La Dirección de Antropología Física, presente y futuro de su papel en el INAH.

Por: Dr. A. Axel Baños Nocedal

 

Antes que nada debo hacer la aclaración de que esta presentación de la Dirección de Antropología Física (DAF) no es una evaluación de sus investigadores, al menos no directamente, sino un análisis del papel que la dirección juega o debería jugar en la lógica institucional. La historia de la investigación en la DAF es otra y está respaldada por más de 50 años de investigaciones que han resuelto, a veces de la mano de otras disciplinas como la arqueología o la Antropología Social al interior del INAH, o la medicina, odontología o biología al exterior, problemáticas de interés patrimonial, salud pública, desarrollo y nutrición e incluso de desempeño laboral con la intervención ergonómica en espacios como PEMEX, el IMSS, Telmex y un largo etcétera.

La DAF ha pasado por diferentes etapas que incluyen haber sido una sección del Museo Nacional, área del Museo Nacional de Antropología, Departamento, Dirección de especialidad y finalmente, Dirección de la Coordinación Nacional de Antropología.

Por la forma en que el INAH fue creciendo y las tendencias en las áreas, la DAF se configuró primero como un pequeño instituto contenido en sí mismo con reglamentación interna y recursos propios. Los Antropólogos Físicos de otras áreas recurrían a la DAF como área de especialidad y para apoyo incluso estructural (préstamo de instrumental, acceso a colecciones, solicitud de cajas de embalaje).

Sin embargo, el rediseño estructural del gobierno federal así como el cambio de dinámicas que este reestructura generó al interior del instituto, llevó a la DAF, como a otras áreas, a reducir primero su alcance y después a incluirse medianamente en una dinámica institucional más amplia que la relegó a la estructura de Centro de Trabajo. Creo que esta historia se repite en todo el INAH, al menos en las áreas de investigación y no es objeto de esta plática analizar las razones históricas, sino los efectos.

Al interior de la Dirección, el aislamiento provocado por la dinámica de investigación interna y la falta de relación con otras áreas del instituto, ya que se pasó de un ejercicio de recurso amplio y discrecional a uno limitado y en función de las validaciones institucionales cada vez más restrictivas, ha dejado a esta Dirección fuera del papel necesario que necesita ejercer a nivel nacional.

Es muy complicado romper con la inercia de formas particulares del ejercicio del gasto y de la utilización de los recursos, pues muchas veces se considera como prioritario recuperar el esplendor de épocas pasadas, en donde los recursos se conseguían y ejercían sin “tantas complicaciones”.

Pero lo cierto es que la dinámica nacional cambió y con ella el papel que juegan los investigadores del INAH como funcionarios públicos, una noción que dicho sea de paso, no se asume enteramente. Se vive con cierta disonancia estructural entre la persecución de objetivos de corte enteramente científicos y la obligación de cumplir con el papel que nuestra institución juega en el gobierno federal. Este ethos escindido no es, déjenme insistir, un problema de la DAF, sino de toda el área de investigación del INAH. Pero también es cierto que justo aquí es donde se encuentra la riqueza de nuestro instituto, plural, diverso y epistémicamente convulso.

Y dentro de esta diversidad de construcciones del saber antropológico, la Antropología Física misma no es una excepción, sino quizás el ejemplo más claro de la necesidad que existe por una mayor convergencia institucional.

Su objeto de estudio, sostenido con un pie en las ciencias biológicas y otro en las sociales, tiene una relación estrecha e histórica con la arqueología, pero también con la Antropología Social en el estudio de las poblaciones vivas, su salud, desarrollo, crecimiento demográfico, sistemas de aprovechamiento ecológico y comportamiento, por mencionar sólo algunos. Razón por la cual la dirección juega con una “doble camiseta”, inscrita en la Coordinación Nacional de Antropología, pero estrechamente relacionada con la Coordinación Nacional de Arqueología, con quien juega en una posición desventajosa, insuficiente o asimétrica.

Hay cerca de 60 Antropólogos Físicos en el Instituto, de los cuales alrededor del 60% se concentra en la Ciudad de México. Si bien es cierto que casi nos conocemos entre todos y presumimos de ser un gremio compacto y relacionado, aún hay muchos antropólogos físicos aislados en el país y este aislamiento se vuelve aún más evidente cuando nos comparamos con los cerca de 350 Arqueólogos que hay en Instituto.

Si hablamos de la actividad arqueológica, del volumen de proyectos, de la cantidad de restos humanos que son recuperados de las excavaciones y de la necesidad que están generan de un análisis osteológico, antropofísico o bioarqueológico (según la preferencia epistémica o nominal de cada quien), nos enfrentamos a una asimetría que evidencia nuestras carencias estructurales. Entre ellas, quizás la más acuciosa sea la falta de lineamientos que regulen la investigación antropofísica y sus amplios intereses que van más allá de la osteología y la carencia de un órgano colegiado que tenga la representatividad suficiente para defender los intereses académicos del gremio.

Estructuralmente hablando hay una serie de necesidades que no están siendo cubiertas por ninguna entidad. Para comenzar podríamos decir que en la ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticas e Históricos existe la obligación por parte del Instituto de proteger los restos humanos arqueológicos e históricos. Mientas que los primero se encuentran debidamente resguardados por los lineamientos para la investigación arqueológica en México, los lineamientos del consejo de arqueología y los lineamientos para el manejo y resguardo de restos humanos, los segundos sólo pueden ser protegidos en extensión de los primeros. De esto se sigue que existe una necesidad por generar, mantener actualizadas, aplicar y hacer aplicar una serie de reglamentaciones en materia de estudios en Antropología Física, la generación de un Consejo de Antropología Física y la generación de lineamientos para el manejo y resguardo de restos humanos diseñados desde la propia lógica de la disciplina.

Por otro lado, El Consejo de Antropología Física sería la entidad encargada de la vinculación de los especialistas en la materia, que desarrolle proyectos intrainstitucionales y que regule el uso y toma de muestras en vivos así como en restos humanos, estableciendo criterios mínimos de justificación para su uso, es decir, con un objeto científico bien construido y un objetivo definido que permita mesurar las ventajas y desventajas, así como sus implicaciones éticas.

Este cuerpo colegiado requiere de una estructura institucional que la cobije y que bien puede ser la CNAN, pero que de una forma más precisa, al interior de la CNAN podría ser una dirección con presencia nacional, una dirección de especialidad en AF.

La misma coordinación como área normativa, requiere de este cuerpo colegiado para dar el seguimiento y la vinculación necesaria a los proyectos generados en la materia, promoviendo así la investigación interdisciplinaria y dando los fundamentos necesarios estructurales para la generación de políticas de investigación.

La propuesta:

Reasignación de la DAF como dirección de especialidad para cumplir con y subsanar las ausencias de lineamientos, normas y procedimientos necesarios para el ejercicio de nuestra profesión y la correcta defensa del patrimonio conferido al INAH, a través de un Consejo de Antropología Física que ayude a construir en pluralidad y representatividad estos aparatos normativos.

Compártelo