, algunos descendientes de las antiguas tradiciones culturales de la región y otros asentados aquí desde inicios del siglo XX, como en el caso kikapú o de pueblos de reciente asentamiento, como es el caso de los descendientes de los jornaleros agrícolas provenientes de Oaxaca, Guerrero y más recientemente de Chiapas.

En términos de las funciones y tareas sustantivas del INAH, tenemos fuertes y serios compromisos en la investigación, conservación y divulgación del patrimonio cultural inmaterial o intangible, pero vinculado también a la preservación de territorios tradicionales y sitios sagrados que en ocasiones son también en varios sentidos, sitios arqueológicos. Como antropólogos, etnólogos, lingüístas o historiadores, pero también como arquitectos y restauradores, entre otras disciplinas de nuestro amado INAH, tenemos diversos compromisos, retos y procesos de acompañamiento con distintos pueblos y comunidades y con relación a distintos procesos, desde la defensa de la identidad y ritualidad de los pueblos, por ejemplo, hasta el respeto a sus diversos derechos étnicos y culturales en el reconocimiento, defensa y en su caso su pertinente divulgación, actividad que nos pone de frente a un lado de diversas instituciones que comprenden o se niegan a comprender el valor y la importancia de las labores y compromisos constitucionales del INAH, en relación a los derechos de los pueblos originarios.

En distintas ocasiones, y dependiendo de la conciencia o en caso contrario de los intereses económicos de gobiernos o de funcionarios en lo particular, nuestra labor como INAH se ve ocasionalmente respaldada por diversas instancias, aunque con cierta frecuencia esperan prácticamente que el INAH doblegue su responsabilidad institucional y en aras de la camaradería institucional permita o legitime acciones que van en contra de nuestra propia materia de acción.

En términos de la recuperación de las lenguas maternas, la preservación del patrimonio oral de los pueblos, que se expresa en su memoria oral de muy distintas maneras; en lo que se refiere al patrimonio ritual de los pueblos, donde ceremonias que tienen que ver con el origen del mundo, con actos de propiciación de las lluvias, de agradecimiento al maíz, al mar, a los santos y vírgenes que forman parte profunda del pensamiento, vida y resistencia de los pueblos. ¿Cómo atender, cómo investigar, conservar y divulgar, si nos vemos limitados de todas las maneras posibles para hacerlo?

Los achaques del INAH

El Centro INAH Sonora, nacido en 1973, gracias a la visión política del antropólogo Guillermo Bonfil, acaba de cumplir 50 años de permanencia en Sonora y de mantener relaciones de trabajo con los estados de Sinaloa, Chihuahua y Baja California, pero también con diversas instituciones y comunidades al norte de la frontera, entre las cuales, desde nuestra labor antropológica podemos señalar a miembros de las naciones o’odham, yaqui, pima y kikapú al norte de la frontera y en distintos momentos. También vinculados ocasionalmente con centros de investigación como el Prescott College y la Universidad de Arizona entre otros. Desde principios de la década de los 2000, y en el marco del proyecto de etnografía de las regiones indígenas, hemos estado trabajando de manera continua y a través de diversos estudios, proyectos y acuerdos de trabajo, con integrantes de los pueblos cucapá, tohono o’odham, comcáac, kikapú, o’ob, macurawe, yoeme yaqui, yoreme mayo y ahora con descendientes de los pueblos n’dé, ópata, pima de Ónavas y los de origen migrante.

Cada uno de estos pueblos cuenta con un importante patrimonio cultural, no libre de riesgos y peligros, entre los cuales podemos contar desde la presencia de grupos delictivos, bandas y carteles de sicarios, tanto como la imposición de empresas mineras, acaparamiento de agua destrucción y saqueo de los recursos de su territorio en proyectos con frecuencia avalados e incluso promovidos desde el mismo gobierno del estado, donde se remite el patrimonio cultural, como asunto de interés turístico y donde grandes contingentes de miembros de las comunidades indígenas quedan sometidos a labores de jornaleros agrícolas o empleados de maquila, mientras sus recursos naturales y capacidades productivas quedan en segundo plano y donde los recursos dedicados a la promoción de su cultura se convierten en recursos de uso institucional.

Uno de los grandes retos y limitantes que afronta el INAH es su debilitamiento en muchos sectores y ámbitos de su trabajo cotidiano e institucional; un proceso de empobrecimiento y limitación de nuestro campo de acción y movilidad sin límite alguno.

  • Hemos perdido capacidad de movilidad y atención, ante la desastrosa situación del parque vehicular, limitado, obsoleto, deficiente e insuficiente, en especial en nuestro caso por la gran extensión territorial, el personal adscrito al Centro INAH Sonora y a la complejidad de atender los compromisos de cada proyecto: antropología, lingüística, monumentos históricos, zonas arqueológicas.

  • La transformación administrativa constante en el INAH, ha determinado mayor transferencia de responsabilidades administrativas hacia el personal de investigación, aunque nuestras actividades sustantivas son otras, mientras existen suficientes áreas administrativas para esto.
  • El acoso o el olvido institucional es dramático y evidente, al apenas tener escasos recursos para realizar de manera adecuada y suficiente el trabajo de campo y dar continuidad a las distintas labores que nos corresponden, ante tantos y tan diversos pueblos originarios de la región, todos los cuales afrontan grandes riesgos y problemas en la preservación de su patrimonio cultural en riesgo.
  • Una cuestión también de fondo es la falta de colaboración interinstitucional de fondo y en términos de lo marcado por la ley y las responsabilidades de nuestra institución, donde por ejemplo ha sido extremadamente difícil poder atender y participar adecuadamente en los procesos de construcción de los planes de justicia, donde a pesar de aparecer como coadyuvantes, se limitó nuestra participación por no contar con los recursos suficientes y necesarios para poder acudir, participar y dar seguimiento a las reuniones, acuerdos y planes de acción específicos en los planes de justicia de pueblos como los yaquis, comcáac y | macurawe. A pesar de nuestros señalamientos los demás pueblos quedaron fuera de los planes de justicia, los cuales fueron convertidos en planes de desarrollo y donde los temas del patrimonio cultural inmaterial, la recuperación de las lenguas indígenas o la protección de ceremonias, rituales y fiestas en gran peligro de desaparecer, quedaron al margen.

 

Para el mañana

Es indispensable transformar el INAH desde dentro, asumir el reto profundo de abrir y ampliar plazas de investigación, recuperar y fortalecer la capacidad académica y autonomía administrativa de cada Centro INAH; trabajar más de cerca con los distintos pueblos originarios y sus diversas formas de expresión cultura, festivo religiosa, ritual, el conocimiento tradicional y otras importantes expresiones que los pueblos originarios han seguido conservando a pesar de los embates neoliberales y la capacidad del INAH; aunque sigue siendo importante se ve limitada y reducida por los recortes presupuestales, la falta de más gente en el área de investigación y el fortalecimiento de la vinculación y compromiso interinstitucional.

Es necesario dejar que el INAH siga creciendo, que continúe en el desarrollo de programas y compromisos de trabajo, en especial con los miembros de los pueblos originarios, riqueza y grandeza de México que sin embargo parece desvanecérsenos entre los dedos, esos mismos dedos de mucha gente que ahora se deslizan por las pantallas de los celulares, dejando de ver, de vivir, gozar y disfrutar de la riqueza cultural que nos ha dado patria.

El compromiso del INAH es seguir cumpliendo con inteligencia y corazón con las grandes y nobles tareas que se nos asignaron desde el principio y por las que seguiremos luchando hasta el final.

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